Desequilibrios laborales
05.09.2007 -
El incremento del desempleo en agosto en 57.958 personas con respecto a las cifras del mes precedente constituye por sí mismo un dato negativo. Pero su limitación a un período tan excepcional como el verano y su difusa casuística dificultan una interpretación unívoca de las cifras y de sus eventuales efectos sobre la evolución del ciclo económico y del propio mercado laboral. Es posible que las peculiaridades del pasado mes de agosto, derivadas de factores tan dispares como la adversa meteorología y la zozobra del sistema financiero internacional, hayan retraído las contrataciones hasta unos niveles que han empañado la tendencia que había permitido bajar de los dos millones de parados y mantener un pujante ritmo de afiliaciones a la Seguridad Social. Sin embargo, la comparación con años anteriores evidencia que el índice de desempleados del último mes constituye uno de los más desfavorables de toda la legislatura, lo que debería llevar al Gobierno a no subestimar los indicadores que apuntan tanto a una desaceleración del vigoroso crecimiento económico, como a las disfunciones latentes en el entramado laboral.En la última década, España ha generado casi 6,8 millones de empleos y ha incorporado al mercado a 5,5 millones de nuevos trabajadores, repartidos casi a la par entre mujeres y ciudadanos inmigrantes. Ese incremento intensivo, estrechamente ligado al sector de la construcción y a los servicios y lastrado en la mayoría de las ocasiones por la baja cualificación profesional, no se ha visto simultaneado por un refuerzo en la productividad. Las dificultades podrían empezar a aflorar si la ralentización fuerza un reajuste en el mercado de trabajo tan acusado que expulse del mismo a todos aquellos cuyas particulares condiciones personales y su limitada capacitación impida reorientar o acomodar su actividad. Las cifras sugieren que el desarrollo industrial no ofrece aún las condiciones para absorber el eventual volumen de trabajadores afectados por el final del 'boom' inmobiliario, aun cuando éste pudiera ser compensado con una mayor movilización de las inversiones en obra pública. La aportación de la mano de obra inmigrante sólo redundará en una integración real si se promueve su formación y se favorecen sus expectativas laborales, una exigencia extensiva al conjunto de los trabajadores españoles. Sería la forma adecuada de corregir el endémico déficit en productividad y capacidad competitiva.
martes, septiembre 04, 2007
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