lunes 23 de octubre de 2006
Cita catalana
La convocatoria anticipada de elecciones autonómicas en Cataluña para el 1 de noviembre fue la consecuencia de una crisis larvada en el seno de la coalición de gobierno tripartita presidida por Maragall, que desembocó en la ruptura de la misma tras abogar ERC por el voto 'no' en el referéndum del Estatut. De ahí que la primera noticia que habría que esperar del escrutinio electoral es que, sean cuales sean los resultados, el veredicto de las urnas propicie la estabilidad y la gobernabilidad de las instituciones. El funcionamiento de la democracia y la gestión pública de las necesidades y aspiraciones sociales deben sostenerse sobre la alternancia e incluso pueden atravesar por períodos de crisis política e incertidumbre respecto al rumbo que adoptan las instituciones. Pero cuando tales situaciones desembocan en un tiempo de desconcierto y caos prolongado es la ciudadanía la que se resiente tanto en la confianza que le merece la democracia representativa como en la solución que requieren sus problemas más inmediatos. Durante largos meses la política catalana ha sido noticia más por la convulsión interna en que vivían sus protagonistas y por la perplejidad o el disgusto que generaban en el resto de España que por la exposición razonada de demandas de autogobierno que han alcanzado, con la aprobación del Estatut, el cénit competencial de la historia de Cataluña. Corresponderá al nuevo Parlamento y al Gobierno de la Generalitat que resulte de las urnas la ardua tarea de desarrollar el nuevo marco jurídico ciñéndose en todo momento a la Constitución y aplicando lealmente cuantas consideraciones formule en ese sentido el Alto Tribunal ante los recursos contrarios al articulado del Estatut. Serán los catalanes quienes expresen sus preferencias políticas la próxima semana. Pero ni Cataluña ni el resto de España pueden permitirse que, bien como consecuencia de la dialéctica gobierno-oposición que derive de los comicios, bien como reflejo de la tensiones que se viven en el seno del propio nacionalismo catalán, se reabra el problema del autogobierno y el de su encaje en el Estado constitucional.La democracia parlamentaria es tanto más sólida y sus instituciones resultan más legitimadas cuanta mayor sea la participación ciudadana en las elecciones. Ya la reducida afluencia de votantes en el referéndum dejó la sensación de que quizá el plano de la política catalana se haya despegado en exceso respecto a ese otro de las inquietudes y demandas ciudadanas. Por eso, el dato de la participación el día 1 no sólo puede inducir efectos políticos en cuanto a su desigual incidencia sobre el voto a uno u otro partido. Permitirá también una evaluación general sobre el estado de la política en Cataluña, sobre el interés que despierta y sobre la entereza que muestra la política partidaria después de un período de crisis y confrontación sin precedentes desde el restablecimiento de la democracia.
domingo, octubre 22, 2006
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