jueves 26 de julio de 2007
Libertad de expresión y mitología Luis Racionero
José Pla solía decir que es mejor que los curas lleven sotana y los policías uniforme para mejor desempeñar sus funciones. Del mismo modo, los personajes aún más simbólicos, como el Papa, el Rey o unos príncipes, no sólo deben vestir ciertos uniformes, sino desempeñar algunos ritos que sólo a ellos competen —abrir las Cortes, inaugurar el año judicial— o poner medallas a los generales o canonizar a los santos, etc.
Mientras necesitemos a estos personajes casi mitológicos, deberemos relacionarnos con ellos del modo que los mitos requieren. La invisibilidad era un modo de acrecentar la autoridad usada por Harum-al-Rachid o Abderramán, la visibilidad era usada, en cambio, por Luis XIV, para recompensar a sus cortesanos y súbditos.
Pretender que un trabajo tan simbólicamente necesario como el de Príncipe o Rey no merece sueldo es tan irreal como creer a pies juntillas en el origen divino de la monarquía. El Rey, como representación de España, y sobre todo de su historia, y por tanto su cultura, es un activo precioso para los intereses del país y su prestigio internacional. Lo mismo cabe decir de los Príncipes, que, además, se caracterizan por una corrección impecable.
Hablar de ganarse sueldos en un terreno tan intangible como la mitología o, si se quiere, el simbolismo, es ponerle puertas al campo. Si se acepta la monarquía como activo histórico y cultural, un recurso que muchos países no tienen y ya no podrán tener a estas alturas de la historia, no se le puede reprochar luego que lleven una vida distinta a la de los ciudadanos de a pie. No se ganó Zamora en una hora, ni se construye un símbolo con métodos caseros. El símbolo necesita carisma, respeto —antes veneración—, imaginación e incluso fantasía; el símbolo, ya sea real, papal, deportivo o sentimental, sirve al ciudadano de a pie como soporte de las proyecciones e ilusiones que el hombre de la calle, en su esfera social, no puede llevar a cabo.
Otra cuestión es sí en el siglo XXI las sociedades avanzadas necesitan de la salsa rosa simbólica y mitológica para su salud psíquica. Me temo que sí, y puestos a ello, creo que, por mera eficacia del símbolo, debemos tratarlo con respeto. Lo cual no excluye la libertad de expresión, simplemente le señala unos límites que es contradictorio sobrepasar. Los símbolos funcionan porque inspiran, ¿para qué devaluarlos?
Por cierto, los países más avanzados de Europa son, más de la mitad, monarquías constitucionales.
jueves, julio 26, 2007
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