Venezuela en la encrucijada
Decisivas elecciones este domingo
Si los venezolanos son capaces de conciliar el sueño en la larga noche que les aguarda el próximo domingo a la espera del resultado del escrutinio en las elecciones celebradas para escoger gobernadores, alcaldes y concejales, se despertarán el lunes con otro país, o por lo menos con un país con rostro distinto, cualquiera que sea el resultado.
MANUEL LUNA RODÓ
21 de noviembre de 2008
Si los venezolanos son capaces de conciliar el sueño en la larga noche que les aguarda el próximo domingo a la espera del resultado del escrutinio en las elecciones celebradas para escoger gobernadores, alcaldes y concejales, se despertarán el lunes con otro país, o por lo menos con un país con rostro distinto, cualquiera que sea el resultado. Se trata, en resumen, de aceptar tácitamente como aprobada la gestión de gobierno llevada a cabo por Hugo Chávez. o de rechazarla. No implicaría esta disyuntiva si estas elecciones no las hubiera convertido el propio presidente en un plebiscito aprobatorio de su gestión y de su proyecto de llevar a efecto las reformas necesarias para permitir la reelección indefinida. Pero Chávez ha apostado fuerte, aleccionado por su inocultado deseo de cumplir misiones históricas inscritas en los astros.
Antonio Cova, un reputado analista político venezolano utiliza una frase inglesa de diversas aplicaciones para tratar el tema que apasiona estos días a los venezolanos.«I’ll be here as long as it takes» [“permaneceré aquí por el tiempo que haga falta”]. Así concluye Cova: «Nadie podría expresar mejor lo que haremos millones de venezolanos este crucial domingo de noviembre. Ni sol, ni lluvia, ni el tiempo previsto por máquinas caprichosas logrará espantarnos de donde debemos estar y permanecer hasta el fin.»
El Gobierno, aun afectado por algunas disidencias internas, concurre a estas elecciones amparado por un paraguas, financiado dispendiosamente desde el poder: el Partido Socialista Unido de Venezuela, empeñado en teñir de rojo las calles y plazas del país en ruidosa campaña.
La oposición, por su parte, no ha llegado al grado de cohesión que las circunstancias le imponían para enfrentar la poderosa maquinaria electoral del Gobierno. No obstante, algunos progresos indican que, por lo menos, son conscientes de la inferioridad que les dispensa su dispersión. Si la falta de unidad en los candidatos ofrecidos al elector propicia un resultado por debajo de las expectativas de buena parte de los venezolanos, el análisis postelectoral conducirá inevitablemente a una descalificación por ahora incalculable.
La estrategia de Chávez ha consistido en realizar una campaña no tanto para beneficiar a sus candidatos, sino para favorecerse a sí mismo. Ha pretendido convencer de que si la oposición gana gobernaciones irán a por él. No es ciertamente una campaña para ganar electores que fundamenten su voto. La verdad, sin careta, es que lo que plantea Chávez es abrir una puerta a una enmienda constitucional que hiciera posible su reelección indefinida. Un resultado que le favoreciera lo presentaría como el requerimiento popular para perpetuarlo en la presidencia de la República Bolivariana de Venezuela de su creación para emular glorias pasadas.
En una novela de Francisco Suniaga, El Pasajero de Truman,aparece un personaje que puede recordar a Chávez frente al espejo a través de estas palabras: «Esa idea nefasta que nos lleva a presumir que si el país está en crisis, hay que recurrir a un héroe, no a un hombre sensato, discreto y buen administrador, sino a un hombre a caballo, a un Cid Campeador. Lo más triste de eso es que tales héroes son mesías sin credo que no se preocupan por construir algo que vaya más allá de su epopeya personal.»
La tónica impuesta por Chávez a lo largo de la campaña, exacerbada en la recta final, es todo un grito de guerra con pocas concesiones a las caballerosa reglas admitidas por los combatientes clásicos: «Hay que darles hasta la madre […].Vamos a seguir acorralándolos en todo el país. Vamos a lanzar la operación acorralamiento, sin clemencia […] para que sepan de qué somos capaces los revolucionarios.» Y ésta es realmente la incógnita a despejar: de qué es capaz el chavismo ante un resultado electoral adverso.
Montado sobre el pedestal de su propia estatua, esculpe palabras: «¡El que traicione a Chávez se muere políticamente! El que me traiciona a mí, traiciona al pueblo. Y si alguien tiene dudas, espere el 23-N. Vamos a demostrar que aquel que se monte sobre mis hombros para engañar al pueblo y luego haga pactos con la oligarquía […] hay que matarlo políticamente. ¡Basta de tanto traidor!»
Ante el violento lenguaje de trinchera de Chávez, Teodoro Petkof, a través de las páginas de Tal Cual, editorializa: «Hay que taparle la boca a este sujeto, indigno de la presidencia que ejerce, que vomita insultos desmesurados contra sus adversarios, que los calumnia con todo el ventajismo que desde el poder disimula la cobardía y con una vileza que da buena medida de su catadura moral, que hace de la intimidación brutal el eje de su discurso.»
Las elecciones de este próximo domingo no son unas elecciones con las cuales se cumple el trámite ritual de una democracia. Son, en opinión muy extendida, las más importantes de Venezuela en toda su Historia. Lo que está en juego va más allá de unas gobernaciones y unas alcaldías: se plantea con todo su dramatismo la naturaleza de la sociedad venezolana. Así lo señala Rafael Poleo este miércoles en un análisis sangrante en el que es tajante al titular que No habrá otra oportunidad. «La naturaleza delicuencial del régimen —dice Poleo— está suficientemente demostrada. También la responsabilidad histórica de Hugo Chávez. Arrastrado por una patológica necesidad de poder, el joven animoso y bien intencionado por quien la mayoría de los venezolanos votó en 1998, degeneró espiritualmente al punto de adoptar la espantosa e inaceptable máxima de que el fin justifica los medios.»
Desde el pasado lunes el Consejo Nacional Electoral ha establecido la prohibición de publicar encuestas destinadas a influir en el ánimo del electorado a la hora de emitir su voto. Sin embargo, se vislumbra un cuadro electoral complejo, donde existe la posibilidad del triunfo chavista en gran número de gobernaciones. Este es el argumento que esgrime el oficialismo para atribuirse una victoria electoral, incluso cuando el recuento de votos final indique una pérdida de gobernaciones en su poder y un número importante de alcaldías caiga en poder de la oposición. Para lograr ventajas el próximo domingo, la oposición tiene claro (y en ello insiste) que sólo puede favorecerla un incremento de la participación electoral, la cual suele ser baja en convocatorias de este tipo. La diferencia estriba en que Venezuela se encuentra en horas decisivas. Un triunfo amplio de Chávez, que ha planteado estas elecciones como una aprobación de su gobierno que cumple diez años, dejaría la puerta abierta al cumplimiento del Gran Timonel de perpetuarse en el poder mediante la adecuada reforma constitucional, rechazada, por cierto, en el referéndum del pasado 2 de diciembre. Su derrota supondría la culminación de su mandato en 2012.
Está claro que si la oposición obtiene gobernaciones y alcaldías en Estados y ciudades que representan un alto porcentaje de la población venezolana, arrebatándoselas al Gobierno, se habrá creado una barrera destinada a impedir o, por lo menos, hacerle más difícil a Chávez permanecer en el poder a perpetuidad. Hoy por hoy las espadas están en alto.
http://www.elmanifiesto.com/articulos.asp?idarticulo=2869
jueves, noviembre 20, 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario