jueves, julio 26, 2007

Xavier Navaza, Apagon, excusa independentista

viernes 27 de julio de 20007
XAVIER NAVAZA
corresponsal en galicia
Apagón, la excusa independentista
Al igual que sucediera a finales de 2002, cuando el Prestige naufragó ante las costas de Galicia, en Catalunya resurgen ahora las tesis del soberanismo que reclaman la independencia y que ponen en cuestión la existencia misma del Estado de las Autonomías. Y todo por el fenomenal fallo de la red eléctrica que, durante varios días, dejó a buena parte de la ciudad Condal a oscuras.
Una vez más, se solapan los errores propios y se sale a la busca de culpables en el exterior. Es decir, en Madrid.
Y si los socialistas que lidera el honorable presidente de la Generalitat, José Montilla, saltan directamente sobre la cúpula de Endesa, los nacionalistas de Josep Lluís Carod Rovira -segundo de a bordo en el Gobierno catalán- van más allá: todo es culpa del centralismo, de un Estado, el Estado español, cuya dirección central no sólo no es imparcial sino también injusto con Catalunya: un país que paga el 25 por ciento de la factura eléctrica española y sólo recibe el 15 por ciento.
Los primeros, con Montilla a la cabeza, incluso afinan el disparo: el gran culpable es Manuel Pizarro, presidente de Endesa: "Pizarro ha querido castigar a Catalunya", ha exclamado el portavoz del PSC, Miquel Iceta, desempolvando así el contencioso organizado a raíz de la frustrada OPA de la catalana Gas Natural sobre Endesa. Los segundos apuntan a la línea de flotación de la vieja España con el no menos viejo discurso del irredentismo.
Nada nuevo bajo el sol. Cosas muy similares se dijeron, tanto en Compostela como en Barcelona y Gasteiz, cuando la marea negra asfixiaba el castigado litoral del finisterre de la Unión. Entre otros, Camilo Nogueira, quien por entonces escribió un artículo con sentida injundia nacionalista y cuyo título era, en sí mismo, un discurso abertzale en toda regla: El Estado ausente. En él, tras establecer un balance de los errores cometidos por las administraciones públicas en la lucha contra el chapapote, concluía: "Es natural que el pueblo gallego se pregunte para qué le sirve este Estado". A don Camilo, a la sazón eurodiputado del Benegá en Estrasburgo, le faltó tiempo para exclamar: El Estado autonómico ha muerto, viva el Estado plurinacional.
En realidad, la crisis del Prestige suscitó el mismo pensamiento en todas las cancillerías del nacionalismo periférico. Todos los ojos del laberinto miraban hacia Santiago, como si bajo la espesa capa del fuel-oil se escondiesen los planos que conducían directamente al Santo Grial.
En Euskadi, Juan José Ibarretxe decidió aprovechar las sensaciones de aquella tragedia medioambiental para impulsar la segunda oleada de sus propuestas a la busca de un Estado vasco asociado al Estado español. Y los catalanistas, al estilo inconfundible de Jordi Pujol, atacaron en varios frentes: con gestos preñados de simbolismo y con la realización de macrosondeos. Así fue como se hizo público que el 73 por ciento de los ciudadanos de Catalunya consideraban "muy lamentable" o sencillamente "lamentable" la actuación del Gobierno central, cuyos ministros no supieron aportar soluciones rápidas y eficaces en la lucha contra las consecuencias del naufragio. Además, según aquel sondeo, la tragedia ponía de relieve que el Estado de las Autonomías no era suficiente: no servía para dar respuesta a los ciudadanos de las nacionalidades históricas cuando se planteaban situaciones de emergencia.
DÍAS GRISES
Nunca Máis en Montserrat
Jordi Pujol, siempre atento, instaló el naufragio del Prestige en un lugar propicio a los mitos de Catalunya. Así fue como, por encargo de la Generalitat, cinco montañeros del grupo Dies Grisos (Días Grises) coronaron Cavall Bernat, uno de los picos más representativos del macizo de Montserrat, que es tanto como decir la cumbre espiritual y geográfica del catalanismo. Allí, en la cima, los montañeros clavaron dos grandes banderas de la plataforma gallega Nunca Máis .
SENSACIÓN DE MALESTAR
Morriña del XVIII en Barcelona
Algo muy parecido sucede estos días en Catalunya, donde los augures del independentismo han tomado el apagón de la ciudad Condal como un motivo de profundas propiedades dialécticas para arremeter contra Madrid. A finales de 2002, Jordi Pujol -tras cargar contra José María Aznar- aprovechó el naufragio del Prestige para reclamar más poderes al Gobierno central y agotar los límites de la Constitución y del Estatuto de Autonomía, en espera de la llegada de mejores tiempos para reivindicar la soberanía nacional de Catalunya y regresar a aquellos días del siglo XVIII en que Barcelona le hablaba de tú a tú a la capital de España: "Si algo ha fallado en Galicia", dijo Pujol, "no es por culpa de Manuel Fraga sino de Aznar. Y a mí lo que me preocupa es que gallegos, vascos y catalanes tenemos muy pocas competencias. Eso no puede seguir así". Es, mutatis mutandis, el discurso que estos días se desarrolla en ámbitos del independentismo catalán .

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