22-X-2006
El valor de la libertad de expresión
EDITORIAL
En este momento, en que el Gobierno negocia el Estado de Derecho con un grupo terrorista, en el que vemos asaltos a los derechos más básicos, la libertad de expresión adquiere un valor imponderable.
La libertad de expresión es uno de un derechos que merecen una especial protección. Y lo es porque su ejercicio supone un eficaz baluarte contra el atropello del resto de los derechos de la persona. Los serviles lo saben y ese es precisamente el motivo por el que le prestan especial atención. Con recurrente frecuencia, aparecen nuevas formas de vestir la vieja pretensión de controlar la libre expresión de los ciudadanos, y en especial la forma más eficaz con que han dado las sociedades libres de canalizarla: los medios de comunicación.
Hay quien, embriagado por viejos y nuevos éxitos contra la libertad de expresión, se duele de que haya pluralismo o “equilibrio” entre las diversas tendencias de opinión. Pero los años de la prensa del movimiento han pasado y hay que buscar nuevas y más sutiles formas de controlar la información, como por ejemplo hacer que dependa de una decisión administrativa quién tiene emisoras de radio.
Pero el desarrollo de las nuevas tecnologías hace las viejas técnicas de control de la opinión algo obsoleto. Internet no necesita licencias y ni de excesivos medios para ponerse en marcha y echar a andar. La radio digital, que aún está por llegar, permitirá cubrir el espacio nacional sin necesidad de obtener postes en cada lugar. Por eso, se hace necesario para toda la ralea de los serviles ir directamente al control de los contenidos, como propone el llamado Estatuto del Periodista, ideado y apoyado por los dos partidos más íntimamente convencidos de la necesidad de vaciar de contenido la libertad de expresión: Izquierda Unida y el PSOE. El mecanismo es sencillo: se llena de palabrería políticamente correcta la descripción de los mensajes que se deben permitir, para luego interpretar ese estatuto a beneficio de inventario, es decir, en perjuicio del ciudadano.
La voluntad del Gobierno de controlar los medios es evidente, pero se hizo postura oficial cuando su portavoz, Fernando Moraleda, invitó a todos los medios a seguir su propia visión del 11-M y a oponerse a la política del PP de seguir investigando lo que ocurrió en el peor atentado de la democracia española.
Por eso son de agradecer las declaraciones que recuerdan el valor de la libertad de expresión, como la hecha por el presidente de la Federación de Asociaciones de Prensa de España, Fernando González Urbaneja, durante el Congreso Internacional de Nuevo Periodismo. Urbaneja, y con él la mayoría de los asistentes, considera que no son necesarios nuevas leyes y “mecanismos de control”. Es más, al periodismo "no le faltan leyes, en todo caso le sobran", ha precisado. Todo lo que vaya más allá de la defensa ante injurias y calumnias es, ciertamente, un intento de cercenar la legítima expresión libre de las ideas.En este momento, en que el Gobierno negocia el Estado de Derecho con un grupo terrorista, en el que vemos asaltos a los derechos más básicos como el arresto de dos militantes del partido de la oposición bajo acusaciones falsas por el mero hecho de pertenecer a dicho partido, y especialmente en el que la prensa es la institución que más está haciendo (por no decir que es la única) en el esclarecimiento de los actos criminales del once de marzo, la libertad de expresión adquiere un valor imponderable.
Gentileza de LD
sábado, octubre 21, 2006
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario