viernes, octubre 13, 2006

Mi regreso a la realidad

viernes 13 de octubre de 2006
Mi regreso a la realidad
Félix Arbolí
T RAS una semana de silencio y de “silencios”, ya que mis artículos han versado última y exclusivamente sobre el mutismo en nuestros sentimientos y conductas, he querido entrar en contacto nuevamente con ustedes, mis queridos lectores. He seguido el día a día de nuestro “vistazo a la prensa” y he comprobado la ausencia de algunas plumas a las que ya estaba acostumbrado y la presencia de otras que no eran tan asiduas por estos pagos. De todas formas, con gran dolor de mi corazón y decepción en el prójimo, he podido comprobar que “la vida sigue igual” (como cantaba Julio Iglesias, uno de mis intérpretes favoritos y no tengo reparos en manifestarlo), sin que nada ni nadie haya realizado acto, gesto o el menor esfuerzo por deshacer entuertos, solventar problemas y ayudar al que verdaderamente lo necesita. La vida, no es que siga igual, la hacemos nosotros así, porque de nuestra conducta, de nuestra sinceridad de sentimientos y de nuestro afán por conseguir un mundo mejor para nosotros y generaciones posteriores, depende exclusivamente el que la vida no se convierta en un campo yermo, donde no sobresalga ni el más leve indicio de vida y solidaridad. En el terreno nacional, continúan los dimes y diretes sobre el 11-M, sin que nadie sea capaz de dar por zanjado el problema de una vez con la consecución del conocimiento de la verdad fuera de partidos y politiqueos. Una lucha continua, sin treguas ni avances, que tiene aparcados asuntos trascendentales y urgentes en el cesto donde se echan los que pueden continuar dormidos. Una terquedad por parte de unos y otros que sabemos de antemano no nos conducirá jamás a la resolución de tan espinoso trámite, ya que existen demasiados intereses, responsabilidades y consecuencias en juego. Nadie se dará por satisfecho con las explicaciones del otro, ya que supondría que toda la trama urdida quedaría sin fundamentos. La “casa” que habían edificado con sus mentiras y tejemanejes, se vendría abajo y el atormentado ciudadano sólo hallará un desolado solar de desencanto, posible falsedad y más o menos aviesas intenciones puestas al descubierto. El problema de ETA continúa su derrotero de claudicaciones de una parte y provocaciones de otra, sin que nadie fuera de su entorno y con exigencias más que suficientes para intervenir en el asunto, sea capaz de apartar sus diferencias partidistas y enconos políticos, para dedicarse por entero a la solución de este conflicto, que ahoga nuestras conciencias ante tanta sangre y lagrima derramada, formando un frente común contra el insaciable adversario, en esta guerra de nervios y decepciones que está padeciendo de continuo el pueblo soberano, aunque su soberanía se halle coronada de sufrimientos, tragedias y abusivas intolerancias e intransigencias. El culpable a quien habría que abatir y condenar, es quien lleva la batuta en la dirección de esta desafinada y variopinta orquesta donde cada componente se mueve a su aire, sin sujeción a normativa alguna, según convenga a sus propios intereses. Sin tener en cuenta afinidades, ni empeños comunes con el compañero, aunque no pertenezca a su mismo partido, persiguiendo exclusivamente el bien de la colectividad, sin distinción de colores ideológicos, en el concierto de ese hemiciclo sinfónico para que la melodía salga sublime y armoniosa a los millones de espectadores que asistimos y soportamos ese obligado concierto. Los cayucos y pateras, continúan invadiendo nuestras costas, debidamente protegidos, atendidos y trasladados por las autoridades que habían sido designadas para impedir su entrada ilegal. Nuestros gastos se disparan en estas misiones, más propias de una hermanita de la caridad que de un bizarro uniforme verde oliva y la marea negra (sin ánimos discriminatorios, solo descriptivos), se apodera de nuestros espacios vitales con la misma rapidez y demolición que esa mancha viscosa cuando un petrolero naufraga. Unos se escapan y a vivir como puedan y no deben, pero se ven obligados a ello; otros se escabullen buscando a los llegados con anterioridad y ya conectados, usan los entresijos del camuflaje y la masificación que se vive en algunos pisos, intentando iniciar una nueva vida donde cabe todo antes que regresar a sus procedencias fracasados en su intento. Los hay que viven en esos hospedajes improvisados, hacinados, pero comidos y atendidos, esperando el ansiado momento en que un avión, fletado por nuestro gobierno y pagado con nuestros impuestos, les traslade a la Península y les den suelta en alguna plaza con una bolsa de comida y un billete de cincuenta euros (también procedente de nuestras estrechas economías), para que se busquen la vida como Dios o el diablo les dé a entender. Las autoridades se hacen la sorda, ciega y muda en este asunto. Y también los que con enormes y destacados caracteres en la prensa se anuncian que han sido reintegrados a sus países de origen, gracias a las hábiles gestiones de nuestra Vice-Presidenta, ministro de Trabajo o de Asuntos Exteriores, a quien pagamos un viaje de lujo para entrevistarse con las autoridades de donde proceden estas “devoluciones”, pero que sólo los aceptan sin van acompañados de millonarias cantidades en euros, como si fuéramos nosotros los culpables de que esos maltratados súbditos hagan lo imposible por abandonar la tierra donde nacieron y han quedado sus familiares y no comprendan que son ellos los gobernantes de sus países respectivos, los únicos responsables y con evidente motivo de bochorno internacional al no haber sabido proporcionarles lo necesario para no tener que emigrar. Es decir, a nosotros nos cuesta recogerlos en alta mar y trasladarlos hasta nuestras costas, atenderlos durante su estancia