jueves 6 de septiembre de 2007
La rebelión de Rosa Díez conmociona el panorama político
José Meléndez
C UANDO este verano encogido y cambiante está a punto de terminar, se atisban ya las tormentas que sacudirán el panorama político español hasta las elecciones generales de marzo del próximo año. La primera, y de gran magnitud, la ha desencadenado Rosa Diez al darse de baja en el PSOE, partido en el que ha militado durante mas de treinta años, y anunciar que será cartel electoral con el nuevo partido de la plataforma cívica “Basta ya”. Rosa Diez tiene una apariencia frágil, como un junco de ribera o, cuando luce su pelo rojo, de una amapola perdida en un campo de trigo, , pero posee una férrea armazón mental y, sobre todo, una total coherencia con las ideas y principios en los que cree, por los que ha peleado durante toda su vida política en un ambiente tan duro como el del País Vasco y que ahora ve conculcados por la dirección actual del partido en el que ha militado siempre. Nadie mejor que ella sabe la degradación que ha ido sufriendo el PSOE vasco, desde la defenestración de Nicolás Redondo –otro socialista a la vieja usanza- y nadie mejor que ella ha percibido los turbios manejos de la política antiterrorista de José Luis Rodríguez Zapatero o sus componendas con los nacionalismos con el principal objetivo de crearse un colchón protector en las citas electorales. El PSOE actual es un partido de traiciones impuestas por Zapatero en su doble condición de jefe del gobierno y del partido. Así, para asegurarse el poder en Cataluña y poner la primera piedra de una España confederal, traicionó primero a Pascual Maragall con Artur Mas y a este después con José Montilla; alentó los afanes de autodeterminación del lendakari Ibarreche para dejarlo después a un lado en su negociación directa con ETA; autorizó el demencial concubinato de un gobierno con republicados e independentistas en Baleares para quitárselo al PP, claro vencedor por votos pero insuficientes para formar gobierno y ha rizado el rizo de permitir las negociaciones con los panvasquistas de Nafarroa Bai en Navarra, para obligar después a los socialistas navarros a dejar gobernar a la Unión del Pueblo Navarro, asustado por el coste electoral que podría tener ese primer paso de la unión de Navarra al País Vasco, que es uno de los objetivos de ETA. Somos muchos lo que venimos denunciando estas artimañas en los medios de comunicación en estos tres años largos de pésima gestión gubernamental, pero ha tenido que elevarse una voz tan autorizada y solvente como la de Rosa Diez para denunciarlas desde dentro y dar un aldabonazo cuyos ecos habrán de oirse hasta el momento de la convocatoria a las urnas. Que una socialista de pura cepa, que ha ocupado cargos destacados, diga que se va porque “Zapatero ha traicionado las ideas del partido” y afirma que el presidente “ha cambiado el rumbo hacia un Estado confederal sin contar con los ciudadanos ni con el PSOE” son acusaciones tan graves como ciertas que avalan las críticas mediáticas que han venido sucediéndose en ese sentido y terminarán haciendo mella en la opinión pública que hasta ahora viene acusando esa típica y acomodaticia indulgencia que los españoles muestran con sus gobernantes. Otra cosa es meterse en el laberinto profético para averiguar la suerte que correrá la honesta y esforzada política y su nuevo partido auspiciado por el filósofo Fernando Savater y el catedrático Carlos Martinez Gorriarán, también gente de izquierdas con un ideario sincero y bien definido. Lo tendrán difícil, porque no es fácil implantar un nuevo partido político en seis meses y porque el éxito que tuvo en Cataluña el partido Ciudadanos no puede servir de referencia en este caso porque recogió el hastío y la repulsa de muchos por el excesivo nacionalismo de los dos grandes partidos regionales. En el País Vasco van a tropezar con las tupidas raíces del nacionalismo y el férreo control que el PNV ejerce en las instituciones, mientras que la bandera constitucionalista que enarbolan lleva ya tiempo ondeándola el Partido Popular. Y a nivel nacional, el panorama que tienen es una incógnita que permite a los dos grandes partidos nacionales consolarse de la amenaza en ciernes pensando –y afirmando- que los nuevos le restarán votos al adversario. La suerte que corran Rosa Diez y su nuevo partido está en la voluntad de los votantes y yo no voy a hacer de profeta para aventurar un resultado. Pero lo verdaderamente interesante y positivo