domingo 22 de octubre de 2006
Pobres Salir del pozo
POR ALFONSO ARMADA
África negra ha empezado mal». Así titulaba en 1962 René Dumont su apasionada radiografía del continente negro, publicada en plena fiebre de las independencias. En otro libro reciente, «Negrología», que desató una gran controversia en Francia, Stephen Smith recuerda que el manifesto del ingeniero agrónomo, sociólogo y ecologista francés era de «lectura obligada» en la Tanzania de Julius Nyerere —uno de los líderes africanos más venerados—, y que Dumont tuvo que «armarse de valor para hablar del alcoholismo de los africanos, de su ignorancia y de su escasa productividad, de las nuevas burocracias parásitas y de la clase dirigente inepta y corrupta». Tras recalcar que «sólo los hombres son responsables del retraso económico» africano, prosigue: «Pero ¿quiénes son más culpables? ¿Los blancos o los negros? Son demasiados los europeos que tienden a considerar que el hombre negro, calificado enseguida por ellos de “primitivo” (cuando no de perezoso, ladrón, mentiroso...), es enteramente responsable de su retraso, de todos sus males». Smith, especialista en África del diario «Le Monde», suscitó un incendio dialéctico al decir que «los africanos no son “enteramente” responsables...» de su estado, aunque lleva a su molino a la camerunesa Axelle Kabou, que en 1991 publicó otra obra incómoda, «¿Y si África rechazara el desarrollo?», en la que sugería que las «mentalidades africanas» son el principal freno al desarrollo y que sus compatriotas continentales son «los únicos en el mundo que creen que de su desarrollo pueden encargarse los demás».
«Asia oriental y el Pacífico han reducido el número de pobres en más de 580 millones de personas desde los años ochenta y Asia meridional lo ha hecho en 38 millones. El crecimiento sostenido en China y la aceleración de la economía en la India, los dos países más poblados del mundo, fueron los principales motivos de la reducción de la cantidad de personas viviendo con menos de un dólar al día en Asia. Aún así, tan sólo en Asia meridional todavía quedan 437 millones de personas viviendo en condiciones de extrema pobreza», se lee en el esclarecedor «50 años de pobreza, 50 años de desarrollo», publicado por Intermón Oxfam, una de las organizaciones no gubernamentales más rigurosas en la lucha y el análisis de la pobreza. Como recalca Gonzalo Fanjul, el responsable de su departamento de estudios, la tasa de pobreza extrema en Asia Oriental y Pacífico ha bajado del 57,7 por ciento registrado en 1981 hasta el 11,6 en 2002, mientras que en Asia meridional el descenso ha sido del 51,2 por ciento al 31,2 por ciento. Al fondo, África subsahariana ha visto incrementado en 140 millones su ejército de pobres, y la tasa de pobreza extrema apenas se ha alterado desde los años ochenta y en 2002 representaba el 44 por ciento. El índice de desarrollo humano ha progresado en todas las regiones salvo en África negra.
Hace 45 años, el Producto Interior Bruto de Corea del Norte era sólo tres veces mayor que el de Tanzania, mientras que en el año 2004 se había disparado: era 60 veces mayor, subraya Pablo Bustelo,investigador principal del área Asia-Pacífico del Real Instituto Elcano de Estudios Internacionales y Estratégicos. En el índice de desarrollo humano, Corea del Sur ocupa el puesto 28, Tanzania el 164. A uno de los más saludables tigres asiáticos se refería recientemente el analista Ian Buruma en las páginas de «The New York Review of Books»: «El caso de Corea del Sur podría servir para confirmar que el liberalismo político y el nacionalismo pueden funcionar muy buen juntos. Desde finales de los ochenta, la democracia ha florecido en Corea del Sur como nunca antes en su historia».
Independiente desde 1961, Nyerere puso en marcha en Tanzania la «ujaama», una suerte de colectivización agraria. La condena del capitalismo incluyó la nacionalización de bancos comerciales y la industria. Pero la vía tanzana al socialismo —mucho menos virulenta y corrupta que la de vecinos geológica y agrícolamente más ricos— dio lugar a un insólito choque a cuenta de la defensa del pequeño capital privado que hacían Nyerere y su Gobierno frente al partido único. El presidente palió los malos resultados económicos volcándose en la educación y la sanidad. Pero el experimento —agravado por las sevicias de la guerra fría y las promesas fallidas de la economía centralizada— llevó al colapso a la economía tanzana en 1985 y a la dimisión del líder. Es sólo un ejemplo más de un África pródiga en fracasos: convidado de piedra en el comercio mundial, entre 1960 y 2002 sus exportaciones han pasado del 1,4 por ciento al 0,5 por ciento, y las importaciones del 0,9 por ciento al 0,4 por ciento.
