domingo, julio 29, 2007

Ladron de Guevara, ¿Que Constitucion? ¿Que constitucionalismo?

lunes 30 de julio de 2007
¿Qué Constitución? ¿Qué constitucionalismo?
Ernesto Ladrón de Guevara

EL Pacto de Lizarra de los nacionalistas con ETA para frenar la avalancha popular que se generó tras el asesinato de Miguel Ángel Blanco marcó un antes y un después. Pero fundamentalmente lo que marcó un hito fue la humillación y la actitud insultante de los nacionalistas hacia un PSE-EE acomplejado que tras los años de coalición que posibilitó los gobiernos de Ardanza, haciendo de monaguillos de un PNV que marcaba la pauta política a los consejeros socialistas, les echaron por la puerta de atrás del Gobierno Vasco, de forma indigna. Una opinión pública influida de forma significativa por los movimientos cívicos que reclamaban la vigencia de la ley y de la Constitución, y la guerra policial a una ETA en sus más bajos índices de aceptación social, obligó a que el PSOE, a regañadientes, tramara con el PP una acción de gobierno poniendo por primera vez encima de la mesa unos pactos de Estado para impedir que el mundo nacionalista campara por sus respetos en compañía de ETA. Aquel espíritu encarnado en las figuras notables, que no sé si nobles, de Nicolás Redondo Terreros y Jaime Mayor Oreja, ha ido descomponiéndose, fundamentalmente por la responsabilidad directa de Zapatero al que siguen en obediencia acrítica y frailuna las mesnadas de aprovechadores del poder y de las prebendas, de las que pacen los que están más pendientes del pesebre que del servicio público y del interés general. Hoy se ha escenificado en su crudeza más descarnada la realidad de los políticos que nos asuelan. En las Juntas Generales de Álava. Día último posible para la elección del Diputado General de Álava, figura venerada desde hace quinientos años y máxima autoridad provincial (foral) desde que Álava es tal. En síntesis: si el Partido Popular y el Partido Socialista, el primero con quince escaños y el segundo con catorce, aunque con una diferencia de un centenar y medio de votos a favor del primero, se hubiesen puesto de acuerdo, hoy habría un Diputado General constitucionalista, o dicho de otra manera, un Diputado General que no iba a favorecer las veleidades nacionalistas que corresponden al ámbito estratégico de la ruptura de España. (Esto último lo escribo por si aún hay algún ingenuo que considera que el PNV no va a buscar un proceso de independencia o más bien un estatus a lo Puerto Rico que es la teoría de la garrapata, es decir: un ente independiente que chupe la sangre de España bajo el signo de Estado Libre Asociado). Pues no ha sido posible. O, mejor dicho, sí era posible, pero no han querido ni el PP ni el PSOE, o por poner nombre y apellidos, D. Javier de Andrés y D. Carlos Prieto. En razón de sus respectivas ambiciones personales no han cedido, para que uno de los dos dirigiera la Diputación, y así ha llegado el tercer partido en el orden de los votos y se ha llevado el gato al agua con los apoyos de Aralar y de Acción Nacionalista Vasca (¿proetarras?). Es decir, hemos pasado de tener un gobierno moderado, sensato y racional a estar en manos de los nacionalistas bajo el signo de la exaltación independentista. ¿Por qué? Pues porque D. Javier de Andrés esgrimía con parte de razón que le correspondía gobernar por ser la lista más votada, y D. Carlos Prieto argumentaba que ya lo ha hecho en las dos anteriores legislaturas y que ahora le tocaba a él. Total que, uno por otro la casa sin barrer, o lo que es lo mismo, mientras que las liebres dilucidaban sobre si es galgo o podenco han sido agarradas del gaznate por el canino. ¿Y ahora qué? Pues vuelta a empezar y así ad infinitum, por la miseria intelectual y moral de personajes de tres al cuarto que no merece España. Espero que ahora entiendan por qué algunos abogábamos por una tercera vía constitucionalista a la que se impidió presentarse a las elecciones de esa Institución parlamentaria por las artes marrulleras de quien nos puso la proa bajo la falaz argucia de no cumplir la paridad en el trío de suplentes. Realmente esto agota espiritualmente a cualquiera por muy dotado de la paciencia de Job que esté.

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