jueves 27 de noviembre de 2008
CINE
La ola
Por Juan Orellana
El joven cineasta de Hannover Dennis Gansel ha estado en España para presentar su contundente película La ola, que ha impactado en Alemania. Hemos podido conversar con él sobre esta cinta inspirada en los sucesos reales que ocurrieron en un instituto público de Palo Alto, en California.
Allí, en la primavera de 1967, el profesor Ron Jones hizo un experimento en clase para explicar de modo práctico lo que son los totalitarismos. El asunto se le fue de las manos. La película que adapta estos hechos cuenta con un guión del director y de Peter Thorwart, basándose en el relato corto del citado profesor Ron Jones y en la obra que Johnny Dawkins y Ron Birnbach escribieron a propósito, The Wave.
Dennis Gansel, que demostró su talento con Napola, su anterior film, nos cuenta lo que sucede en un instituto alemán actual, cuando durante una semana el profesor Rainer Wenger adopta en clase formas totalitarias para que los alumnos entiendan el funcionamiento de los Gobiernos dictatoriales. En apenas unos días, lo que comienza con una serie de ideas inocuas como la disciplina y el sentimiento de pertenencia grupal, se va convirtiendo en un movimiento neofascista real: La Ola.
Según el cineasta:
La desaparición del comunismo y la crisis del capitalismo han dejado un gran vacío en la gente que busca nuevas ideas, nuevos contenidos. Por eso ha ganado Obama. Habla del "cambio"; la gente no sabe en qué consiste ese cambio, pero su carisma hace que la gente se entregue. Los jóvenes buscan ideales y se agarran a lo que sea; no tiene por que ser a un movimiento fascista, pueden ser grupos antiglobalización; grupos ecologistas, Greenpeace...
En la película el personaje más interesante es el del alumno Tim, interpretado por Frederick Lau. Se trata de un chico que se siente muy poco querido en su casa. Su objetivo prioritario, pues, es sentirse afectivamente aceptado. Por eso le vemos regalar droga a sus compañeros de instituto, en vez de venderla, con el fin de "caer bien", de sentirse valorado y apreciado. Esa es la razón por la que él va a recibir la Ola como si se tratara de la anhelada respuesta al deseo de su corazón. Algo similar le va a ocurrir a Marco (Max Riemelt), que ante la infidelidad entre sus padres, aspira, en sus palabras, a una experiencia de "unidad", algo que la Ola parece proporcionarle.
Yo creo que hay una fuerte correlación entre carencias afectivas en la familia y estos grupos, porque el hombre busca lo que no tiene en casa. Alguien que no tiene esos vínculos familiares encuentra en estos grupos seguridad y protección.
La otra cara de la moneda la representa Karo (Jennifer Ulrich), una chica educada en un ambiente familiar estable, excesivamente liberal, pero en el que se valora la libertad como clave del proceso educativo. Ella es la primera en detectar que el experimento es nocivo y alienante y por ello se va a convertir en la enemiga excluida del grupo.
De todo lo dicho se deduce que el film plantea la cuestión del totalitarismo no en términos ideológicos –que La Ola no tiene– sino en las necesidades afectivas y de sentido de cada persona. En una sociedad de pertenencias precarias, de falta de estímulos, de desorientación referencial, la pertenencia "fuerte" a un grupo carismáticamente guiado se convierte en un apetecible espejismo al que agarrarse como un clavo ardiendo. De esta forma, totalitarismo y sectarismo son dos conceptos mucho más hermanados de lo que podría pensarse.
La puesta en escena es dura, contundente, muy juvenil, de ritmo marcado y no nos ahorra descripciones realistas del ambiente del "botellón". A pesar de su desnudez e inmediatez, el film es de gran valor educativo y propone una reflexión urgente y necesaria sobre el sentido de la vida en una sociedad que se desmorona.
http://iglesia.libertaddigital.com/la-ola-1276235823.html
jueves, noviembre 27, 2008
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