viernes, octubre 13, 2006

La sustancia de algunas anecdotas

viernes 13 de octubre de 2006
La sustancia de algunas anécdotas
Ignacio San Miguel
E STÁN las realidades penosas del presente que denotan un deterioro político y social grave en las últimas décadas, sobre todo en nuestra nación (aunque no sólo en nuestra nación). Y también están las anécdotas llamativas que, si bien no merecen ser calificadas de dramáticas, apuntan indefectiblemente al citado deterioro. Cuando el cómico Rubianes pareció enloquecer y disparató obscenidades incoherentes contra España en la televisión catalana, contó con la aprobación de su interlocutor y las risas aprobatorias de sus oyentes. Por el contrario, un estremecimiento de cólera recorrió el resto de España. Sin embargo, aquellas palabras eran las propias de un borracho o un loco; y no parece que las risas de aprobación o las expresiones de cólera fueran las actitudes más adecuadas ante ellas. No es apropiado enfurecerse con un alienado, ni tampoco animarlo a desbarrar. Se dirá que Rubianes no es un alienado, pero hay que atenerse a los hechos, y en este caso los hechos son sus palabras. ¿Cuál era, pues, la actitud más adecuada al caso? Correr un tupido y pudoroso velo de silencio sobre el caso, de la misma forma que a los beodos se les retira de las calles, aunque sólo sea por simple estética. Al no hacerlo así, al pobre hombre se le ofreció un triunfo, en su doble vertiente de aprobación de unos y cólera de otros. Y la sociedad, la de Cataluña y la del resto de España, mostró que si no está al mismo nivel de Rubianes, se acerca un poquito a él. Posible consecuencia del igualitarismo dominante, que no encuentra en el comportamiento degradado de este pobre cómico motivo de desprecio, sino que le confiere la consideración de auténtico significado político. Igualitarismo que tiene que ver también con lo que cuenta Joaquín Sabina en un libro que ha publicado, en el que habla de una fiesta privada a la que acudieron los Príncipes de Asturias. Dice Sabina que bailando con la princesa, ésta le contó un chiste soez, precisamente relacionado con ella. Y Sabina narra el chiste, que es soez, en efecto. También presenta al príncipe empleando un lenguaje igualmente grosero. Ha habido comentaristas que han excusado estos comportamientos con el argumento de que los príncipes son personas como las demás. Es decir, la teoría igualitaria. Pero a eso se puede contestar que si son personas como las demás, no deberían vivir en un palacio como viven, sino en un piso de cien metros cuadrados, o ciento veinte a lo sumo. Si no es así, y además se les rinden honores, cosa que no se hace con el resto de los ciudadanos, es porque son personas representativas. Están representando la nación, nos están representando a todos. La cuestión es si nos están representando bien. Los igualitaristas puede que digan que sí, que comportándose así les representan debidamente a ellos. Pero otros pensamos de forma diametralmente opuesta. El resultado es que somos bastantes los que pensamos que no nos están representando bien. A los igualitaristas si algo les saca de quicio es que haya quien destaque sobre los demás, sea por su inteligencia, sea por su arte, sea por su deporte, etc.; pero si es la elevación moral lo que da preeminencia a alguna persona, entonces vomitan bilis. Un caso de firmeza, integridad, valor e incorruptibilidad es Francisco José Alcaraz, al frente de la Asociación de Víctimas del Terrorismo. Suficiente mérito para hacerlo insoportable a las almas viles. En este caso, fue el hermano del ministro de Justicia, López Aguilar, quien declaró en un periódico de Canarias que a Alcaraz “le había caído la Lotería con el asesinato de sus parientes”, y que era un “tarado detestable”. Alcaraz ha convocado seis manifestaciones antiterroristas, la mayoría con más de un millón de personas. Para ser un tarado, no está mal la marca. El problema es que la sórdida villanía del hermano del ministro no ha sido mal acogida por mucha gente, y que expresiones similares han sido aplicadas a otras figuras relevantes entre las víctimas. Parecería que la condición de víctima fomente alguna clase de aversión, lo que induce a pensar que, por el contrario, los victimarios consiguen para sí mismos corrientes de subterránea simpatía. Quizás sea aventurado pensar así, pero existen motivos para hacerlo. No hay porqué estimar que lo dicho no tiene nada que ver con los graves problemas políticos y sociales de España. Todo está interrelacionado. Como el caso de los escolares que deciden que un día no va a haber clase, y el maestro obedientemente lo acepta. O el cura que hurgándose la nariz, va dejando el producto de su indagación en los pupitres de los alumnos. Son múltiples los casos que demuestran que el país ha sufrido un deterioro espiritual muy considerable, debido al relativismo moral y al igualitarismo que han dinamitado el código de valores vigentes no hace demasiado tiempo. A partir de ahí todo ha venido rodado, y no deberemos extrañarnos si nuevos acontecimientos lamentables de diverso orden y en diversos estamentos hacen acto de presencia. Unos podrán parecer triviales; otros, serán ostensiblemente graves. Pero todos estarán hermanados por ser originados por la misma causa. Por este motivo, no es acertado desdeñar como fútiles ciertas anécdotas, juzgando con ligereza su condena como muestra de un supuesto puritanismo o simples ganas de hilar demasiado fino; pues, por el contrario, son significativas en alto grado. Hace apenas unas décadas, era impensable que se produjeran.

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