Nuestro silencio
27.09.2007 -
BLANCA ÁLVAREZ b.alvarez@diario-elcorreo.com
El tiempo es aliado de la verdad», lo afirmaba Schopenhauer, y algo de razón le da la lógica de la Historia. Por más que pasen años y hasta centurias o milenios, un buen día, un hueso roto, un manuscrito polvoriento, una foto saca a relucir una de esas verdades aniquiladas por la urgencia de tapar nuestras miserias. Pero, entretanto, existen silencios que duelen en los tímpanos tanto como las estridencias de otros. Han pasado meses, sospechas y actitudes perfectas, incluidas ropa de marca y miradas bajas o desafiantes, sobre la desaparición de la pequeña inglesa, pero no cesan ni las peticiones, ni las páginas en Internet, ni el baile de abogados carísimos, ni los golpes de efecto diseñados por publicistas expertos. Mientras, el silencio cubre la muerte de tres niñas de 13, 10 y 6 años, ignoramos el estado de la madre y de la otra niña de 2 años. Claro, son chechenas.Algún día se abrirán las puertas del infierno checheno y sentiremos la misma vergüenza que al abrir los crematorios nazis pero, mientras, miles de inocentes mueren, son torturados, violados, condenados al silencio. Ahora, la verdad dormita bajo el amparo de nuestra amistad con Putin y sus recursos energéticos. Hace unos días, en la frontera polaca con Rusia encontraron a una mujer exhausta que sostenía en sus brazos a una niña de dos años. Sus otras tres hijas habían muerto; no soportaron la caminata de cuatro días, sin comida, sin agua y bajo un terrible frío. La mujer siguió caminando, imagino que rota de dolor tras tapar el cuerpo de sus tres hijas con ramas: aún vivía la pequeña y, para salvarla, necesitaba todo el coraje disponible en la memoria de todos los marginados, de todos los exiliados.Apenas una breve nota, un solo día, hablaba de esta mujer y su tragedia. Nadie les puso cámaras para que mostraran su dolor al mundo; nadie les dio la llave de ninguna iglesia para que rezaran por tan terrible pérdida; ningún famoso se ofreció a solicitar ayuda y clemencia para ella y la pequeña superviviente; ningún abogado carísimo y experto en defender a tiranos se ha puesto tras su espalda para evitarle una repatriación al horror; seguro que el Papa no encuentra tiempo para recibirlas. Son gentes de tercera, y las niñas muertas el coste de sostener a Putin como aliado. Ni siquiera tienen nombre. A nosotros nos basta con compadecer a la niña inglesa y a esos padres cada vez menos creíbles y que talmente parecen estar haciendo campaña electoral porque nada vende tanto como la desgracia personal bien administrada.Entretanto, el silencio de todos nosotros sobre los tres cadáveres infantiles cubiertos con ramas en mitad de la desolación rompe los tímpanos de esa verdad que, tal vez, el tiempo ayude a ver la luz.
miércoles, septiembre 26, 2007
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