martes, octubre 03, 2006

Por qué combatimos

miercoles 4 de octubre de 2006
CRÓNICAS COSMOPOLITAS
Por qué combatimos
Por Carlos Semprún Maura
Aceptemos un instante, con fines polémicos, los argumentos de nuestros enemigos, que consideran que el terrorismo es "el arma que tienen los pobres", que poner bombas en trenes, metros, aviones, discotecas y mercados es lo mismo que bombardear bases militares, que matar a la población civil es lo mismo que matar soldados o civiles armados, puesto que siempre hay víctimas, muertos y heridos.
Creo que nunca hasta ahora esta propaganda había cobrado tanta importancia, y proclamado tales disparates, como en la guerra en el Líbano. El Hezbolá agresor, después de haber atacado Israel por sorpresa con un golpe de mano, que causó varios muertos y capturó dos rehenes, se dedicó a lanzar cohetes iraníes al buen tuntún contra las ciudades del norte de Israel, y si no hubo más muertos fue porque este país vive en estado de guerra desde 1948 y los refugios contra los bombardeos están mejor organizados que en otras partes. Pero la masiva propaganda mahometana, junto a la masiva propaganda occidental antiisraelí, acusó a Israel de bombardear exclusivamente a la población civil libanesa, con la voluntad de matar el máximo de niños.

La verdad es que Israel, antes de bombardear, avisó siempre a la población civil, para que tuviera tiempo de irse, y si bombardearon los barrios del sur de Beirut y otras zonas fue porque creían que allí estaban los depósitos de explosivos y los cohetes de Hezbolá, y se equivocaron. Uno de los fallos más graves –hubo otros– del ejército israelí en este episodio de su eterna guerra de legítima defensa fue el de su servicio de inteligencia, que no supo que el Hezbolá, antes de atacar, a las órdenes de Teherán, había cambiado el lugar de sus depósitos de armas, y que sus milicias, magníficamente armadas por Siria, y sobre todo Irán, podían moverse rápidamente, siempre rodeadas de civiles, que les servían de rehenes y escudos humanos. Esto no ha impedido a los intelectuales de izquierda europeos, o yanquis, a los políticos de derecha galos y a un larguísimo etcétera por el ancho mundo saludar la "heroica resistencia" de Hezbolá –como de Hamás– (que nada tienen que ver con Al Qaeda, como acaba de declarar el ministro comunista de Exteriores italiano, D'Alema) y condenar a Israel y su política nazi.

Este es un ejemplo, pero hay muchos más, como ha podido verificarse con motivo del quinto aniversario de los atentados del 11 de septiembre de 2001.

Aceptemos, pues, un segundo la perversa propaganda del enemigo, que afirma que toda guerra es inhumana, y hasta que los "buenos" tienen derecho a emplear métodos "malos", ya que la justicia, la historia y la razón práctica están de su lado. Esto no quita que el problema esencial no sea el de los métodos, sino el de los fines (aunque, en mi opinión, estén estrechamente ligados).

¿Porqué y para qué combatimos? Los movimientos terroristas citados y sus "hermanos musulmanes" del mundo entero explican claramente sus objetivos: quieren imponer en el mundo musulmán (porque ni Irán, ni Indonesia, ni Tailandia ni Filipinas, por poner sólo unos ejemplos, son árabes) sociedades talibanas; y no sólo en el mundo musulmán: también pretenden conquistar Europa, y ya están conquistando África, y destruir al Gran Satanás, los USA. La destrucción de las Torres Gemelas de Nueva York fue el primer acto, sangriento y simbólico, de esa deseada destrucción del Imperio.

Evidentemente, en Europa y EEUU los traidores a la causa de la democracia, los eternos "colaboracionistas", los adoradores del becerro de oro de los petrodólares no nos dicen que militan a favor de las sociedades islámicas, en las que todas las libertades democráticas están suprimidas, en donde las mujeres son siervas explotadas y humilladas, y los niños soyuzgados –la situación de la infancia en los países musulmanes, "moderados" o no, es una monstruosidad censurada–; escurren el bulto con sofismas sobre el respeto, cuando no la alianza, con las otras "civilizaciones", pero la barbarie jamás ha sido civilización, sino su contrario.

