domingo 22 de octubre de 2006
CARLOS LUIS RODRÍGUEZ
a bordo
Kafka en Cancún
Es una de las mejores interpretaciones de Nicole Kidman. Se trata de una joven que va en busca de su padre, y que con ese motivo llega a Bangkok, donde conoce a un tipo zalamero que la utiliza para sacar droga del país. Ella es detenida en el aeropuerto mientras el culpable se escabulle, y ahí se inicia un drama que te deja sin aliento. Todo está en su contra. Sólo Nicole y el espectador saben que es inocente.
La película (Bangkok Hilton) se adelantó en casi veinte años al calvario sufrido por Ana María Ríos, con varias diferencias que es interesante subrayar. En primer lugar, la protagonista del film es una aventurera que anda por su cuenta y no tiene reparo en frecuentar lugares poco recomendables. Nuestra paisana, en cambio, viaja de la forma más convencional y segura.
Eso sin contar con que el México de hoy nada tiene que ver con la Tailandia de 1989. Se supone que la turista gallega iba a un país con muchas más garantías, y deseoso de preservar los ingresos turísticos. Sin embargo, la falta de control de los equipajes y la obstinación de las autoridades, es muy similar en ambos episodios.
Por fortuna, Ana María tiene a su favor algo que le falta a Nicole: la solidaridad, la presión diplomática, el esfuerzo de mucha gente por evitar que el asunto pase a un segundo plano. En Bangkok Hilton, la protagonista parece huérfana y apátrida, en tanto que aquí la chica de Arcade está protegida desde el primer momento. No sólo es maravillosa su entereza ante tanto despropósito, sino también la cobertura social, informativa y política que se le presta.
La gran pregunta que habría que hacerse es qué hubiera sucedido si Ana María fuese paraguaya por ejemplo, y tuviera alguna característica sospechosa, como viajar sola, pertenecer a un movimiento de protesta, o vestir raro. Seguramente estaríamos ante la segunda versión de la película ambientada en la capital tailandesa.
Parece evidente que el turismo es uno de los grandes perjudicados de la nueva era que se inició el 11-S. Las penurias que los primeros trotamundos sufrían al cruzar una frontera, se repiten ahora en los aeropuertos internacionales, y el problema se agrava cuando el incremento de las medidas de seguridad se une a una administración insegura, como la que opera en Cancún. Ana María es víctima de un sistema que por arriba tiene los aditamentos de un Estado de Derecho, pero que en los escalones más bajos es incapaz de vigilar una maleta.
Volviendo a los paralelismos entre la realidad y la película, en Bangkok Hilton el espectador sentado en la butaca tenía una vía de escape para su desasosiego: pensar que en condiciones normales eso no pasaría. Si la protagonista se hubiese comportado como es debido, si no hubiera cometido imprudencias, aquel calvario no se produciría, y la chica estaría en casa.
Nada que ver con el drama de Ana María. Cumple todos los requisitos necesarios para que no le pase nada, y le pasó. De ahí que lo ocurrido sea como un espejo en el que nos podemos mirar todos. La seguridad insegura que reina en algunos lugares, hace que ni siquiera una turista tan normal como la gallega sea inmune a algo que, sólo con mucha condescendencia, puede llamarse error: sólo se enmienda gracias a la presión exterior, y no por mecanismos internos capaces de corregirlo. Franz Kafka era checo y no mexicano y en su época, el turismo era incipiente, pero supo anticipar la indefensión del individuo ante el sistema. Escribió El Castillo. Hoy sería El Aeropuerto.
sábado, octubre 21, 2006
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