viernes 27 de julio de 2007
La democracia que nació del franquismo
Ismael Medina
E L sucio y escandaloso chalaneo para ocupar gobiernos taifales, provinciales y municipales ha servido , una vez más, para poner de manifiesto el cáncer que corroe a la forma democrática nacida en 1977 y constitucionalizada en 1978 por unas Cortes que carecían de legitimidad para abordar este otro empeño. Y es sabido que lo que nace contrahecho, contrahecho vive y contrahecho muere. La ley electoral fue el resultado de esos mismos vicios de origen. Los espacios parlamentarios se repartieron como si la democracia fuera una tardía herencia cuyos beneficiarios lo eran en diverso grado. Ninguno de los presuntos democratizadores podía quedarse fuera del festín, salvo aquellos que podían incomodar a los designios reales. Los resultados de las elecciones de 1977 definieron el cañamazo partitocrático. Pero la mayoría de los partidos constitucionaleros eran fruto de una amalgama de trepadores a los que ocasionalmente identificaban unas taras comunes que se esforzaban en ocultar o disimular. Unos, como el PSOE y el PCE, su historia radicalmente antidemocrática. Otros, como UCD, su cimentación transgresora. Y todos, salvo Unidad Nacional y en alguna medida la inicial Alianza Popular, montaron en común el tinglado de la farsa sobre un antifranquismo de cartelera que llega hasta nuestros días. El pasado, sin embargo, fluye por las arterias de la historia y de una u otra manera condiciona el presente y el futuro. Ocurre como con la herencia genética en los árboles familiares. ¿O acaso es casualidad, pongo por caso, que bajo la dinastía borbónica despareciera el imperio español y que bajo el actual Borbón avancemos hacia la disolución de España como entidad nacional e histórica? TRES ESCLARECEDORAS CONFIDENCIAS RAMÓN TAMAMES inserta en su "blog" una serie de tres artículos bajo el título de "El General Primo de Rivera: ni Mussolini ni Franco. Tres transcripciones clave". Don Miguel Primo de Rivera cumple el papel de gancho para explicar que la instauración de una monarquía parlamentaria la pergeño el propio Franco como salida al Estado Nacional tras su muerte. Lo respalda con tres conversaciones: la que Antonio Chozas mantuvo con Franco; la entrevistas de Vernon A. Waltres con Franco en 1971 por encargo del presidente Nixon; y la de Adolfo Suárez con Franco, en julio de 1975, cuando lo visitó al frente de la dirección de UDPE, a la que luego traicionaría. Chozas confió a Tamames que en el curso de su entrevista con el Jefe del Estado suscitó el tema retrospectivo de la "dictablanda" de Primo de Rivera. Copio la respuesta de Franco: " El problema es que Primo de Rivera no tuvo doctrina. Hizo muchas cosas y muy bien, pero le faltó doctrina. Y sin ella, no se puede hacer un puente a fin de cruzar un río, o mejor aún, para pasar de un tiempo a otro". Y comenta Tamames, ya de vuelta de enredosas peripecias políticas: "Franco, ¿por qué no decirlo?, sí consiguió configurar una salida a su régimen, que con toda una serie de arreglos significó la consolidación de la monarquía; que luego, ciertamente, resultó parlamentaria". Hago por mi parte dos anotaciones: El hijo de Primo de Rivera, José Antonio, ya había anticipado semejante opinión sobre la causa de la caída de la Dictadura al asumir la defensa de su padre tras la llegada de la II República; la decisión de que a su muerte le sustituiría la monarquía ya la había tomado Franco en 1946 con la Ley de Sucesión, aprobada en referéndum, el cual, por cierto y aunque sea irrelevante, contó con mi voto negativo. La segunda entrega de la serie se refiere al relato de la entrevista con Franco que a Tamames le hizo Wernon A. Walters en el verano de 1993. Es el mismo que puede encontrarse en "Misiones discretas" (Ed. Planeta) la que me he referido en más de una ocasión, como acaso recuerden algunos de mis lectores. Resumo, siguiendo el libro de Walters y no el relato de Tamames: Franco dijo al enviado de Nixon que a su muerte le sustituiría el Príncipe de España, en cumplimiento de las Leyes Fundamentales, y que el tránsito se haría con toda tranquilidad. Más que en las instituciones, Franco fiaba en la nueva sociedad que bajo su régimen se había creado. Y aunque la versión de Walters a Tamames no coincida literalmente con la de su libro, es esencialmente la misma. La transcribo: "El gran aliado (para el tránsito tranquilo) serán las clases medias, que hoy son la mayor parte de la sociedad española, y que tienen ya una situación acomodada, desde la cual no van a jugarse el todo por el todo para hacer otra vez la guerra civil". Añado el comentario de Tamames: "En cierto modo, eso mismo es lo que intentó Primo de Rivera: ampliar las clases medias y conseguir un país más estable. Pero no lo logró, a pesar de sus indudables avances económico-sociales. Le faltó tiempo y sobre todo la doctrina que Franco sí instrumentó". Tamames conoció muy de cerca la espectacular transformación económico-social de España bajo el régimen de Franco como economista y subdirector general en el ministerio de Comercio. Y es de agradecer que lo constate pese a su muy convencional pasado comunista y en una coyuntura de antifranquismo delirante. Y añado lo que tantas veces he escrito: el verdadero protagonista de la transición pacífica a un régimen parlamentario, o de "república coronada" fueron esas clases medias y no el monarca ni Adolfo Suárez, quienes del comportamiento de esas clases medias, o "franquismo sociológico", sacaron congruo provecho, no sólo político. Tamames se apoya en la biografía de Adolfo Suárez, escrita por Francisco Abella, para el tercero de los capítulos de la serie. Una primera declaración de Suárez: "La víspera de su muerte Fernando Herrero Tejedor me dijo que estaba preocupado por el rumbo que pudiera tomar la Unión del Pueblo Español y que quería que yo le echara una mano". Luego revela Abella: "Y a esa tarea de reforzar la citada asociación, se dedicó Suárez en los meses de incertidumbre que siguieron. Sabiendo que en su posicionamiento estaría el interés del Príncipe de España, Juan Carlos de Borbón, quien a la muerte de Herrero Tejedor llamó al nuevo ministro Solís para que éste le ofreciera efectivamente la presidencia de la UPDE a Suárez. Hecho que se hizo realidad el 17 de julio de 1975". El relato de Abella prosigue con la ya aludida visita protocolaria del cuadro directivo de UPDE a Franco. Suárez llevaba escrito un discurso que Abella califica de "audaz" al que pertenece este párrafo: "Esta asociación política no es más que un embrión imperfecto e insuficiente del pluralismo que será inevitable cuando se cumplan las previsiones sucesorias". Franco pidió a Suárez que se quedara y, ya a solas, le preguntó, según declaración posterior de éste, por su empeño en subrayar que la democracia era inevitable. Luego de escucharle, explicó Suárez que Franco cerró la conversación con estas palabras: "Entonces, Suárez, también habrá que ganar, para España, la democracia". ADOLFO SUÁREZ O EL ROBOT POLÍTICO DE JUAN CARLOS DE BORBÓN EL comentario final de Suárez lo dejo para más tarde. Ahora me interesa ajustar hechos y fechas, no sin anotar antes algunos datos que ayudan a conocer el perfil de Adolfo Suárez y el papel que cumplió como mano ejecutora de las decisiones de Juan Carlos de Borbón, primero en su condición de Príncipe de España y luego de sucesor de Franco como rey. Pero no sin advertir que aquel discurso de Suárez nada tuvo de audaz. A través del Príncipe de España, su mentor, conocía de sobra las previsiones de Franco. Buscaba mostrarse acorde con el Jefe del Estado y decirle que UDPE, configurada como futuro partido democrático y neofranquista cumpliría esa misión. Conocí a Suárez cuando era un solícito secretario particular de Fernando Herrero Tejedor, quien para que hiciera Derecho lo envió a Sevilla al amparo del entonces gobernador civil, Altozano, miembro cualificado del Opus Dei. Suárez evidenció muy pronto su capacidad para arrimarse al sol que más calienta y ganarse la confianza de los que mandaban en cada etapa de su ascensión política. Vale un ejemplo: conocedor de que Carrero Blanco veraneaba en la urbanización playera de Campoamor, alquiló un apartamento en la misma torre y atisbaba la salida del almirante para coincidir con él en el ascensor, encuentros de los que luego sacaría partido. Pero su principal baza para prosperar en política la lograría durante su tiempo de gobernador civil de Segovia., provincia en la se ubicaba el palacio de Riofrío, uno los pabellones de cada de los monarcas y lugar al que el Príncipe de España hacía discretas escapadas y a cuyos preparativos atendía el siempre solícito Suárez. Así ganó su confianza, la cual se mantendría hasta que al monarca