El Gobierno de la lotería
M. MARTÍN FERRAND
Viernes, 21-11-08
MUY tercamente, sordo a la crítica, insensible a la realidad circundante y confiado en sus aliados de alquiler, el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero mantiene contra viento y marea la inmutabilidad de los Presupuestos Generales del Estado para 2009. No es algo que parezca inteligente o provechoso para nadie; pero esa es una de las notas descollantes del zapaterismo en curso, quizá su único sustento ideológico. Rectificar, deben de decirse en los Consejos de Ministros, es de débiles y, en cambio, la contumacia -a esto no se le puede decir perseverancia- acredita nuestra fortaleza y asegura nuestra invulnerabilidad política. A juzgar por las encuestas, la opinión pública española parece poco sensible ante el empecinamiento obsesivo del Gobierno y aquí, erradicado el sentido ético de la vida pública, lo único que de verdad interesa es ganar elecciones y permanecer en el poder. Erre que erre.
Es evidente que ninguno de los puntos de partida en que se sustentan los Presupuestos estará vigente en el tiempo de su aplicación. Hemos entrado en recesión, algo no previsto cuando el proyecto fue redactado, se acelera el paro, decrece la actividad económica y con ella, los ingresos del Estado, el sistema financiero está en veremos y las crisis -la global y la específicamente nacional- nos zarandean con saña; pero el panfilismo de Pedro Solbes considera «adecuados» esos Presupuestos y así serán aprobados. La realidad, menos complaciente que sus apoyos parlamentarios, resulta antipática e incómoda.
Miguel Ángel Fernández Ordóñez, que no es un peligroso liberal y siempre ha demostrado acatamiento y respeto a quien le colocó en los sillones del poder que ha ido ocupando, ha dicho que los Presupuestos «han quedado desfasados». Eso, dicho por el gobernador del Banco de España, tiene el valor de un dictamen y debiera forzar, al menos, la reflexión de los responsables económicos del Gobierno. No hacerlo denota temeridad y, sobre todo, desprecio a los ciudadanos que, en nuestra doble condición de contribuyentes y consumidores, terminaremos pagando dos veces cuanto se derive de tan injustificable cabezonería.
Zapatero es el único que mueve todos los muñequitos del guiñol gubernamental. Parece un pulpo. Su obstinación, reforzada por sus últimos e innegables éxitos, recuerda la férrea condición de las conductas dictatoriales más que la inteligente elasticidad de las más propiamente democráticas. Hay que recurrir a la literatura para encontrarle antecedentes y, en esa dirección, nos sirve un libro olvidado de Jorge Luis Borges, La lotería de Babilonia. En el imaginario país así llamado por el poco dogmático maestro de las letras, todo se gobierna por la lotería. El azar es la ley. Para mayor abundamiento, ya estamos en el ámbito del sorteo extraordinario de Navidad.
http://www.abc.es/20081121/opinion-firmas/gobierno-loteria-20081121.html
jueves, noviembre 20, 2008
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