viernes 13 de octubre de 2006
De jaquecas y otras excusas
Miguel Martínez
C ONOCERÁN ustedes un famoso chiste – y si no, un servidor se lo cuenta en este mismo acto- en el que el marido se acerca a la cama donde ya se encuentra acostada su esposa, llevando un vaso con agua y una aspirina. - Tu aspirina, cielo. - ¿Mi aspirina? Pero si a mí no me duele nada. - ¿Esta noche no te duele la cabeza? ¡Pues hoy no te salvan ni los GEO! Y es que eso del dolor de cabeza, además de una molesta dolencia, suele ser la más recurrente excusa a la hora de evitar cohabitaciones íntimas no apetecidas o deseadas. Y si mal pintaba el asunto para cónyuges de migrañosas esposas, peor aún se pone el tema al haberse publicado un estudio, llevado a cabo por el doctor Julio Pascual, neurólogo del Hospital Universitario de Salamanca, que pone de manifiesto reveladoras y funestas consecuencias. Esos maridos, permanentemente rechazados a causa de persistentes migrañas, que con los ojos muy abiertos y semblante esperanzado hayan empezado a leer el susodicho informe -en el que se desvela que los últimos avances neurológicos y farmacológicos permiten tratar y curar hasta un ochenta por ciento de las migrañas- habrán caído desconsolados cuando, ahondando en la lectura, hayan concluido -como concluye el informe- que, al margen de la consabida migraña, existen 160 motivos clínicos diferentes que pueden provocar dolor de cabeza, o, lo que es lo mismo, que el varón solicitante puede encontrarse ante 160 causas distintas que le impidan saciar su instinto amatorio -o quién sabe si reproductivo- que en este tipo de cuestiones hay quien defiende que eso de enamorarse no es más que una trampa que la naturaleza tiende a los humanos para que procreemos. Y por mucho que los programas televisivos sobre sexo se empeñen en afirmar que eso del deseo y las ganas no entiende de géneros, no deja de ser sintomático que en cualquier reunión de amiguetes se le diga al que parece más feliz, aquello de “Se te ve contento, pillín. Se nota que anoche te dejaron mojar”. De todas maneras, por aquello de la paridad, y partiendo de la base de que –aunque quizás en menor medida- también deben existir señoras que, lejos de sentirse identificadas con la excusa jaquecosa, sean ellas las sufridoras de pretextos tendentes a evitar traqueteos cameros, voy a tratar de expresarme, en adelante, en género neutro, con el fin de que los consejos recogidos en esta columna puedan ser aprovechados por todos/as mis reincidentes, independientemente de que hagan pis de pie o sentados. No es casualidad, y así lo refleja el estudio, el hecho de que, en la mayoría de los casos, ese fastidioso dolor de cabeza se dé en mujeres jóvenes o de mediana edad, por tanto debemos concluir que no pocas veces en las que el varón recibe la migrañosa respuesta a sus sicalípticas peticiones -lo que éstos se tomaban como evasivo subterfugio para soslayar contactos íntimos- resulte ser una dolencia tan real como incapacitadora del ánimo lúbrico. Siendo esto así, lo que resultaría inteligente no es sino identificar esas 160 causas para así poder actuar preventivamente sobre ellas. Aquellos/as de mis reincidentes que sientan curiosidad –o necesidad- de conocerlas no tienen más que seguir leyendo. Aunque en un porcentaje no muy elevado, parece ser que existe un factor hereditario en esto de las migrañas. En este caso no hay medida preventiva que permita solucionar el problema, por lo que la única forma de actuar sobre este factor es hacerlo durante el noviazgo, investigando en la genealogía de la pareja con la finalidad de detectar antecesores/as migrañosos/as. En este caso, una retirada a tiempo puede ser una victoria. Si usted, joven reincidente, tiene novio/a cuyo/a padre/madre sea propenso/a a las jaquecas hará una inversión de futuro poniendo tierra de por medio, no se fíe usted de las apariencias en su actual e incipiente relación, que ya se sabe que durante esos años de noviazgo las cualidades se magnifican y los defectos (incluso los neurológicos causantes de las jaquecas) se menosprecian. Si alguno de sus futuros suegros es padecedor asiduo de dolores de cabeza tiene usted menos futuro en el terreno sexual que el caballo de un fotógrafo. Téngalo en cuenta y valore si el resto de cualidades de su pareja – o de los padres de la misma- (chalés en la playa, deportivos de lujo, cuentas corrientes saneadas, acciones de Gas Natural compradas recientemente, etc…) le van a compensar en el futuro de su más que probable déficit carnal. Factor hereditario aparte, bastantes de esos 160 motivos tienen por lo visto su origen en dolores musculares en las zonas