le convino consolidar la "república coronada" con un gobierno socialista, tras el pórtico de la acción institucional del 23 de febrero de 1981. A partir de la intimidad generacional y segoviana con Juan Carlos, la mano de éste se haría presente en todos los posteriores ascensos, como el ya relatado de la presidencia de UDPE, la cual abandonó en el momento oportuno y bajo la misma instigación para formar la UCD. Uno de los ascensos, el de director general de Radiotelevisión cuando Sánchez Bella accedió al ministerio de Información y Turismo, se lo pidió el Príncipe de España a Carrero y éste al ministro. Fui testigo de cómo Suárez, muy atento a la promoción de la figura de Juan Carlos, puenteaba a Sánchez Bella y se entendía con Carrero. Lo demás es de sobra conocido. La misma mano lo situó al frente de la Secretaría General del Movimiento, bajo la presunción de que era el heredero político de Herrero Tejedor, junto al que habría muerto en el extraño accidente del cruce de carreteras de Arévalo si, como estaba acordado, hubiese viajado con él a Madrid. Pero unas horas antes de emprender camino le entraron a Suárez unas ganas locas de asistir a la corrida de toros que ese día se celebraba en la plaza de las Ventas, y anticipó el viaje en unas horas. Le sonrió la diosa fortuna, pues la muerte de Herrero Tejedor, su protector falangista, le dejó expedito el camino para ser secretario general del Movimento y que el monarca lo metiera con engaño en la terna de la que, para general sorpresa, saldría catapultado a la presidencia del gobierno que, bajo la dirección de Juan Carlos I, habría de poner en marcha la Ley de Reforma Política, según lo previsto por las Leyes Fundamentales y por Franco. LAS CORTES DE FRANCO CUMPLIERON LO PREVISTO POR FRANCO CONCLUYO el resumen del la serie de Ramón Tamames con su comentario final: "En los dos años siguientes (a la muerte de Franco) se produjo, no un milagro, sino el buen sentido de una transición reconstituyente de España, que supuso, por fin, el establecimiento de una cierta "república coronada", en la visión más optimista de la Monarquía parlamentaria. Por eso tiene tan poco sentido reconstruir políticamente una "memoria histórica" a gusto del usufructuario, y romper el consenso de 1978, el primero que realmente unió a todos los españoles". Habría que matizar lo del consenso, puesto que fue posible el chalaneo de que escribía al comienzo gracias al soporte de una extensa clase medida, la del "franquismo sociológico", que, como previó quien hizo posible su existencia, aceptaría lo que se le ofreciera si a cambio se le garantizaban paz y seguridad. Y es obvio que para la generalidad de los españoles la monarquía parlamentaria era consecuencia de la voluntad de Franco, reiterada en su breve y esclarecedor testamento político. Una monaquía parlamentaria, o "república coronada", cuya estabilidad respaldaban, además, los Estados Unidos de Norteamérica y del Club de Bilderberg. El relato anterior demuestra la falsedad, tan reiterada, de que las Cortes franquistas se hicieron el "harakiri" cuando aprobaron la Ley de Reforma Política. Conviene leer el texto del juramento de Juan Carlos I al ser proclamado rey de España, como sucesor del Jefe del Estado Francisco Franco, sus palabras a renglón seguido y los discursos de Fernando Suárez y de Cruz Martínez Esteruelas, decisivos para la aprobación de la Ley de Reforma Política a la hora de entender que lo perseguido, conforme a las Leyes Fundamentales y a las previsiones del Caudillo, era un "cambio en la continuidad". O sea, de la democracia orgánica a la democracia inorgánica. Fue la sombra de Franco, en definitiva, la que apuntaló la resolución pacífica de una transición política que luego se convertiría en transaccionismo partitocrático por voluntad real. P(SOE) Y PP PROVIENEN DEL FRANQUISMO MÁS de una vez he pretendido explicar que el Movimiento Nacional, nacido del Decreto de Unificación, fue en realidad una coalición de la fuerzas políticas que se sumaron al alzamiento contra la deriva revolucionaria y sovietizadota del Frente Popular. Fuerzas de muy variada ideología a las que se sumarían algunas republicanas perseguidas y aplastadas en zona roja. Variedad que se haría perceptible en los gobiernos de Franco hasta su muerte en un permanente juego de equilibrio que se adecuaba con pragmatismo a las circunstancias