miércoles, septiembre 26, 2007

El valor de la Corona

jueves 27 de septiembre de 2007
El valor de la Corona
LA visita institucional que los Príncipes de Asturias realizaron ayer al País Vasco cobra especial relevancia en una actualidad marcada por la crispación antimonárquica que está fomentando el independentismo catalán, coincidente con la reclamación de que el Rey «abdique» lanzada desde la cadena de radio de la Conferencia Episcopal por alguno de sus comunicadores. Por esto, lo que sólo habría de ser un acto de absoluta normalidad en la agenda del Heredero de la Corona -la inauguración de la sede de Caja Vital y la entrega de diplomas de la Asociación de Lucha contra el Cáncer- debe ponerse de manifiesto como una nueva muestra de la perfecta inserción de la Monarquía en la sociedad española, contrapunto a quienes propugnan violentamente la implantación de un régimen republicano y cuestionan sin razón la figura de Su Majestad el Rey, quien ayer asistió en compañía de la Reina al funeral de Estado en memoria de los dos soldados muertos en Afganistán para transmitir apoyo y afecto a sus familiares y amigos.
Es evidente que el republicanismo es una opción ideológica legítima y que siempre ha habido partidos que, en democracia, han propugnado la instauración de la República. Lo que hasta ahora no había sucedido es una manifestación tan pública y tan constante de violencia antimonárquica como la que se ha vivido en Cataluña. Menos aún, que estos episodios delictivos de quema de imágenes de los Reyes cuenten con la comprensión y el respaldo político de un partido que, como ERC, es socio preferente del Gobierno central y miembro del tripartito autonómico catalán. La conclusión es preocupante porque este maridaje de un partido que afirma ser nacional -y que tiene la responsabilidad de gobernar España- con un grupo separatista y antimonárquico ha hecho que las ideas extremistas hayan pasado de la marginación a la homologación de la mano de los socialistas y, con ello, a una impunidad política realmente irresponsable y perjudicial para la defensa del sistema constitucional. La estancia de los Príncipes de Asturias en el País Vasco resalta, en este contexto, la superioridad que, en todos los órdenes, acompaña a la Corona frente a quienes intentan deslegitimarla con argumentos de nacionalistas irracionales, o con argumentos sencillamente injuriosos.
En la situación actual no es posible separar la campaña contra la Monarquía de otros procesos políticos en marcha, estén unos más patentes que otros, e incluso aunque no exista entre ellos una relación directa de causalidad. Lo cierto es que se alimentan unos a otros. La excitación de una «memoria histórica» revanchista, el afán por derogar la Transición y el consenso constitucional para abrir un período constituyente encubierto y el empeño en provocar la transformación forzosa -es decir, sin acuerdo de la soberanía nacional, que reside exclusivamente en el pueblo español, en su conjunto- del Estado autonómico en una confederación asimétrica son apuestas de la izquierda y sus aliados nacionalistas que no hacen, ni pueden hacer, excepción con la Monarquía, porque ésta encarna todos y cada uno de los valores que esos procesos de ruptura han marcado como objetivos que deben ser demolidos.
El efecto perverso que podría producir esta feroz campaña antimonárquica, en la que han aflorado previsibles coincidencias entre polos opuestos, es que, en vez de poner bajo la lupa y la crítica de la opinión pública a aquellos que la están promoviendo, acabe sometiendo a la Corona a un escrutinio constante, tan irresponsable como injustificado. En un Estado, como el español, con graves problemas de separatismo y de inestabilidad en el modelo de organización territorial, son inadmisibles estos ataques a la institución que representa, mejor que ninguna otra, la continuidad histórica de la nación española y de su unidad, y su amparo concierne no sólo a los poderes públicos, empezando por el Gobierno, sino a todos aquellos que no se sientan identificados con el actual estado de crispación y enfrentamiento.

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