Luces y sombras
A pesar de que el 80 por ciento de los tanzanos siguen dependiendo de la agricultura para sobrevivir, que el 20 por ciento vive con menos de un dólar al día y el 60 por ciento con menos de dos dólares, el semanario «The Economist» señala en su penúltima entrega que Dar es Salaam parece haber encontrado la forma de decir adiós a la pobreza. Lejos todavía de Mauricio, Botsuana o Uganda, ejemplos de que también en África se pueden hacer las cosas bien, el Gobierno de Jakaya Kikwete espera llegar este año a un crecimiento del 5,8 por ciento y amasar un 6,7 por ciento el año próximo. A pesar de todo, Tanzania debería mantener un crecimiento anual del 10 por ciento anual para situarse en el año 2025 entre los países de ingresos medios y abandonar el furgón de cola del desarrollo humano.
Microcréditos como los impulsados por el último premio Nobel de la Paz, y que Intermón Oxfam ha puesto en marcha por ejemplo en Mozambique, con éxito notable, ya que ahora los gestionan los propios mozambiqueños, son una no pequeña corrección en el mapa del desánimo. Feroces críticos de las políticas de ayuda, como William Easterley («La carga del hombre blanco: Por qué los esfuerzos occidentales por ayudar al resto han hecho más mal que bien») proponen reducir las donaciones, y en todo caso no entregarlas a los gobiernos, porque no llegan a sus destinatarios. Sin embargo, la comunidad internacional parece haber encontrado en Gobiernos como los de Mozambique y Tanzania socios fiables: financian directamente hasta el 70 por ciento del presupuesto. Más dramático e injusto resultan, a juicio de Intermón Oxfam, las trabas a un comercio más justo: el costoso proteccionismo que Estados Unidos y la Unión Europea prestan a su agricultura, ya que supone una competencia desleal para productores de azúcar en África austral y de algodón en África Occidental y el Sahel.
Intermón Oxfam reconoce que en los últimos 50 años un «progreso social sin precedentes» ha permitido a los países pobres que acorten distancia con los ricos en esperanza de vida, analfabetismo o mortalidad infantil: «Sólo en el último decenio, mil doscientos millones de personas han podido acceder al agua no contaminada, mueren dos millones y medio de niños menos cada año y 30 millones de niños y niñas han accedido a la educación primaria». Pero añade a renglón seguido: «Con la excepción de Asia, el mundo en desarrollo no se ha beneficiado del crecimiento exponencial que ha experimentado la economía mundial durante este medio siglo», pero mil millones de personas siguen sumidos en la pobreza extrema y «460 millones están ahora peor de lo que estaban hace 15 años, en su mayor parte en África y en las antiguas repúblicas soviéticas».
Fanjul recuerda que África salió del período colonial pésimamente preparada para la independencia y se desfondó en la guerra fría: muchos dirigentes se convirtieron en clientes de la superpotencia respectiva y se olvidaron de gobernar para sus pueblos. Para Pablo Bustelo, por su parte, «los países de Asia oriental, como Corea del Sur, han tenido mejores resultados de desarrollo que los de África Subsahariana, como Tanzania, por varios motivos (además de la razón obvia de que el experimento de planificación central entre 1967 y 1985 fracasó en Tanzania): 1) Corea tenía en 1960 una tradición industrial que se remontaba a la época en la que fue colonia japonesa (1910-1945); 2) recibió mucha ayuda económica y militar en los primeros años de la guerra fría; 3) hizo una ambiciosa reforma agraria después de la guerra de Corea; 4) se orientó de manera temprana a la exportación (de manufacturas), desde los años 60; y 5) siguió creciendo en los años 80, que fueron el «decenio perdido del desarrollo» en otras partes del mundo y especialmente en África Subsahariana y América Latina».
domingo, octubre 22, 2006
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