jueves, noviembre 20, 2008

San Martin, Cuidado con Roosevelt

Cuidado con Roosevelt

EDUARDO SAN MARTÍN

Viernes, 21-11-08
EN términos económicos estamos en recesión; psicológicamente nos encontramos ya en una depresión. Encuentro en The Washigton Post este certero diagnóstico de lo que está ocurriendo en el caótico escenario de la economía internacional. Su autor es el columnista Richard Cohen (no confundir con el periodista de idéntico apellido, de nombre Roger, que escribe en The New York Times y que desnudó a Zapatero en una entrevista reciente: «Es un socialista con esa costumbre socialista europea de encontrarle gracia a todo y no comprometerse casi a nada»). Este otro Cohen explica el por qué de su original descripción. No se trata de un ocurrente juego de palabras para adornarse en la suerte. Sucede que, según su propia experiencia, ninguno de los expertos con los que ha consultado sabe realmente qué hacer. Tampoco quienes profesan de augures en estos pagos más cercanos. Lo dicho: no importan las magnitudes de la «desaceleración»; somos nosotros todos los que estamos cayendo en una profunda depresión porque nadie dice conocer con exactitud las dimensiones de lo que se nos viene encima y, menos aún, cómo impedirlo.
Algunos de esos expertos, y de los que no lo son tanto pero ignoran lo que es callar, han decidido viajar al pasado para buscar la luz en otro muy visitado espacio de la memoria histórica. En concreto, en los tiempos de la Gran Depresión y de Franklin Delano Roosevelt. Los que sí saben advierten: ¡Ojo!, que lo que acabó con la Gran Depresión no fue el New Deal; fue la Segunda Guerra Mundial, ese «fenomenal proyecto de obras públicas», en palabras del flamante Nobel de Economía Paul Krugman. Claro que el economista doblado de columnista, tan keynesiano él, lo que le reprocha a FDR es no haber sido, a pesar de las apariencias, lo suficientemente generoso con los dineros públicos. Y, con el recuerdo rooseveltiano en la pluma, lanza una advertencia a Obama: no bastan las buenas intenciones ni las grandes palabras; es necesario rascar sin piedad los bolsillos del Estado para salir de la crisis.
Otros leen aquel periodo de manera distinta, como la «revisionista» Amity Shlaes, la analista de la agencia Bloomberg que predijo con tres años de anticipación el colapso de los bancos hipotecarios Fanny Mae y Freddie Mac. En su libro The forgotten man (El hombre olvidado), Shlaes sostiene que los programas impulsados dentro del New Deal no sólo no ayudaron a sacar a Estados Unidos de la depresión, sino que empeoraron las cosas. Y utiliza en favor de su tesis las cifras de desempleo: en 1929, cuando empezó todo, el paro se cifraba en el 5 por ciento; en 1933, alcanzó el suelo del 23,2 por ciento y entonces comenzó a remontar, pero en 1940 todavía era del 14,6 por ciento. Al final, la autora llega a la misma conclusión que Krugman, aunque desde perspectivas bien distintas: no fueron las políticas de FDR las que acabaron con la Gran Depresión, sino la Segunda Gran Guerra. «Fueron los japoneses -apostilla irónicamente el mencionado Richard Cohen- los que establecieron el pleno empleo con su ataque a Pearl Harbor».
No es mi intención dar ideas. Los tiempos que vivimos, a pesar de sus dificultades y de sus enormes incertidumbres, son muy distintos de los de entonces. Pero, por esa misma razón, conviene no copiar al pie de la letra modelos anteriores, sobre todo si su eficacia es objeto de discusión incluso entre expertos. El otro día, Zapatero aseguraba tajantemente que su gobierno sólo contempla la inversión pública como instrumento para reactivar la economía, no una rebaja de impuestos. Pero el gobernador del Banco de España le advierte: cuidado con el desmelene en el gasto y el déficit porque las vacas flacas tardarán en regresar al establo. Loable, por cierto, el propósito de Fernández Ordóñez de preservar la independencia de su institución en medio de la tormenta. Y de las presiones, supongo. En tiempos de grandes mudanzas, y éstos lo son, los dogmas, todos, deben ser puestos en cuarentena. Y la ideología, en el arcón. ¿O no ha sido por ideología por lo que los tan vituperados «ultraliberales» nos han llevado a este infierno?

http://www.abc.es/20081121/opinion-firmas/cuidado-roosevelt-20081121.html

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