jueves, noviembre 20, 2008

Carlos Luis Rodriguez, Viva Franco

viernes 21 de noviembre de 2008
CARLOS LUIS RODRÍGUEZ
a bordo

Viva Franco

Logró el famoso magistrado un milagro que, en vez de Lázaro, tuvo a Franco de protagonista. Se acercó a su tumba, le ordenó que se levantara y se diera una vuelta por la España del siglo XXI, y así lo hizo obediente el Caudillo. A pesar de tantos años a sus espaldas, el ferrolano letal ha tenido una victoria póstuma, hasta el punto de que el resucitador togado ha tenido que tapar la tumba a toda prisa.

El fantasma ambulante del dictador demuestra varias cosas de una tacada. La primera, que cierta izquierda española se siente anémica sin su presencia. En medio del crepúsculo de las ideologías, la exhumación de miedos del pasado es como un bote salvavidas. El progresismo se hace retrospectivo, a falta de causas que logren entusiasmar en el presente, y encuentra en el franquismo una mina sin explotar.

Después está la inhibición general ante el nuevo capítulo de Héroes y Tumbas de Ernesto Sábato. A la nueva profesión de desenterrador se han apuntado muy pocos, casi todos procedentes del paro ideológico, gente de ese Inem a donde fueron a parar ilusiones revolucionarias caducas. El resto del país, en cambio, vio estos ejercicios de ultratumba con indiferencia.

Cierto es que el Gobierno observa con simpatía la resurrección del antifranquismo, que incluso lo alentó mediante variados mecanismos, pero eso solo duró una temporada. Obama ocupó el lugar de Franco. El nuevo santo laico americano hizo innecesario el demonio al que se había rescatado de las profundidades, y ahí quedó el magistrado con un muerto viviente que empezó a resultar incómodo, como los fantasmas sin castillo propio, o sin pazo.

Los aprendices de brujo invocaron, en efecto, el espíritu del franquismo, pero este no vino solo. Gracias al reestreno de la dictadura también salieron a la luz otras verdades, como que la República no fue el lugar idílico del que nos hablaron, sino un régimen donde hubo de todo y al que pocos españoles querrían regresar.

En resumen, que la causa general que el magistrado pretendía abrir, ni creó una oleada de adhesiones, ni sirvió para añadir más pecados sobre el tirano. Propició una victoria póstuma del dictador, cuya peor condena en el más allá era ver cómo España ha podido caminar sola, sin despedazarse, con libertad y enterrando su régimen en el olvido. No es este antifranquismo nostágico el que mejor se enfrenta a la memoria de Franco, sino el olvido despectivo.

Al ordenar a su Lázaro que se deje de andar por ahí y vuelva a la tumba, el magistrado admite su derrota en la jurisdicción del mas allá. A este Franco que se paseó estas semanas por un país que desconocía, sólo le han prestado atención los resentidos, los expertos en escarbar en las heridas, los forenses aficionados, y los pequeños grupos de progres desconcertados que necesitan algo contra lo que combatir.

Llega su señoría a una conclusión no solo judicial, sino también sociológica: el dictador está muerto. Aparte del correspondiente certificado de defunción, le bastaba con visitar la España de hoy para constatar lo rápido que se ha disipado su recuerdo. Todo se ha desatado.

Solo una minoría se empeña en ajustar cuentas pendientes y hacer de egiptólogo casero por los cementerios, para dar con huesos de mártires que puedan servir de reliquia, igual que en el catolicismo antiguo. El Viva Franco fue el grito triunfal de la dictadura; ahora lo es de un progresismo que ocupa con muertos su ocio.

http://www.elcorreogallego.es/index.php?idMenu=13&idEdicion=1074&idNoticiaOpinion=367071

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