jueves, noviembre 27, 2008

Ladron de Guevara, Celtiberia show

jueves 27 de noviembre de 2008
Celtiberia show

Ernesto Ladrón de Guevara

Q UIENES tengan más o menos mi edad (57 años) recordarán una revista en edición especial que se publicó en aquellos tiempos de la transición democrática. Se llamaba “Celtiberia show”. En ella se recogían con ironía una serie de bufonadas relacionadas con el régimen que entonces empezaba a periclitar.

Hoy aquellos hechos parecerían pequeñas tonterías con acontecimientos que hemos visto y seguimos observando por obra de los socialistas y su cohorte de auxiliadores nacionalistas, que siguen el signo del iluminismo masónico, dinamitadores de nuestro común pasado y demás tocapelotas del reino. Animo a quien tenga medios y posibilidades para ello a editar una reedición de “Celtiberia show” adaptada a este inicio del siglo XXI que está destrozando el futuro de nuestros hijos.

Me he puesto a escribir sobre el caso del intento de desembarco de Lukoil en Repsol, y sobre la sospechosa puntual vocación liberal de Zapatero, y me he puesto enfermo. Se me han revuelto las entrañas, el hígado y el páncreas, y he decidido pasar a otros temas más elucubrativos, para evitar un incidente grave sobre mi salud psíquica y física. Me subleva ver cómo mi país sigue perdiendo capacidad en su soberanía económica, sigue con las vías de agua que amenazan con hundir irremisiblemente el barco común de nuestra capacidad para controlar los generadores de nuestro bienestar futuro, y se postra ante un país como Rusia y su pléyade de mafiosos para entregar los últimos restos de autosuficiencia energética. Ya sólo nos faltaba perder el control sobre una empresa como Repsol para depender de forma absoluta de países extraños en los canales de distribución de energía.

Si Zapatero se declara un fan de la libertad de mercado y Rajoy se vuelve intervencionista, hay gato encerrado. E igual es que tenemos al enemigo dentro.

Todo esto sucede mientras que se monta la marimorena porque en un centro público, por la voluntad mayoritaria de su comunidad educativa, se exponen crucifijos en las aulas.

Indudablemente prefiero que se pongan crucifijos a que se reniegue de cualquier elemento de moralidad; a que se haga tabla rasa de cualquier principio referencial de lo que está bien y lo que no lo es. Hoy el problema que tienen nuestros jóvenes es que no diferencian lo que es bueno moralmente y lo que no lo es. Se sorprenden cuando los educadores les corregimos conductas pues no entienden que hay cosas que son atentatorias a una convivencia normalizada y que hay conductas condenables. Pero no lo entienden porque no han tenido los más elementales límites. Y la educación para serlo tiene que suponer la imposición de límites. Y la consecuencia de ello es la construcción de identidades personales endebles; de autoestimas de barro; de autoconceptos que lindan con desviaciones psíquicas. Muchas veces se aboca con ello a problemas de estructura de personalidad que nutren abundantemente las consultas de la psicología clínica.

Soy agnóstico, pero entre una educación repleta de valores humanos con una fuerte componente religiosa y el nihilismo más absoluto me quedo con lo primero. La Constitución habla de que el Estado es aconfesional, cierto, pero también da una primacía a la religión católica como mayoritaria de la sociedad española, y al cristianismo como base de nuestra civilización. Renunciar a ese legado o promover la destrucción de los pilares de nuestra cultura antropológica es liquidar de un plumazo siglos de historia que han dado impregnación a nuestra forma de ser colectiva y a nuestros comportamientos individuales y colectivos. No reconocer en las costumbres que caracterizan a nuestras sociedades los ingredientes de tipo moral que nos han legado generaciones de nuestros antepasados desde hace bastante más de un milenio, además de ser ignorancia es irrespetuoso con el sentimiento de la mayoría de los españoles que hemos tenido la suerte de recibir de nuestros padres lo que ellos atesoraron de nuestros abuelos.

En el próximo artículo comentaré un libro que ha caído en mis manos que es una magnífica denuncia del expolio educativo al que nos han llevado nuestros políticos. El libro se titula “De la buena y la mala educación” y su autor se llama Ricardo Moreno Castillo.

http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=4933

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