miércoles, septiembre 26, 2007

Carlos Luis Rodriguez, El jubileo fiscal

jueves 27 de septiembre de 2007
CARLOS LUIS RODRÍGUEZ
a bordo
El jubileo fiscal
Hay un jubileo de tipo fiscal que no tiene en Santiago su punto de llegada, sino de partida. Mientras algunos buscan a través del Camino una desgravación espiritual, otros se cruzan con ellos en dirección a pequeños paraísos fiscales, que pueden encontrar con sólo pasar Pedrafita.
Florecen soberanías tributarias incluso en comunidades tan poco históricas como Castilla (las dos), que parecen haber encontrado en la supresión de impuestos la seña de identidad que les faltaba. No tardará en aparecer en el hito fronterizo un cartel que dé la bienvenida a la comunidad sin impuesto de sucesiones, o que anuncie la próxima desaparición del de patrimonio.
España es ya una pluralidad fiscal donde reina la competencia entre ofertas seductoras. Sólo falta que, en lugar de ser una pugna subterránea, se publicite con campañas similares a las turísticas, de forma que no sean sólo el sol, el verdor, la cultura o la tranquilidad el acicate para ir de aquí para allá, sino el pagar menos al fisco. Déjate llevar... por las deducciones.
No era esto lo que preveían quienes reclamaban las soberanías fiscales, como un añadido más al autogobierno político. Por lo general, se pensaba que tal soberanía significaba gravar más, recaudar más, contar con más dinero público, pero al final se ha impuesto el liberalismo y quienes mejor manejan las nuevas potestades tributarias son las comunidades que se despojan de sus impuestos cedidos, como en una danza de los siete velos donde Esperanza Aguirre es una de las principales odaliscas.
Es paradójico que sea Madrid uno de los territorios más beneficiados por la ruptura del centralismo tributario. Un balance somero de lo que llevamos de Estado de las Autonomías indica que entre el centro y la periferia se ha producido un curioso intercambio en el que el poder político se dispersa, y el económico se concentra. El strip-tease fiscal es una de las explicaciones.
La batalla presupuestaria es interesante, qué duda cabe. Son admirables esos expertos del CSI que le hacen la autopsia a las cuentas, y transforman en territorial un documento que fue concebido como sectorial. No falta emoción en esa pugna que se traen algunos por demostrar que fueron ellos y no otros, los que arrancaron el botín del galeón defendido por Pedro Solbes.
En todo caso, ésa es una batalla visible que cuenta con reporteros que dan cuenta de sus evoluciones, muy diferente a la que se libra con el impuesto de sucesiones, el de donaciones, o incluso el de patrimonio, puesto ya en la picota por la presidenta de Madrid y el líder del socialismo madrileño. La guerra fiscal es una guerra fría, pero trascendental para el futuro de Galicia.
¿Qué hacer? Es imaginable el dilema de quienes tienen el corazón partío entre unas convicciones económicas de izquierda, según las cuales el impuesto es una pieza esencial de la solidaridad y la redistribución, y una realidad en la que llevan ventaja los territorios que prefieren atraer capitales ajenos y anclar los propios.
Es posible que esto empiece a parecerse a una feria tributaria, como dijo en alguna ocasión el presidente Touriño. La pregunta es si alguien la va a cerrar, si van a venir Zapatero o Rajoy con un látigo en la mano a desalojar a los consejeros que exhiben en la lonja las ventajas fiscales de instalarse en Madrid, Ponferrada o Puente de Domingo Flórez. No es probable que tal cosa ocurra, con lo cual no quedará más remedio que convertirse en feirante, y evitar ese jubileo fiscal que tienta a muchos.

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