internas e internacionales. Pero que también mantenía unas constantes como, por ejemplo, atribuir los ministerios sociales a falangistas, los de Educación a democristianos o los técnicos a profesionales del sector de una u otra tendencia, fueran civiles o militares. Los partidos surgidos tras la promulgación y puesta en práctica de la Ley de Reforma Política fueron, salvo el PCE, legalizado a toda prisa, una réplica de las familias ideológicas que convivían en el Movimiento Nacional. Y en este aspecto, también el PSOE. Trataré de explicarlo una vez más. Falange Española atrajo a sus filas y unidades combatientes durante la guerra a un crecido número de militantes o simpatizantes socialistas y cenetistas, bien fuera por afinidad ideológica o para eludir eventuales represalias. Sucedió al propio tiempo que la utilización por el régimen de las parcelas más atractivas del pensamiento de José Antonio Primo de Rivera, junto a las conquistas sociales del sistemas y las incitaciones revolucionarias de los falangistas, calaron en amplios sectores de las sociedad y de la juventud. El socialismo tradicional fue casi inexistente durante el régimen de Franco. Y para que configurara la izquierda moderna de la democracia partitocrática que se buscaba fue necesario inventar desde el propio régimen, en sus postrimerías, un "socialismo del interior" que encabezaría Felipe González y cuya inicial andadura he relatado en más de una ocasión. El PSOE regenerado bajo los auspicios de Carrero Blanco, con el la inestimable colaboración del SECED, nutriría sus filas con los sectores sociales y políticos que he reseñado. También fue en buena parte producto del franquismo, al igual que UCD, cuyo hundimiento derivó a Alianza Popular, luego Partido Popular, buena parte de sus militantes y simpatizante, franquistas, democristianos y liberalistas. En uno y otros partidos mayoritarios, e incluso en la actual Izquierda Unida, se hicieron perceptibles similares rastros. ANTIFRANQUISMO PARA SUPLIR LA FALTA DE IDEAS RESULTA asaz paradójico, sin embargo, que siendo la democracia de partidos y éstos mismos una consecuencia legal y política del régimen de Franco, convirtiera desde un comienzo el antifranquismo en uno de sus principales supuestos dialécticos, de igual manera a como la II República tuvo como prioritaria fundamentación el antiprimoriverismo, pese a que el PSOE colaboró estrechamente con la Dictadura, así como tantos promotores del republicanismo. Caben dos principales explicaciones: la necesidad de hacer olvidar su pasado, inclinación que imprime carácter a los conversos; y la falta de ideas para construir un sistema político con clara visión de futuro y acorde con las necesidades reales de la sociedad en la coyuntura de cambio de ciclo histórico en que el mundo está inmerso. Una carencia vital que ha reducido a condición casi doméstica la militancia de los partidos políticos, a su enrocamiento despótico, a vivir de las ubres del Estado y de los favores de los grupos financieros de presión, y al desvío de una sociedad que se limita a cumplir el ritual electoral con una creciente y significativa tasa de abstención. Y retorno para concluir al cierre que pone Tamames a su serie y que podría resumirse con un "¡Y en esto llegó Rodríguez por accidente!". El problema de Rodríguez y de la gentecilla de que se ha rodeado radica no tanto en la entronización del fantasma del abuelo como guía política infalible, sino en que se ha empachado con los tópicos del antifranquismo hasta el punto de creer que con la invención atrabiliaria de la "memoria histórica" y la vuelta a los siniestros fastos de la I, la II y la III Repúblicas puede anegar para siempre en el olvido la victoria militar de Franco sobre el Ejército Rojo y los cuarenta años de su régimen regeneracionista, de cuyos frutos económicos y sociales todavía vivimos en gran medida. El análisis de su actuación durante estos tres últimos años pone enseguida de manifiesto la obsesión en hacer en cualesquiera ámbitos todo lo contrario que hizo Franco. Destruye en vez de construir. Es irremediable que conduzca España al despeñadero, sin que el Partido Popular, condicionado por el miedo a parecer franquista y de derechas, acierte a encontrar, para desbancar a Rodríguez y su P(SOE), la respuesta que ansía la mayoría de los españoles.
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