viernes 27 de julio de 2007
El color oscuro de la política
Ernesto Ladrón de Guevara
L OS culebrones políticos de pasados veranos se han convertido en el presente en cocodrilos, que nos están mordiendo aunque no nos enteremos por la anestesia de la política informativa cada vez más tercermundista. Apagones que dejan al descubierto las partes pudendas de nuestro sistema energético, sostenido con verborrea demagógica antinuclear sin abrir ninguna posibilidad a nuestra autonomía energética. La palabra autonomía tiene valor en todo menos en lo que realmente importa para el futuro de los españoles. Y luego pasa lo que pasa. Y lo que nos rondará morena… Asuntos de espionaje que se manifiestan en clave opuesta a su naturaleza. Si el secreto de las actuaciones de los servicios de inteligencia permite garantizar la seguridad nacional y protegernos de hipotéticas amenazas que la pongan en riesgo, lo que se ha hecho es lo antitético: sacar a la luz un asunto escabroso que se tenía que haber sustanciado en el ámbito de la debida reserva. Se ha puesto a un ciudadano en la picota sin juicio previo, asestando un golpe mortal a la presunción de su inocencia, y desvelando algo tan fundamental como la preserva de su identidad. A ese ciudadano se le ha privado de algo consustancial a su carácter de individuo con derechos constitucionales al situarle ante la escena pública. No seré yo quien salga en defensa de un traidor si se demuestra que lo ha sido por el único mecanismo que puede hacerse que es en un tribunal de justicia y por un procedimiento sumarísimo. Pero me causa un profundo desasosiego ver cómo a un ciudadano que tiene sus derechos se le ha aplicado una condena sin sustanciar un procedimiento sumarial de forma previa. A mí esto de los servicios de inteligencia sólo me sugiere eso de si es inteligencia intelectual (valga la redundancia) o inteligencia emocional. No tengo ni idea sobre qué hacen y para qué sirven. Pero lo que sí tengo claro es que si existen deben ser opacos, invisibles e incógnitos. Y ni tan siquiera para resolver casos de alta traición debe transgredirse esa entidad enigmática. Porque la imagen que estamos dando es la de un país vulnerable en todas y cada una de las dimensiones de protección de nuestra defensa y seguridad. Primero destripan a uno de nuestros vehículos militares en el Líbano, como si fuera una caja de cerillas, después nada menos que la segunda ciudad española se queda en las tinieblas, y ahora lo del espía. Es que esto parece ya un país de traca, similar a los de otras latitudes salvo en lo que es nuestro relativo bienestar cuestionable en una proyección temporal media. Es que ahora mismo no hay nada de lo que enorgullecerse como españoles que somos. Nuestro aspecto de asombrados, ya característico, nos está dejando un rictus un tanto extraño de pasmados. Esto no hay quien lo aguante. Y por fin, por si no fuera poco lo que nos cae a los pobres españolitos, lo del Jueves. No, no me refiero a lo del jueves pasado, sino a una revista del mismo nombre a la que le secuestran, como hizo el dictador al que denigran muchos de los que vestían el azul, con la camisa nueva, y la cara mirando al sol y ahora van de rojo. ¿Qué diferencia hay entre lo que hacía el Generalísimo y este secuestro? Al efecto es lo mismo, pues si hay un delito de injurias a la Corona para eso están los tribunales por el procedimiento pertinente. Lo que a mi entender no cabe es la supresión, que no suspensión, de la libertad de prensa, del derecho a la libre expresión y de la pluralidad ideológica y política en sus múltiples expresiones. Abierto este precedente y con lo que está lloviendo, a nadie pudiera extrañar en un futuro que a quienes escribimos cosas heterodoxas se nos pudiera procesar por expresarlas. ¿Cuál es la línea divisoria entre el secuestro de una edición y la implantación de un sistema de censura que impida la discrepancia respecto a las instancias de poder? ¿Dónde está el punto de discriminación entre el sarcasmo y la sátira con la moralmente admisible? ¿Quién fija los límites? ¿Cómo se garantiza el derecho al recurso ante los abusos de poder? ¿Quién juzga al juzgador? Lo que de todo esto me preocupa realmente, como ciudadano que lleva décadas luchando por la libertad poniendo en riesgo mi propia vida al reivindicar los derechos democráticos en un lugar del que no quiero acordarme, es la regresión o involución en los avances que se lograron por una Constitución que no me gusta. También se ha retrocedido en los derechos laborales sin que la llamada izquierda mueva una ceja. Y asimismo en algo tan importante para la sociedad española como la hegemonía de eso que llamábamos clase media que está en vías de disolución para avanzar en la brecha cada vez más abismal entre los que manejan en sus cuentas cifras multimillonarias y los que padecen situación de pobreza que en un futuro próximo serán mayoría por el camino que se nos está trazando.
jueves, julio 26, 2007
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