jueves 20 d enoviembre de 2008
Reprogramación mental
Ernesto Ladrón de Guevara
E SO es lo que se ha estado haciendo en estos treinta últimos años. Cambiando esas referencias sin las cuales la realidad de nuestro pasado deja de ser la que es para ser la que quieren que sea.
Los nacionalistas, con la ayuda de colaboradores y soplagaitas timoratos, han conseguido modificar las percepciones de la realidad y la verdad de las cosas mediante la modificación de los significantes con los que se nombran y definen los conceptos. Son varias las monografías que analizan cómo los nazis del III Reich consiguieron modificar cognitivamente la visión de los ciudadanos alemanes para conseguir sus objetivos, simplemente modificando los significados mediante la manipulación del lenguaje. Es un hecho científico que cambiando la semántica de los nombres con los que se designan a las cosas se puede transformar su cognición.
Tengo muchas anécdotas personales y podría escribir un libro con ellas, cosa que haré un día cuando tenga tiempo y tranquilidad espiritual para ello. Voy a mencionar dos de ellas:
Cuando de forma efímera participé de una serie de experiencias políticas en el vademecum de cargos públicos que publica anualmente el Gobierno Vasco, en su guía de comunicación, me modificaron un apellido que toma sus fuentes en el Condado de Oñate poniendo Gebara en lugar de Guevara, sin percatarse que Guevara es un gentilicio que siempre se ha escrito así, desde hace más de un milenio. No todo puede traducirse al euskera, sobre todo cuando ciertos topónimos tienen un origen latino.
En otra ocasión, hace unos cinco años, me encontré con que el nombre del pueblo en el que nací, de claras reminiscencias medievales, en los límites de la Llanada alavesa con Navarra, había desaparecido de la Guía de teléfonos publicado por Telefónica de España. San Román de San Millan se ha había convertido en Durruma que es la pretendida traducción al euskera de San Román. Me entraron dudas y pregunté a mis familiares octogenarios si recordaban ese nombre, negándolo. Me dirigí a los archivos provinciales para analizar documentos medievales, y nada, sólo aparece el nombre con el que siempre se ha designado a mi pueblo: San Román de San Millán.
Pero lo mismo ocurre con fundaciones reales como son Laguardia, Labastida, Villarreal de Álava. Villafranca de Ordicia, Fuenterrabía, Salinas de Añana, y un largo etcétera de localidades con abolengo medieval, notorias en las crónicas históricas de nuestro común pasado hispánico, a las que se les ha modificado el nombre con una toponimia amputada, prestada o arbitraria, como son: Biasteri, Bastida, Legutiano, Ordizia, Gesaltza, etc, sin antecedentes en nuestra archivística o realidad consuetudinaria. Con ello borran de forma inmisericorde nuestro pasado y nos privan del derecho a conservar lo que ha sido desde siempre: nuestros antecedentes históricos.
Mucha gente piensa cuando ve la señalética que da nombre a lo que fue Vitoria y ahora se llama Gasteiz, que este último nombre es la denominación en euskera de aquel con el que siempre se ha señalado a la ciudad en la que vivo. Pero, no, resulta que no es la traducción al euskera, es el mortuorio de una aldea que preexistió con anterioridad a la fundación real de esta ciudad. Con lo cual el lugar donde he vivido durante cincuenta y siete años tiene dos nombres, y es como si yo me llamara Ernesto-Javier.
¿Se puede cambiar el concepto de Álava pasando por encima de una realidad profunda, tangible, etnológica, vital, histórica, cultural con el arraigo de los siglos? ¿Se puede llamar Araba lo que a lo largo de los siglos ha sido Álava? Pues, por asombroso que parezca, sí se puede, si se da a todo esto matiz político. Si los políticos nacionalistas y sus siervos complacientes se ponen de acuerdo pueden “decretar” que lo blanco es negro. Y así se ha hecho sin que nadie rechiste. Decir, por ejemplo, que la lengua vasca es propia de la provincia de Álava va en contra de la realidad socio-lingüística, pues una gran parte de Álava nunca ha hablado esa lengua. Y cambiar la toponimia para borrar cualquier vestigio de lo que ha sido la historia de los pueblos y de sus gentes es simplemente un atentado contra el derecho a conservar el conocimiento de nuestro pasado.
Por ejemplo, los documentos de San Millán de la Cogolla y de Santa María de Valpuesta –en el oeste de Álava- distinguen suficientemente “estas comarcas del Occidente de Álava y norte de la provincia de Burgos” como enclavadas en territorio de Castilla (Al-Quilé o los Castillos) y “el resto de Álava”. La zona que va más allá del río Bayas y que comprende los pueblos de Cuartango, Ribera Alta y Baja, como la parte occidental de Treviño muy posiblemente se castellanizaron entre los siglos XI y XIII. Es decir, como mínimo la mitad de Álava estuvo romanizada desde tiempos anteriores al primer milenio. Un estudio lingüístico de las formas en que aparecen los pueblos en la lista calagurritana (“Reja de San Millán” en el año 1025) hace ver que la desvasquización ya se había verificado. Julio Caro Baroja, A. Tovar, Lacarra, M.L. Albertos, L. Michelena, C. Sánchez Albornoz, Menéndez Pidal, entre otros, abundan en esta teoría. Sin embargo, a todos esos pueblos se les ha cambiado el nombre con la pretensión de vasquizar unos topónimos que son originariamente latinos.
A modo de muestra, M.L. Albertos Firmat afirma que “La parte occidental de Álava y de Vizcaya estaba ocupada, según los mismos testimonios antiguos, por los Autrigones. Parece, según todos los indicios, que eran un pueblo mixto, étnica y lingüísticamente, y tal vez, aunque en menos grado, les ocurriera algo semejante a los Várdulos y Caristios… Los Autrigones lindaban al O. y NO. Con los Cántabros […] y ocupaban la parte meridional de nuestra provincia, es decir, la Rioja Alavesa, así como la Rioja castellana. […] La Romanización de Álava es tan evidente que no es preciso insistir sobre ella. Únicamente creo importante señalar que, en mi opinión, la romanización de Álava es anterior a Leovigildo, es decir, procede de la propia época imperial romana.”
Entonces… ¿Por qué tanto interés en cambiar el nombre de los pueblos y borrar el pasado, transformando la verdad de nuestra historia hasta hacerla irreconocible? El nombre de las cosas define el proceso de su construcción en nuestro pensamiento y memoria.
Contra la mentira, lucha por la verdad.
http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=4920
miércoles, noviembre 19, 2008
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