jueves, septiembre 06, 2007

Fernando Maura, De encuentros y desencuentros

De encuentro y desencuentros
06.09.2007 -
FERNANDO MAURA

Veinticinco años después de que formalizara mi candidatura al Senado por Guipúzcoa en aquella coalición bautizada como la 'sopa de letras' -AP, PDP, PDL y UCD- y en representación del Partido Demócrata Liberal que presidía Antonio Garrigues, inicia sus tareas un nuevo partido político auspiciado por los responsables de la plataforma '¿Basta Ya!' y la ya ex dirigente del PSOE Rosa Díez.Ese cuarto de siglo ha pasado para mí cuajado de acontecimientos y emociones diversas. Después de aquellas elecciones de 1982 fui elegido concejal en el Ayuntamiento de Bilbao por el partido liberal entre 1983 y 1987; participé en el intento -fallido- de crear un partido de centro en el País Vasco que preconizara Jaime Mayor Oreja; me sumé después a la refundación del Partido Popular en esta Comunidad Autónoma, desempeñando el cargo de secretario general, fui codirector de la campaña de las autonómicas de 1990 con Mariano Rajoy y he sido parlamentario vasco por ese partido hasta la actualidad, puesto desde el que tuve el honor de presentar una moción de censura al lehendakari Ibarretxe en el año 2000.Más allá de los cometidos y de los avatares he tenido siempre la obsesión de colaborar en la construcción de un centro político que para mí se encuentra representado en la ideología liberal.El Partido Popular, producto de la unión de AP con democristianos y liberales, ha tenido desde su origen dos almas diferentes: la derechista -básicamente representada por los primeros- y la centrista -en la que hemos venido trabajando los segundos-.Consciente de que las elecciones se ganan en el centro, José María Aznar orientó el partido desde su refundación al objetivo de ocupar ese espacio. Lo consiguió y ganó las elecciones de 1996, realizando una gestión admirable que le llevó a obtener la mayoría absoluta en las generales de 2000.Ahí empezaría una deriva hacia la derechización del PP. Desconozco las causas de ello -habrá historiadores que las investiguen y expliquen- pero en esa época el presidente del Gobierno introdujo a España en una guerra, en contra del derecho de gentes, en una decisión que se justificaba en la doble impostura de la existencia de armas de destrucción masiva en Irak y la connivencia del régimen de Hussein con Al-Qaida.Ha habido quien me ha reprochado personalmente el no haber hecho público mi disgusto ante el hecho, una vez que -como dicen los andaluces- iban cayendo los 'palos del sombrajo' de las mentiras sobre las que descansaba la operación militar. Bien es cierto que en el País Vasco me ocupaba y preocupaba más en aquellos tiempos el velar los cadáveres y asistir a los funerales de los compañeros asesinados por ETA, colaborar en los actos de '¿Basta Ya!' y formar parte de los órganos de encuentro entre socialistas y populares en la Fundación para la Libertad, además de algún doloroso duelo familiar. Por otra parte, una vez concluida la penúltima tregua de la banda asesina, la política antiterrorista del Gobierno fue la más adecuada de las posibles.Pero la deriva derechista ha proseguido, condenando al alma centrista de la organización al ostracismo. Veamos algún ejemplo de lo que digo. El Partido Popular no circunscribe su tarea de oposición al ámbito de las instituciones y ha escogido la calle como el terreno privilegiado para el desgaste del Gobierno -en alguna ocasión para manifestar incluso su discrepancia con resoluciones judiciales-. Sin perjuicio de su opinión respecto de las uniones entre homosexuales -que comparto- riza el rizo elevando recurso de inconstitucionalidad respecto de la ley. Y practica un seguidismo, digno de mejor causa, respecto de la jerarquía de la Iglesia en lo que se refiere a la asignatura de Educación para la ciudadanía. No es necesariamente derechista, aunque sí errática, su actitud en materia autonómica, y no vale para Cataluña lo que parece ser bueno para el País Valenciano.Hay quien me ha formulado una reflexión en clave familiar -aunque esa persona no proceda precisamente de mi familia-. Según ésta, quienes llevamos apellidos de larga trayectoria política nos veríamos obligados a hacer honor a su memoria, trabajando en su mismo campo, ¿como si a las numerosísimas trabas que nos impiden ser libres, hubiera que añadir el lastre que arrastra de las generaciones precedentes!Pero es que, además, yo no sé muy bien a quien debería parecerme. ¿A mi tío Jorge Semprún, ex comunista y ex ministro de Felipe González? ¿A mi prima Luisa Isabel Álvarez de Toledo, más conocida por 'la duquesa roja'? ¿A mi también primo Ramiro Pérez-Maura, cofundador del Partido Liberal? O más atrás, ¿a mi tío abuelo Miguel Maura que, sin dejar la derecha, abandonaría el campo monárquico, adhiriéndose al republicano? O aún más atrás, ¿a mi bisabuelo don Antonio Maura, que cuando pasaba del Partido Liberal al Conservador dijo que «hoy, la libertad se ha hecho conservadora»? -Con razón el hispanista Hugh Thomas ha dicho de nosotros que somos una 'peculiar family'-. No podría tener la petulancia de afirmar que hoy la libertad se ha hecho progresista. Liberal bilbaino, como me siento, sé que el liberalismo se ha forjado entre nosotros en contra del carlismo. No podemos por lo tanto caer en la tentación reaccionaria. Liberales -no 'neo liberales', que son en realidad 'neo conservadores'- que han pactado con socialistas en contra de los nacionalistas, como hiciera mi tío abuelo Gregorio Balparda con Indalecio Prieto.Hasta aquí mi particular árbol político-genealógico. Estoy seguro que ningún ancestro se levantará de su tumba para afear mi actitud. Más allá de ideologías y actitudes circunstanciales ellos siempre hicieron lo que consideraron correcto.En cuanto a mis desencuentros personales y políticos y de la marginación sistemática de que he sido objeto por la cúpula del grupo parlamentario a lo largo de esta legislatura, prefiero no extenderme. Forman parte de la lamentable mezquindad que tantas veces se produce en las relaciones humanas. En todo caso diré que siempre he estado dispuesto al acuerdo y a la recomposición de las relaciones. Habrá que pensar, con lógica, que quienes practican el 'mobbing' no tienen precisamente un excesivo interés en componer los vidrios que ellos mismos han roto. Lo que aquí escribo se lo he contado a todo el que ha querido escucharme.Veinticinco años después, y prestados innumerables servicios a ese partido, no hay en mí amargura, pero sí consciencia; no hay tristeza, pero sí una voluntad inequívoca de actuar desde lo que entiendo más correcto: colaborar ahora a entregar el testigo a la generación futura desde un proyecto sugestivo o simplemente marcharme a casa. Ese es mi dilema.

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