del paso que ha dado Rosa Diez es el de llevar a la opinión pública la constatación de la forma taimada y engañosa con la que estamos siendo gobernados en esta legislatura. Como también dice Rosa Diez, Zapatero ha puesto en práctica los dos proyectos que forman la base de su gestión gubernamental en esta legislatura –la reforma territorial por medio de la vía estatutaria y la negociación con ETA en el mal llamado “proceso de paz”- sin contar con los ciudadanos y sin explicarles a estos y a su propio partido el alcance de sus intenciones y ni siquiera el desarrollo de las mismas. Arropado por su reducida guardia pretoriana de los Blanco, Fernández de la Vega, Rubalcaba o Diego Garrido –una guardia que se limita a corear el triunfalismo presidencial- y por la fontanería de La Moncloa, cuya eficacia quedó al aire en las últimas elecciones municipales, se dedicó en cuerpo y alma a estos dos temas, intentando de paso borrar al Partido Popular del mapa político, sin contar para nada con la opinión pública ni –son, de nuevo palabras, de Rosa Diez- acudir a ningún Consejo Federal del PSOE para exponer sus proyectos sobre su concepción del nuevo modelo de Estado y su programa de pacificación del País Vasco. Zapatero posee la astucia del jugador de ventaja y por eso, a la vista del fracaso de sus dos grandes iniciativas, ha vuelto de las vacaciones veraniegas con su triunfalismo renovado, sus promesas espectaculares y su falta de pudor para contradecirse como medio de guardar los muebles. De considerar a España como nación un concepto “discutido y discutible” y calificar a Mariano Rajoy de “patriota de hojalata” por defender la unidad española, ha pasado a convertirse en paladín de esa unidad y ha marcado todos los papeles oficiales con la denominación “Gobierno de España”. Y de la sigilosa negociación con ETA, calificando de “accidente” el salvaje atentado del T4 de Barajas, llamando a Otegui “hombre de paz”, cambiando en su discurso “terrorismo” por “violencia” y permitiendo que una disfrazada Batasuna acceda a las instituciones ha llegado a decir y repetir que será implacable con los etarras, poniendo como ejemplo las numerosas detenciones de terroristas, aunque la inmensa mayoría de ellas se hayan producido en Francia y amaga con declarar ilegal al proetarra ANV, al que previamente había abierto la puerta. Si las actuales intenciones de Zapatero son esas, hay que admitir que ese es el buen camino del que no debió salirse nunca. Pero su problema es la falta de credibilidad porque ha engañado tantas veces que resulta difícil precisar cuando actúa con sinceridad. La ofensiva que han desencadenado el presidente y su coro de portavoces es grande y tiene claros tintes de ejercicio preelectoral. Nos fuimos de vacaciones con el efecto anestesiador de su discurso en el debate sobre el estado de la nación, donde pintó un idílico y reconfortante panorama económico. Pero una vez que el rumor de las olas ha desaparecido de nuestros oídos y no sentimos la caricia del sol de playa o de montaña que tostaba nuestra piel, nos encontramos con que la economía no va como nos habían dicho. El repunte del paro, la disminución en las aportaciones a la Seguridad Social, el encarecimiento de alimentos básicos y la lenta pero continua subida de las hipotecas inmobiliarias, son elementos de preocupación que echa por tierra el triunfalismo gubernamental. A las cada vez mas numerosas familias que tienen dificultades para llegar a fin de mes y se han encontrado con estas subidas, unidas a los gastos de la vuelta a los colegios, les resultarán ridículas las excusas de los portavoces gubernamentales con rebuscadas comparaciones con los países de nuestro entorno, estadísticas que abarcan cada vez mas años para que puedan parecer resultonas y haciendo hincapié en los resultados de una macroeconomía que nada tiene que ver con el hombre de la calle. Esa macroeconomía, que parece que Zapatero se aprendió en las dos famosas tardes que le recomendó Jordi Sevilla, le viene mejor a los bancos y a las grandes empresas que a las arcas del Estado y no beneficia a los ciudadanos si no se arbitran medidas protectoras ante una amenaza de crisis. Mucho mejor le irían las cosas al PSOE y, por lo tanto a España puesto que el gobierno está en sus manos, si sus actuales dirigentes tuvieran la coherencia, la firmeza en sus ideales, la honestidad y la valentía que tiene Rosa Diez.
miércoles, septiembre 05, 2007
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