en esos espacios que han tenido que improvisar por ellos y apechugar con su masiva, incomprensiva e innecesaria presencia, (ya que son individuos sin papeles, contratos y no cualificados). A muchos, para descongestionar nuestras maravillosas islas, que con estas contínuas bandadas no van a quedar muy atractivas para el turismo, su traslado en avión a la Península y dinero para primeros gastos, donde se les deje a su libre albedrío por nuestras calles y plazas, sin documentación y oficio. ¡Hala!, a buscarse la vida en esta nueva selva. A los que les toca la china de la vuelta al hogar, el tener que untar a sus gobernantes cantidades millonarias para que dejen regresar a esos hijos pródigos que nunca debieron abandonar su país en tan difíciles y peligrosas condiciones. En mi tierra le dicen a eso, referente a nuestra mal enfocada hospitalidad y peor política “encima de cabrón apaleado” (perdonen la expresión, pero es la justa y no es mío el refrán). ¿Por qué tengo que pagar yo con mis impuestos que se cuelen de sopetón en mi casa, incluso trasladándolos en coche y teniendo que ayudarles a subir sus maletas, a individuos ajenos a mi familia y entorno, que ocupan todos los huecos disponibles, me exigen comida y demás servicios y para poder recuperar mi tranquilidad y espacio vital tengo que ofrecerles cantidades súper millonarias a los que siendo responsables de ellos, los echaron sin el más mínimo remordimiento?. ¿No sería lo correcto impedir que esa marea se extendiera hasta nuestras playas antes de llegar a nuestros límites?. ¡Allá cada cual con su problema, cuando nos vemos impedidos y atosigados para poder solucionar los propios!. Otros y bastante peligrosos, llegan cómodamente sentados en autobuses, son los llamados de Europa del Este, nuestros nuevos socios comunitarios. En honor a la verdad, viendo los conflictos económicos que nos ha traído la implantación del euro, la destrucción obligada de grandes superficies de nuestros productivos campos, por eso de la competencia, la desaparición de fábricas y empresas absorbidas por ese dragón de las veinticinco cabezas y la obligatoriedad de tener que permitir la entrada, estancia y hasta el derecho al voto en unas elecciones nuestras de tanto mafioso, atracador, proxeneta, prostituta y delincuente de abultado dossier, ¿ creen ustedes que ha merecido la pena esta experiencia política?. Hay países que, sin dejar de pertenecer a esta Unión, que en este caso no hace la fuerza, sino la puñeta, no se han decantado por el cambio de moneda y otras normas que sabían iba a afectar y no beneficiosamente a sus ciudadanos, como por ejemplo Inglaterra. Así les va a ellos y así nos va a nosotros. Como ven ha pasado el tiempo, pero todo sigue igual…de mal. Seguimos balando como borregos, aunque nos disfracemos con la piel de lobo. El Quijote continua latente en cada español como ejemplo a seguir y hasta el mismo creador del personaje lo definió y concibió como un loco. Pero somos así de masoquistas. Otra sorpresa en este tiempo de silencio, ha sido el querer legalizar a las bandas de centro y sudamericanos que ya operan a sus anchas por nuestra geografía. Los de la navaja, la pistola y los tatuajes especiales y diferenciales. Por lo visto sus luchas entre ellos la vamos a convertir, bueno, la quieren convertir, en una especie de batalla de “moros y cristianos”, pero a lo bestia, real, siguiendo los procedimientos habituales del crimen actualmente. Ya que por miedo a los posibles y un tanto hipersensibles complejos islámicos, se quieren suprimir estos festejos tan tradicionales y famosos en los que nadie llevaba la menor intención de ofender a ninguna creencia religiosa, era una simple aventura festiva y colorista, habrán debido pensar en sustituirlo por las peleas y batallas callejeras que nos han traído nuestros amigos “sudacas” (los llamo así para distinguirlos de los que están entre nosotros de forma correcta y civilizada, con ánimos de labrarse un futuro mejor). Y los veremos desfilar con sus atuendos especiales, (pantalones milagrosamente sujetos y barresuelos), cadenas hasta de perros por todos los sitios imaginables, peinados que definan sin posible error su pertenencia y esos pañuelos rojos, verdes o amarillos cubriéndoles la frente o rodeándoles el cuello. Sin olvidarnos, por supuesto, de la clásica gorra vuelta la visera, con la que parecen haber nacido, ya que no se despegan de ella ni para dormir. Pronto los veremos desfilar por nuestras calles, junto a la cohorte de féminas sumisas que les acompañan y favorecen en sus más nimios deseos, erguidos y desafiantes ante el asombro del espectador que se cruce en su camino. Y si Dios no lo remedia, pues parece que aquí en nuestra tierra no contamos con ese político salvador, tendremos también escuadrones de la muerte, agencias de sicarios (ya se han visto algunas de sus secuelas), mafias de drogas y comercio de victimas infantiles y féminas, junto a otras muchas lindezas llegadas desde más allá del Océano. ¡Ancha es Castilla!. Aún cabemos el doble si nos apretamos un poco más y seremos unos anfitriones perfectos si dejáramos nuestras casas, enseres y pertenencias a esa oleada salvaje que intenta dominarnos en nuestro propio país, por haber tenido la debilidad de abrir nuestras puertas a los que no se lo merecían. A mí sólo se me ocurre pensar que ya está bien de poner continuamente la otra mejilla cada vez que nos vapulean sin tener culpa alguna por nuestra parte. Una cosa es la caridad y la solidaridad y otra el miedo, la resignación ante el abuso flagrante y la negación de nuestra propia dignidad y orgullo. Como ven, pocas variaciones en una semana. Desgraciadamente. ¿Hasta cuándo hemos de soportar esta situación que ya se está haciendo insostenible?.

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