miercoles 5 de septiembre de 2007
Accidentes de tráfico: otro agosto negro
LOS datos sobre accidentes de tráfico en el mes de agosto echan por tierra cualquier triunfalismo: 267 muertos (diecinueve más que en 2006), treinta de ellos en la «operación retorno» (uno más que el año pasado), son cifras inaceptables desde cualquier punto de vista. Las declaraciones optimistas del ministro del Interior y los elogios desmesurados a la eficacia del carné por puntos no resisten la prueba de los hechos. Quedan demasiadas cosas por hacer en este terreno. Ante todo, una política seria de educación vial desde la familia y la escuela, sin confiarlo todo a esos anuncios tremendistas que nadie termina de tomarse en serio. Las administraciones públicas tienen que asumir su cuota de responsabilidad. Las carreteras españolas —en especial, muchas de las red secundaria— necesitan una puesta al día, eliminando «puntos negros» y realizando labores de mantenimiento, poco lucidas para los políticos pero imprescindibles para los usuarios. La psicología colectiva considera los vehículos potentes como prueba de éxito social, sin que los límites de velocidad supongan un freno eficaz para las conductas temerarias. La combinación de éstos y otros factores provoca una tragedia en vidas humanas a la que nadie logra poner remedio. Son indudables los esfuerzos de la DGT, pero es evidente que no basta con la buena voluntad cuando los datos confirman de forma rotunda el fracaso de los responsables.
La sociedad desconfía por definición de las medidas punitivas. La mayoría de los ciudadanos estima que Tráfico actúa con afán recaudatorio, y de ahí que exista una cierta indulgencia hacia los infractores. La DGT ni siquiera ha sabido ganarse la confianza de las asociaciones del sector. Por supuesto, cuando los ministros —como ha sido el caso de Pérez Rubalcaba— tratan de ponerse medallas que no les corresponden, esa desconfianza está más que justificada. Es imprescindible que los ciudadanos vean a los agentes como garantes de la seguridad de todos, y no como enemigos a los que hay que eludir. La eficacia es un arma convincente: un paso importante consiste en que la sociedad perciba la cercanía de los agentes a la hora de los atascos o accidentes y que se eviten en cambio los controles rutinarios y burocráticos. En todo caso, la confianza se genera por convicción y no puede imponerse a golpe de sanciones. Bien está la reforma del Código Penal para castigar la temeridad en casos de muy alto riesgo, pero la amenaza de la cárcel tampoco frena unos hábitos muy arraigados. La mezcla de alcohol y la velocidad es otro frente abierto en el que falta mucho por hacer y, en especial, los jóvenes son un sector al que hay que dirigir campañas específicas. Conviene también abrir una colaboración fructífera con la industria del automóvil, dejando a un lado tópicos e incomprensiones recíprocas. El carné por puntos puede ser un paso en la buena dirección pero, como confirman por desgracia los datos de agosto, no es en absoluto la panacea de todos los males.
martes, septiembre 04, 2007
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