sábado, octubre 21, 2006

El azar y la voluntad

El azar y la voluntad
21 de Octubre de 2006 - 13:55:35 - Pío Moa
Un problema especulativo que se plantea a veces para ilustrar ciertas dificultades de la evolución es el de si mil monos (o un millón), tecleando constantemente en máquinas de escribir durante mil años (o un millón) producirían obras como el Quijote, la Ilíada o Macbeth. No quiero discutir aquí la idea de la evolución, implícita de algún modo en la Biblia (Dios crea la luz, la tierra, los animales y el hombre de forma sucesiva, en cierto orden que parece lógico), sino la idea de que la voluntad, la intención, el sentido, la consciencia, surgen de la materia carente por completo de voluntad, intención o consciencia. Y que estos tres rasgos u otros típicamente humanos serían también, en definitiva, ilusorios, un producto del azar material, sin finalidad alguna.
¿Podrían los monos hacer tales cosas? Cualquiera sabe, pero lo importante, aun admitiendo la posibilidad, es que esas obras literarias maestras, producidas sin voluntad, deseo o intención, no diferirían, en definitiva, de las demás combinaciones al azar que también producirían los monos en masas enormes. Cervantes podría creer que su Quijote respondía a una intención suya, pero en realidad sería un producto azaroso y sin sentido de algún gen, por ejemplo, o de la necesidad de ganarse unos ducados para comer. Cuando damos a su obra un valor por encima de otros miles de frutos de esa manía genética humana de contar cosas, caemos en una pura ilusión, o bien implicamos que algunas de esas obras producto del azar tienen una mayor capacidad adaptativa en algún sentido, y por tanto se difunden (se multiplican) más. Y eso sería todo
También cabría considerar que si la escritura de sus libros respondía a la necesidad genética de alimentarse, probablemente Cervantes habría podido satisfacer esa necesidad de formas más eficientes, más adaptativas, por así decir, ya que pasó la mayor parte de su vida entre penurias. Dedicar su tiempo y esfuerzo a la literatura bien podría haber sido una decisión errónea.
Obviamente el Quijote no existiría sin algo tan material como el cerebro de Cervantes, pero este no difería de forma notable de los demás cerebros humanos, y sin embargo no todos producen quijotes. Es más, él mismo solo fue capaz de producir un quijote, a cuyo lado el resto de su producción desmerece bastante. Y, por supuesto, la intención y la voluntad, aunque necesarias, no bastan para producir una obra maestra. Interviene otro factor, muy escaso, al que solemos llamar talento o genio. Claro que en última instancia los productos más sobresalientes del talento y del genio no se diferenciarían de cualquier otro producto de la actividad humana causada por los genes, inquietos sin ton ni son.

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