próximas a la cabeza como son cuello, hombros y parte superior de la espalda, y muchos de esos dolores acostumbran a ser consecuencia de alteraciones o vicios posturales, es decir, de esa tendencia que tenemos a sentarnos de manera encorvada, a caminar medio encogidos o a agarrar pesos de cualquier forma, flexionando el tronco cuando debiéramos flexionar las piernas. Documéntese sobre el tema y controle que las posturas de su pareja sean siempre las idóneas. No crea que velar por las posturas propias y ajenas sea una pérdida de tiempo. Si consigue que su pareja se siente ante el ordenador como es debido y que observe las más elementales normas profilácticas a la hora de deambular o de levantar pesos, se verá usted altamente recompensado cuando llegue la noche. Otro dolor de cabeza peculiar, pero no por ello poco frecuente, es el llamado “dolor de cabeza de los domingos”. Según el estudio, esta tipología se da a causa del cambio de ritmo existente entre los días laborables y festivos. Para solucionar esta patología dominguera tiene usted la opción de convencer a su pareja de que se apunte a hacer horas extras el domingo; además del beneficio económico que las horas extras le reporten, ya no existirá cambio de ritmo ni patología asociada. Aunque mejor que eso sería buscarle a su pareja un oficio o profesión en la que sólo se trabaje los domingos, así, aunque el domingo se encuentre afectada por la variación del ritmo, estará de lunes a sábado en condiciones óptimas para esa “Crazy little thing called love” que diría un friki de Queen. Si no han encontrado ustedes todavía entre lo leído, mis queridos reincidentes, la génesis posible del dolor de cabeza de su pareja, no se alarmen, porque el mayor número de casos de dolor de cabeza no son consecuencia de lo que les he contado, sino de lo que les voy a referir a continuación. En esto de los dolores de cabeza, cuenta el neurólogo Pascual, la palma se la lleva el estrés. Y para evitarle ese dichoso estrés a su pareja – y a usted reiteradas negativas- un servidor tiene la solución mágica. Tomen, si lo desean, papel y lápiz y apunten. Levántese tres horas antes que su pareja, de manera que cuando ella se despierte tenga usted la casa limpia y arreglada, el perro paseado y el desayuno en la mesa. Mientras su pareja desayuna tranquilamente ocúpese usted de los niños, que se vistan, que se peinen, que no se peleen, que no le tiren del rabo al perro, que desayunen sin mancharse, etc.… Téngale preparada, para cuando su pareja termine de desayunar, la bolsa del gimnasio, para que de esta forma pueda trabajar a diario la musculatura próxima a la cabeza (recuerde: cuello, hombros y parte superior de la espalda) actuando así preventivamente sobre los dolores de cabeza de origen muscular. Si tiene usted opción de escaparse del trabajo un segundito para llevar y recoger a su cónyuge del gimnasio, mejor que mejor: le ahorrará la estresante tarea de tener que buscar estacionamiento junto el gimnasio, cosa harto difícil en la mayoría de los casos. Ocúpese por la tarde de recoger a los niños y lléveselos con usted a hacer la compra. Esto permitirá que su cónyuge pueda disfrutar de una plácida siesta sin sobresaltos o de una sesión de masaje relajante que usted le habrá proporcionado contratando a un masajista coreano de brillante currículo. Aproveche su paso por el híper para –amén de hacer la compra- llevarle un detallito de esos que tanto le gustan, verá como este simple detalle aumenta en progresión geométrica sus posibilidades para la noche. No implique a su pareja en la farragosa tarea de descargar y colocar la compra, o menos aún en la de dar la merienda a los niños, que ya sabe usted lo estresante que resulta. Procúrele a su cónyuge un ambiente agradable para que se entretenga y se relaje (un buen libro y una copita en una sala insonorizada con música tenue sería ideal) mientras usted hace la cena, da de cenar a los niños y los baña. Prepare luego otra cena, ésta íntima sólo para ustedes dos, ya sabe: velitas, buen vino, Frank Sinatra sonando de fondo… y aproveche ahora que los niños están acostados y disponen por fin de algo de intimidad, pero intente que no se le haga muy tarde porque todavía le queda planchar, sacar de nuevo a pasear al perro y preparar la ropa de los niños para la mañana siguiente. Si hace usted esto, mi querido/a reincidente, tiene garantizado el éxito. Procure –eso sí- que el estrés no le afecte demasiado, o cualquier día, cuando menos se lo espere, entra su cónyuge en el dormitorio y le suelta lo de: - Tu aspirina, cielo.
jueves, octubre 12, 2006
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