martes, septiembre 04, 2007

Edurne Uriarte, Amistades peligrosas

martes 4 de septiembre de 2007
Amistades peligrosas

POR EDURNE URIARTE
La tentación del coqueteo con el dinero y el glamour se apodera frecuentemente de los políticos poderosos. Como Nicolas Sarkozy, que tiene la extraña habilidad de transmutar su brillantez política en torpeza para la vida personal. Primero confundió a su esposa con su ministro de Exteriores y la envió a Libia. Y este verano se ha dejado atrapar por unas vacaciones de ricos y famosos en Boston, invitado por millonarios franceses.
Ha cruzado imprudentemente las delicadas fronteras de lo público y lo privado, hasta en el veraneo. Como otros muchos antes y ahora, no ha entendido que los presidentes ni siquiera pueden veranear donde quieren o con quien quieren. Para eso existen las costosas residencias oficiales y de ahí las continuas polémicas que provocan. Pero, sobre todo, un presidente representa a su nación incluso cuando está de vacaciones.
O cuando acepta regalos en forma de invitaciones veraniegas. Hasta las empresas privadas tienen códigos éticos para regular la recepción de los regalos que consideran potencialmente peligrosos por definición. Perversos para la vulnerable moral de la especie humana.
Y sospechosos siempre para quienes tienen entre sus manos decisiones políticas y económicas esenciales. El lado más delicado del ejercicio del poder político para el hombre de estado no es sólo recordar cada minuto que el poder es de los ciudadanos y no suyo. También lo es resistir la atracción de las élites del dinero y de la sofisticación que llaman a las puertas de su poder y no de su persona. Por lo mismo, porque ese poder que veranea en la mansión bostoniana tampoco le pertenece a él.

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