viernes 28 de septiembre de 2007
Favores envenenados
Óscar Molina
C ADA vez que el Estado abre el tarro de los caramelos lo hace para anular un poco más nuestra mismísima condición de personas. No existe favor por parte del Gran Hermano que no tenga su coste en la madurez social, y por muy bienintencionado que sea el regalo (y ya estoy suponiendo mucho) el resultado es siempre un mayor raquitismo ciudadano y una traba en el camino que lleva al individuo a ser adulto. A mi modo de ver no existe persona sin madurez, y ésta no es posible sin la asunción de las responsabilidades que conllevan actos y omisiones. No hay vía que conduzca al desarrollo personal pleno para aquél a quien se priva de la aceptación de las consecuencias de sus actos. La Libertad es esencial en el ser humano, y si tomamos la determinación de anular los resultados de ejercerla, la estamos falseando, reduciéndola a la mentecata y simplista condición de hacer lo que nos venga en gana. Digo todo esto porque tengo la sensación de que andamos como posesos a la busca de quien sea capaz de inventar mecanismos que no nos hagan responsables de las consecuencias de las decisiones y actitudes que de manera voluntaria adoptamos. Uno puede casarse y si no le gusta, tiene el divorcio “express”, puede tener una relación sexual cuyo molesto corolario se anula fácilmente mediante el aborto libre o cometer actos criminales y luego acogerse a multitud de beneficios penitenciarios…el caso es que cada vez hay más escapatorias para quien trivializa su propia vida y la de los demás, y sobre todo, siempre hay quien se dedica a abrir esas gateras como si nos hiciese un favor. Piensen por ejemplo en el vago de siete suelas que en el colegio se dedica a tirar pelotillas a los compañeros, no ha visto un libro ni por el forro y suspende hasta el recreo. Esa joya, ya en edad de saber qué está bien y qué está mal, de elegir lo que quiere y lo que no quiere hacer, anda cada vez más cerca de conseguir lo mismo que otros que han decidido tomarse la vida un poquito más en serio. Con un pequeño esfuerzo, y suspendiendo sólo cuatro asignaturas, el angelito acaba llegando al mismo sitio que quienes se esfuerzan y amontonan algo tan absurdo como el mérito. Es por hacerle un favor, ya se sabe, evitarle una indeseable sensación de fracaso. Como si el fracaso y el éxito no fuesen tan condición de la existencia humana como lo es el orinar. Brillante idea, eliminemos el fracaso y todos tendremos éxito. De Premio Nóbel. Porque yo me pregunto ¿el día en que ese niño haya de enfrentarse inevitablemente a la vida, lo podrá hacer con ese bagaje? ¿Qué armas puede tener aquél al que no se le ha enseñado que existen consecuencias fruto de nuestras decisiones? La vida es como es, y en ella se puede hacer de trapecista, claro que sí, pero no hay red. Si a este pobre engañado por la cultura de la fiesta permanente le embargan mañana la casa por no pagar o le echan del trabajo por escaquearse ¿Qué hacemos? ¿Le financiamos la hipoteca? ¿Prohibimos el despido? En ocasiones el Estado no se para en hacernos presuntos favores, llega más lejos y alcanza la radical postura de sustituirnos como agentes principales de nuestra propia existencia. Ocurre con medidas como la propuesta de dar a los jóvenes doscientos euros para que sufraguen su alquiler. Claro que sí. Podemos incluso pagárselo entero, y de ahí para arriba. Pero realmente ¿les estamos haciendo un favor? Podemos entrar en una espiral que convierta a nuestra Administración en una especie de Providencia que cada vez haga menos necesaria la propia aportación de la persona para buscarse la vida. Pero no tendremos personas, tendremos majaderos que jamás se plantearán siquiera el hacer algo por ellos mismos. Desterraremos algo tan vital en una sociedad moderna como es la Excelencia y anularemos algo tan sagrado como el ejercicio de la Libertad en la búsqueda de la felicidad. Gente satisfecha, pero no feliz. Peces alimentados, pero sin más horizonte que vivir en la plácida pecera en la que cada día el sustento cae de un agujero. ¿Qué tal si presumimos menos de progresismo y nos dedicamos de manera real a combatir la precariedad laboral, en vez de andar como zascandiles detrás del mundillo empresarial? ¿Y si facilitamos a la gente las herramientas necesarias para ejercer una Libertad que no esté amaestrada? Formación de calidad, igualdad de oportunidades y cultura de la responsabilidad. Imaginación para tomar medidas que faciliten el empezar a caminar, pero sin llevar a nadie en una silla de ruedas, sin acabar convenciéndole de su propia incapacidad, sin hacerle dependiente, que es lo contrario de independiente. Lo contrario tan sólo resulta en una sociedad adocenada, de valores volátiles, incapaz de ejercer el mando sobre su propia vida. Gente, eso sí, útil desde el punto de vista político, ciudadanos que pasan a ser clientes, a traficar favores a cambio de un voto.
jueves, septiembre 27, 2007
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