sábado, octubre 21, 2006

El topico de la sabia juventud

sabado 21 de octubre de 2006
El tópico de la sabia juventud
Miguel Ángel García Brera
N O puedo por menos que indignarme ante la estupidez dominante en los sociólogos amateurs que, en periódicos y emisoras, acuñan sus resultados de pretendidas encuestas e investigaciones serias. En tal sentido, una de las aseveraciones más difundidas en los medios, desde hace algún tiempo, es la de que “los jóvenes “mileuristas” son los más preparados que ha tenido este país”, junto a la afirmación de que les resulta difícil alcanzar puestos de trabajo de más responsabilidad al estar copados por la generación anterior. Me resisto a compartir tal diagnóstico, y hablo desde mi propia vivencia y desde la experiencia de llevar ligado a la enseñanza media, profesional y universitaria, más de 40 años, lo que me ha permitido tratar con varias promociones jóvenes, y haber seguido - y, en algunos casos, propiciado- sus carreras y sus “salidas profesionales”. Si empiezo por recordar mi juventud, puedo afirmar que los estudios exigibles entonces, -es decir los del Bachillerato, que cursé de 1943 a 1950-, eran muy superiores a los que actualmente preceden a la entrada en la Universidad, aunque lógicamente no alcanzaran a materias de desarrollo posterior como la informática. El Bachillerato de aquellos días se iniciaba con un examen de ingreso que exigía ya una cierta cultura para un niño de 9 o 10 años, y finalizaba con otro de reválida que compendiaba un ingente cuestionario sobre todo el saber de la época. Aquélla era una prueba muy difícil de aprobar, que algunos sólo pasaban después de intentarlo más de dos veces. Entre el ingreso y la reválida corrían siete años de estudio de Matemáticas, Física y Química, Ciencias Naturales, Lengua Española y Literatura, Historia, Geografía, Latín Griego, Inglés y Francés. La diferencia entre el acervo cultural de los bachilleres de aquel tiempo y el de los actuales es notoria si se escucha conversar a unos y a otros. La propia Unión Europea ha destacado que nuestros escolares están situados en el furgón de cola de la Comunidad, y es evidente que, en gran parte, son un compendio de ignorancia y fracasos, ¿De dónde viene lo de que los jóvenes actuales son los mejor preparados que ha tenido este país? ¿Se referirá tan falsa conclusión a quienes llegan a una Facultad sin saber cuál es la capital de Honduras y cargados de faltas de ortografía, o a los que estudiaron Derecho y terminan la carrera para dirigir un Juzgado, gracias al carné político que facilita el cuarto turno, permitiéndose el lujo de hacer un corte de mangas al Letrado que les solicita la prueba de confesión? ¿Desconocerán los sociólogos la preparación recibida por muchos jóvenes en algún máster, territorio éste donde, habiendo programas magníficos, hay tantos que son casi una estafa por la escasa calidad que ofrecen? He sido profesor universitario con una asignatura a mi cargo durante 30 años, y aún lo soy en un curso de postgrado, y puedo asegurar que el nivel alcanzado por los actuales alumnos no guarda comparación con el exigido en el tiempo en que yo lo fui. Las absurdas leyes que rigen la enseñanza y la depreciación de la calidad docente, al haber abierto las puertas a un buen número de profesores de escasa formación en su materia, y mucho menor, si cabe, en valores humanos y capacidad de dedicación, han llevado a lo contrario de lo que el tópico al uso defiende. Lo cierto es que la juventud actual tiene una menor formación general que en el pasado, y ha reculado bastante en lo que se refiere a valores como la vocación, el esfuerzo, la jerarquía intelectual, el respeto y la tolerancia. Claro que, si medimos a la juventud por lo que sabe de teléfonos móviles, de navegar por Internet, de las consolas o de las cámaras digitales, o por su conocimiento de idiomas, tendremos que rendirnos a la evidencia: Están mucho más preparados en esos terrenos que quienes nos hemos incorporado a tales novedades ya con bastantes años encima. Y en cuestión de idiomas, pese a tener que estudiarlos en Bachillerato, es cierto que, a diferencia de aquella, en general muy buena enseñanza que tuvimos en el resto de materias, la de idiomas fue muy mala, en tanto que hoy es eficiente y se completa con el estudio in situ y los viajes. Pero el que crea que dominar idiomas o saber utilizar con soltura los nuevos inventos –y en la mayor parte de los casos sin conocer tampoco gran cosa de su tecnología, sino sólo su uso– es estar mejor preparado, no sabe lo que dice. Lo que si debo salvar como distinta a la valoración que – con notables excepciones – me merece la preparación de la juventud, es la referida a la mujer, cuya capacitación es cada día más notable y se hace destacar por la laboriosidad, y la inteligencia. Sobre la diferencia del haber profesional entre las jóvenes de hoy y sus abuelas, no hay duda alguna; lo que tampoco es un demérito para las generaciones pasadas que no tuvieran la oportunidad de acceso a la vida profesional, pero también supieron destacar en los cometidos que la sociedad les asignó. En lo que hace al empleo y al ascenso, no creo que la generación “baby boom” tapone más a la “mileurista” que lo que nos taponó, a los nacidos en la década de los 30, la que hizo la guerra civil; y así sucesivamente. Toda generación obtura de algún modo el rápido acceso de la siguiente a los puestos directivos, pero, al mismo tiempo, le ofrece pautas, posibilidades y futuro. Algunas generaciones, por causa de las guerras, las epidemias, las variaciones demográficas, las emigraciones, etc., se enquistan o se abren más que otras, pero ese no es el caso de la anterior a la que ahora se queja de no poder ascender. En mi tiempo las oportunidades eran muy inferiores a las actuales, y pongo como ejemplo el caso de los alumnos de náutica, que, tras acabar sus estudios, ni siquiera podían obtener el título, porque necesitaban hacer prácticas y apenas había barcos, cuestión que se repetía cuando, al fin conseguían ser titulados de Oficiales y deseaban obtener serlo de capitanes de la Marina Mercante, equivalente a la Licenciatura. En ese caso, no es que no se encontrara trabajo; es que no existía ni la posibilidad de hacer las necesarias prácticas para obtener el certificado académico. Ahora las oportunidades para los jóvenes son muchas y variadas: Desde el empleo público, con amplias convocatorias, hasta la empresa privada y la generada por la propia originalidad personal que se promueve con importantes ayudas a quienes se deciden a emprender uno de los muchos trabajos y negocios que un profesional puede iniciar. El problema está en que todo eso requiere esfuerzo, decisión, vocación y recepción de buenos ejemplos. En mis tiempos, desde luego, no recibimos el de los Vera, ni de los Conde, ni de Magistrados o abogados corruptos, ni de médicos acusados de sedación finalista, ni de policías que exigen favores sexuales a inmigrantes, ni de concejales que cobran “mordida” por recalificar terrenos verdes, ni de profesores incapaces de detener el acoso en las aulas, ni de padres olvidadizos con su deber de educar, incapaces de prevenir y, demasiadas veces, consentidores de faltas de respeto a ellos mismos o al profesor, de vagancia, o de consumo de alcohol o drogas. El futuro de nuestra juventud no está en el máster ni en los idiomas, sino en mejorar esa formación profesional y adicionarla con la educación en valores, necesaria a todo ser humano que quiera hacer honor a su condición de tal. Acabaré con un ejemplo: Estos días he recibido la llamada telefónica de un joven dinámico, que pretendía venderme su asesoramiento en Bolsa. Por su información, estoy convencido de que está preparado para su trabajo, pero su forma de plantearme la oferta con preguntas impertinentes, su reacción frenética, al asegurarle yo que no me interesa asesoramiento alguno que deba pagar por anticipado, como era el caso, su insistencia en redoblar los argumentos para convencerme, le dejaron tan fuera de juego, que me vi. obligado a ser ineducado. Tras advertirle unas tres veces que iba a colgar, si seguía haciéndome perder el tiempo con su insistencia, no conseguí que se despidiera y no tuve más remedio que dejarle con la palabra en la boca. Seguramente el chico sabe idiomas y tiene un máster en economía, pero le falta aquello que a un hombre le hace merecer el respeto de otro: un mínimo de educación y un poco menos de egoísmo y afán de imponer sus ideas. Sin duda se trata de un “mileurista“ que da diez en las encuestas a las que me he referido.

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