viernes 27 de julio de 2007
Otra puñalada a la Corona Lorenzo Contreras
El reflejo político condicionado, a la manera de Pavlov, sigue surtiendo sus efectos a partir de la viñeta de El Jueves. En un mensaje personal bajo el formato de una página de internet, el antiguo portavoz del PNV en el Congreso, Iñaki Anasagasti, actualmente senador del partido nacionalista, ha arremetido contra la Corona presentando a la familia real como una “impresentable pandilla de vagos”. No hay un motivo especial para intensificar la ofensiva antimonárquica, ya que la viñeta de El Jueves, semanario satírico, lo que hizo fue tomar pretexto “porno” de la oferta de los 2.500 euros por hijo nuevo traído al mundo, una ocurrencia de Zapatero que, sin referencia crítica contra la realeza, fue aprovechada por el semanario para lanzar la viñeta humillante que todo el mundo conoce. A partir de ese episodio, más político que periodístico, el clima republicanizante creado por el zapaterismo continúa actuando cual reflejo condicionado para todos aquellos sectores que no aceptan la monarquía como forma política de Estado.
La crítica institucional, que implica poner a la Constitución en solfa, no tiene por qué ser ilegítima o ilícita. Pero el insulto sistemático y zafio es otra cosa, como también es cuestión distinta que un senador del Parlamento central, por muy nacionalista vasco que sea, llame poco menos que vagos y maleantes a lo miembros de la familia real.
Hay quienes piensan, en los comentarios y corrillos de los ambientes urbanos, que la Corona ha debilitado su imagen institucional desde el momento en que el Príncipe Felipe contrajo matrimonio con una presentadora de televisión, convirtiéndola en posible reina de España si todo discurre según las previsiones optimistas de los monárquicos acríticos. Otros enfoques del asunto celebran que el Príncipe de Asturias decidiera tomar una opción sentimental ajena a los usos tradicionales de la monarquía, acercándose a los modelos escandinavos. Y ahora Anasagasti, nada menos que secretario primero del Senado, aprovecha la circunstancia para sumar su palabra ofensiva al coro de los antidinásticos borbónicos, arrastrando por los suelos de una crítica rencorosa la figura de Letizia Rocasolano. Jugando con la palabra “bribón”, nombre, con mayúsculas naturalmente, del yate del Rey, Anasagasti, ahora que se va acabando el mes de julio, hace su agosto político y trata de evadirse de su creciente insignificancia dentro del mundo nacionalista vasco.
Profetiza este senador que la estancia de la familia real en los palacios de la Zarzuela o Marivent “tiene fecha de caducidad”. Una previsión que sería digna de respeto sin el cortejo de insultos que la acompañan. En este sentido es de notar que la Corona española es cada día más vulnerable en la guerra de las palabras. Y es digna de consideración la circunstancia de que la protección legal de la familia real parece insuficiente cuando el clima político que se va creando en torno a ella —ese reflejo condicionado que estimula todos los atrevimientos ultrajantes— tiene en el fondo una base oficial o por lo menos oficiosa en el despliegue de símbolos y gestos, entre otros, como ya indiqué en anterior artículo, la campaña de exhumación de recuerdos guerracivilistas teledirigidos o las “explosiones” sentimentales del presidente Zapatero cuando recuerda a su abuelo, pero no a tantos y tantos miles de abuelos que se quedaron en las cunetas y en las “checas” del régimen perdedor de la Guerra Civil, sin otra culpa que profesar una religión determinada o una ideología pasivamente compartida. Y no siempre franquista.
Es verdad que la familia real inglesa sufre y ha sufrido críticas legítimas. Pero lo que ahora le ocurre a la Corona española va más allá de la crítica y del cuestionamiento. Es sencillamente puro insulto, agravio y, en definitiva, puñalada de conceptos que ha de soportar casi cada día una institución indefensa.
jueves, julio 26, 2007
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