Nosotros combatimos por la democracia, que, pese a sus fallos, consideramos infinitamente preferible a la barbarie islámica. Pero, todo hay que decirlo, combatimos mal, por ahora, aunque haya que tener en cuenta que estamos en los inicios de una guerra de por lo menos cien años, y cuando los servicios de inteligencia norteamericanos consideran en un informe "confidencial" que la intervención militar en Irak ha tenido como consecuencia el desatar y agravar el terrorismo islámico, cabe preguntarles, ante todo: ¿por qué han hecho tan mal su trabajo de "inteligencia"? ¿Porqué fueron tan ciegos y no vieron que, si apenas hubo iraquíes para defender la tiranía de Sadam Hussein, todos los movimientos terroristas islámicos, apoyados por estados musulmanes, iban a concentrar sus esfuerzos precisamente en Irak, donde se encontraban tropas aliadas occidentales en situación difícil?

Lo mismo ocurre en Afganistán, y los gobiernos como el francés y el español, que no fueron o se retiraron de Irak pero tienen tropas en Afganistán, demuestran su supina idiotez, porque se trata de la misma guerra para los islamistas, que tienen la capacidad de proseguir sus actividades terroristas en Irak, con el aquelarre del atentado diario, como de nuevo en Afganistán, mientras cometen atentados en Madrid, Londres, Bari y otras ciudades.

Los que consideran que ese terrorismo nada tiene que ver con el islam son cómplices del terrorismo, y por lo tanto traidores; los que, apoyándose más o menos en los mismos argumentos, proclaman que la idea de guerra es errónea y que la necesaria actividad antiterrorista es de carácter únicamente policial, como la lucha contra el gran bandidismo y el tráfico de drogas, son imbéciles. Porque ésta no sólo es una guerra larga, no se divisa ningún fin, es una guerra total, con aspectos militares, policiales, diplomáticos (véase la vergüenza occidental ante Irán y sus armas nucleares), políticos y, casi diría yo, sobre todo ciudadanos.

Todos debemos defender y mejorar nuestras democracias, y, en este sentido, también lo hacemos bastante mal. La libertad de expresión, y por lo tanto de crítica, constituye uno de los fundamentos del Estado de Derecho democrático, contrario a cualquier tipo de fundamentalismo, religioso o no. La crítica podrá ser exagerada, o falsa; lo peor es la censura y la autocensura. Y es precisamente lo que domina en Europa, por miedo, como vimos con el escándalo de las caricaturas, o ahora, cuando la Ópera de Berlín retira la obra de Mozart Idomeneo por temor a las amenazas musulmanas.

En este caso, la canciller Angela Merkel ha condenado la autocensura por miedo; antes, el primer ministro danés dio a todos sus colegas una lección de liberalismo cuando se negó a tomar la menor medida contra el periódico que había publicado esas caricaturas "blasfematorias", porque la libertad de expresión es sagrada.

Es en esa diminuta y ejemplar Dinamarca (recordemos que el rey se negó en 1941-42 a que a sus ciudadanos judíos se les impusiera la infamante estrella amarilla, con riesgo de su propia vida, y los nazis se rajaron. Reyes así no son frecuentes, la verdad sea dicha, y ya entienden a quién me refiero), es en ese país que una pareja de políticos socialdemócratas (y ¿qué? Tony Blair también lo es), ella, Karen Jespersen, ex ministra de Interior y Asuntos Sociales, es diputada, él, Ralf Pittelkow, fue asesor del valiente primer ministro Rasmussen ya citado y es columnista en el Jyllands-Posten, el periódico que publicó las dichosas caricaturas, han publicado un libro contra el islamismo radical y la cobarde "ingenuidad" occidental.

Yo, claro, no he leído aún ese libro, que está traduciéndose, pero las declaraciones a la prensa de sus autores merecen nuestro aplauso. Por ejemplo: "Nazismo, comunismo e islamismo son ideologías totalitarias que pretenden invadir hasta los más mínimos detalles de la vida". Y subrayan que a los islamistas hay que "plantarles cara", y no asustarse y doblegarse. Lo mismo digo yo, tozudamente, o decimos nosotros, un puñado en España, pero no lo dice Rodríguez Z. ni sus consejeros y plumíferos, ni Chirac, ni los comunistas italianos disfrazados para poder gobernar, casi nadie lo dice. Bueno, lo dice Aznar, por supuesto, pero no todos en el PP.
Pues esta batalla ciudadana también forma parte de la guerra total en defensa de nuestras libertades, amenazadas desde el interior como desde el extranjero.

Gentileza de LD

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