viernes 7 de septiembre de 2007
Pronto hablarán español sólo los inmigrantes
Miguel Ángel García Brera
C UALQUIER atento observador puede darse cuenta de que en España cada vez se habla peor el idioma común, mientras nos cuenta la estadística que el español avanza en los Estados Unidos y los Institutos Cervantes se multiplican por el mundo, con la pretendida ilusión – tal vez realidad – de que el estudio de nuestra lengua patria es muy demandado y de que la experiencia ha sido hasta hoy muy fructífera por lo que hace a la promoción de nuestro modo de hablar, leer y escribir. Personalmente, hace ya casi diez años, tuve ocasión de dar una pequeña charla-coloquio en el Instituto Cervantes de Beirut y puedo atestiguar el alto grado de interés de los alumnos que allí se reunían, no sólo por nuestra lengua sino también por nuestra cultura y, de modo particular, por nuestra actualidad. Encontrarse con un grupo de unos cuarenta libaneses – chicos y chicas de no más de 20 años -, interesados por el español y entendiéndose en ese idioma conmigo, me produjo tanta satisfacción como la que encuentro ahora en escuchar a bastantes de nuestros inmigrantes procedentes de Hispanoamérica. Creo haber contado alguna vez que, con ocasión de una estancia en Bogotá, una abogada, tras conversar con ella y con otro colega, al despedirse, me dijo textualmente: “Me ha encantado hablar con usted porque me fascina el dialecto español”. Aunque en aquella ocasión, me pareció un exceso la frase, que, sin embargo no tenía mala intención, sino una carga de amabilidad, tan buen español se habla en Colombia, país culto donde los haya, que, a estas alturas de la vida, la recuerdo con frecuencia pensando que, efectivamente, el español que se habla en España deja ya mucho que desear y tal vez merezca ser rebajado a dialecto del idioma que se conserva más puro en algunos pueblos de América. No digamos nada en cuanto a las formalidades propias de la buena educación, totalmente perdidas en España, con imperio del tuteo universal sin respeto ni siquiera a la edad y mucho menos a la jerarquía, y donde pedir a un muchacho que escriba una carta, ortográficamente correcta, y con su encabezamiento y despedida, sería tanto como sentar plaza de cafre antediluviano. Es de ver cómo hablan nuestros políticos para suponer a donde llevará la tarea de un profesorado politizado para explicar la asignatura de educación para la convivencia, yo que la considero supernecesaria si respondiera a su enunciado y no a los espurios intereses de un partido en el que sus fundadores – y hasta, más recientemente, el llamado viejo profesor - apelaban a la mentira como arma de lucha para ganar el poder y anunciaban, en los años 30, que, de no ganar las elecciones, habría que imponerse mediante la revolución. Y como perlas de ese hablar de los políticos, ofrezco la lindeza de Carme Chacón, ministra, que, en plena crisis económica, en tanto el vicepresidente Solbes reconoce que “la economía vive momentos de incertidumbre”, ella, por si y ante sí, sin ofrecer un solo dato, afirma que “pocas familias van a tener que apretarse el cinturón con la subida de tipos”. Claro que tal vez haya que darle la razón, porque hay miles de familias que hace ya años que llevan el cinturón reventado, de modo que, incluso la calle, -como solución habitacional, recordando a la anterior ministra- aumenta cada día en inquilinos que duermen, en precario, bajo los puentes. Pero, si el español de la ministra deja mucho que desear, más por su contenido ofensivo para buen número de personas necesitadas, que por el buen o mal empleo de las palabras, qué decir de este embrollo con el que Rubalcaba, ministro del Interior, nos habla de los accidentes de tráfico. Dice: “La bajada de los fallecidos no tiene que ser motivo de satisfacción mientras sigan produciéndose muertos en la carreteras”. Ministro, diga, ¿A dónde bajan a los fallecidos? Porque, los bajen donde los bajen, es obvio que la satisfacción no se conjuga con la muerte. Aunque no siguiera habiendo muertos en carretera, la bajada de los fallecidos – no sabemos si se refiere Rubalcaba a cuando bajan un cadáver de su casa o del hospital, o del lugar de un accidente, al tanatorio- nunca va a ser motivo de satisfacción, sino de duelo.Y, dígame ministro: ¿Las carreteras son una fábrica en que se producen muertos? Mire, sin confundir los términos, sí que hay mucha gente que piensa que las carreteras están tan descuidadas que son motivo principal de los accidentes de tráfico con consecuencias mortales, pero lo de llevar al diccionario, en una de sus acepciones, la palabra carretera igual a productora de muertos, no creo que lo aprobara ni Janli Cebrián. El ministro tal vez quiso decir: “La disminución del número de fallecidos en accidente de trafico no es suficiente motivo de satisfacción, mientras los accidentes mortales sigan produciéndose.” Y, entonces, ya entendiéndole, habría que preguntarle: ¿De dónde le salen a Su Excelencia las cuentas, si, una vez más, en el último regreso de vacaciones se han superado las nefastas cifras del año pasado? Verdaderamente, entre estos ministros malhablados, las gentes a las que se da acceso a los micrófonos y las cámaras y, probablemente, los profesores pertenecientes a un partido cuyos líderes apenas son inteligibles cuando hablan, su ejemplo y enseñanzas pueden acabar en pocos años con el español en España, unido además a la promoción prevalerte de otras lenguas españolas. Cómo titulo este artículo, no es exagerado pensar que pronto los únicos que hablen español sean los inmigrantes hispanos, aunque es previsible que se contagien y acabemos todos en un nuevo idioma incivil, soez y trashumante.
viernes, septiembre 07, 2007
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