viernes 27 de julio de 2007
El topo
HAN detenido a un espía del que se sospecha que era un topo.
Hay quien cree que todos los topos son ciegos, pero hay un topo común que tiene los ojos muy pequeños y que quizás algo ve porque también hay algo de luz y de oscuridad en los intersticios de la tierra; y hay un topo que sí es ciego, Talpa caeca, ya que tiene los ojos tapados por una membrana. Pero el rasgo más distintivo de un topo no son sus ojos, ni su piel negra como la pizarra y suave como el terciopelo, ni su tamaño de ratón. Lo que distingue a un topo son sus manos. Tiene el topo unas patas anteriores desproporcionadamente grandes, unas manos que son como remos con los que avanza infatigable abriendo galerías igual que si navegara.
Cada vez hay más topos en la tierra porque cada vez se trabaja y se rotura menos. Por aquí venía un señor, q.e.p.d., que los cazaba. Además de cazar topos, anticipaba el tiempo, porque el día que aparecía con las trampas en la mano y el paraguas en la espalda colgado del cuello de la camisa, llovía seguro. Llevaba muy bien las cuentas. Seis euros por topo. Cuando regresábamos, tras unos días fuera, me encontraba el buzón lleno de cartas y, en la entrada, ensartados en una vara de avellano, los topos. Más topos en verano y primavera. Los topos se mueven más cuando se empieza a calentar el suelo con el sol de los días largos, y dejan sobre el césped unos terrones desmenuzados, y como entonces el aire está lleno de semillas, germina en esos montoncitos una hierba muy tierna a una cierta altura, como una chepa verde de la tierra que hubiera levantado el topo con las manos.
Las manos que hay que mirar para demostrar que el espía es un topo.
jueves, julio 26, 2007
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario