jueves 6 de septiembre de 2007
Mas, cabeza de ratón
POR M. MARTÍN FERRAND
JORDI Pujol, aunque le anduvo cerca, no llegó nunca a decir, como Luis XIV, «el Estado soy yo». Debió pensarlo en función de su megalomanía, pero se contuvo frenado por su inteligencia y, más todavía, por su hábil precisión en el manejo de los tiempos de la política. Su hereu, Artur Mas, pertenece al género de los políticos que no tocan bola ni, por el momento, lleva trazas de tocarla. Hay cosas que no se heredan, como el mérito y el carisma, y cada cual tiene que fabricárselos por sí mismo. En eso anda el líder de CiU. Podría haber optado por el espiritismo; pero, sin alejarse demasiado de él, ha preferido la «refundación del catalanismo». En un país mágico, como España, lo inexplicable tiende a obtener más adeptos que lo racional.
Los bancos de la oposición son mucho más duros e incómodos que los del poder. Llegan a hacer callo en las posaderas de quienes los frecuentan durante más de una legislatura. De ahí que sea conveniente aliviarlos con un cojín o cosa parecida. Eso de la «refundación del catalanismo» parece, por las trazas que apuntan sus pregoneros, un colchón hinchable. Se trata de atraer hacia el CDC -la C de CiU- personas, incluso de la izquierda, hasta ahora dispersas y no comprometidas, para vertebrar, dicen, un nuevo movimiento catalanista. ¿Se evaporó el viejo?
No deja de ser temerario, en vísperas del Onze de Setembre, poner en duda el fundamento de la «nación» catalana; pero, sin alejarse del rigor de la Historia, la Diada y todo su entorno constituyen un sentimiento legítimo, aunque no sustentado en razones sólidas. De un siglo acá ese catalanismo le ha sido útil a Cataluña. Ha perpetuado, desde un idioma a muchas tradiciones, una realidad social innegable; pero, insisto, se trata de un sentimiento. ¿Cómo se refundará un sentimiento? No será, como acaba de suceder, olvidando la existencia de Josep Tarradellas cuando se trataba de rendir homenaje a quienes han sido presidentes de la Generalitat.
Para que algo tan vaporoso tienda a concretarse en una realidad tangible, Mas, el refundador, le ha puesto fecha a su invento. Se trata de acotar un «ámbito catalán de decisión» -¿les suena?-, el próximo 20 de noviembre. ¡El 20-N! Curiosa coincidencia, espero que no buscada, la de un hito catalanista de nuevo cuño en el aniversario de las muertes de José Antonio Primo de Rivera y Francisco Franco. Acostumbrados a imponer desde el poder, y con cargo al Presupuesto, su idea de catalanismo rampante, Mas y los suyos se disponen, quizá para alejar el aburrimiento de las cesantías, a intentarlo desde la oposición. ¿Por qué no? Mas, como todos los notables de los nacionalismos más o menos separatistas, tiene que inventar la pólvora para poder seguir siendo cabeza de ratón. Así, el león se queda sin cola, que es, posiblemente, de lo que verdaderamente se trata.
jueves, septiembre 06, 2007
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