jueves, julio 26, 2007

La paradoja de Finulah

viernes 27 de julio de 2007
La Paradoja de Finulah
Dícese de la creciente colaboración entre las fuerzas de la FINUL e Hizbolah, el grupo terrorista creado en el Líbano por Irán allá por 1982, causante de la guerra del año pasado con Israel y para cuyo desarme se desplegó hace nueve meses un nuevo contingente bajo la ONU.
Mientras que en Nueva York, en la sede de las Naciones Unidas, Londres y París redactan un borrador de resolución que condene el tráfico de armas a través de la frontera Siria hacia Hizbolah -exigiendo que Damasco e Irán respeten el embargo internacional adoptado por la resolución 1701-, las tropas sobre el terreno se acercan a Hizbolah tanto para pedirle información como garantías para su propia seguridad.
La semana pasada se publicaba en el Líbano que patrullas españolas iban acompañadas de militantes armados de Hizbolah en funciones de escolta. Hasta la fecha nadie en el Ministerio de Defensa español ni en la ONU ha desmentido la noticia.
No deja de ser paradójico que quienes tenían que ser desarmados pasen a ser los guardianes de los encargados de desarmarlos, pero es que la misión de la FINUL está llena de paradojas. Por ejemplo, sus integrantes pueden patrullar por el campo, caminos y carreteras, pero no en los pueblos y ciudades que es, precisamente, donde Hizbuláh esconde sus misiles y armas.
La FINUL ha sufrido dos ataques en el último mes, el coche bomba donde murieron seis soldados del Ejército español, y una trampa bomba contra unos soldados de Fidji. Su vuelco hacia Hizbolah en busca de ayuda para esclarecer los hechos y para evitar que se repitan no sólo pone de relieve la falta de inteligencia y el desconocimiento del terreno donde se opera. También un grave error estratégico, venderse al enemigo.
Más valdría que nuestros militares viajaran a Tel Aviv y aprendieran de quienes más saben de lo que se cuece en el Sur del Líbano. Depender de la buena voluntad de Hizbolah y de sus servicios significa, de hecho, renunciar a la misión para la que se ha ido. Y por la que, no lo olvidemos, se muere.

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