Solitario
27.07.2007 -
F. L. CHIVITE f.l.chivite@diario-elcorreo.com
Le llamaban 'El Solitario'. Es un mote peliculero. No suena mal. Me recuerda a 'El llanero solitario' de nuestra infancia, ya saben, aquel jinete del antifaz que siempre conseguía escapar. O al 'Tulipán negro', el misterioso ladrón enmascarado que sólo robaba a los ricos, interpretado por Alain Delon. Y me recuerda también, por otra parte, a 'Solitary man', una vieja canción de Neil Diamond versionada magistralmente por Johnny Cash, algunos se acordarán. Aunque en ella sólo se hablara de un tipo al que abandonan las mujeres, un solitario de amor. En fin. El caso es que apodarle así, 'El Solitario', sugiere, no sé, cierto cariz legendario. Los solitarios siempre fascinan de algún modo. De hecho, a él mismo parecía agradarle. Lo digo porque cuando salió el otro día esposado de las dependencias policiales, en Portugal, se dirigió a los curiosos que se amontonaban en la puerta diciendo: «Hola a todos, soy 'El Solitario', soy 'El Solitario'». Como si se considerara una estrella. Si no hubiera cometido esos asesinatos y hubiera llevado una vida más discreta, podría haberse convertido en un personaje adorado por los medios. Pero al parecer se trata de un sujeto más bien malencarado y fanfarrón. Con un largo pasado de amenazas, agresiones, disputas y denuncias de sus vecinos de Las Rozas. O sea, un tipo violento y desagradable. Lo más lejano a un caballero ladrón de guante blanco al estilo de Arsenio Lupin. Supongo que en su barrio se habrán quedado bastante tranquilos. En pocos días, conoceremos todos los detalles de su vida: sus crímenes, sus atracos, su abigarrado historial de desencuentros y encontronazos con el resto del mundo. La verdad es que al escribir esto, yo aún no sé gran cosa de él. Pero lo cierto es que ya ha dejado de interesarme personalmente. Lo que me interesaba, en todo caso, al iniciar la columna, era fijarme en todos aquellos bandidos de antaño. Todos tenían fama de infalibles. Una larga sucesión de golpes a la vez brillantes y audaces que la justicia no lograba resolver. Y sobre todo una doble vida que les permitía desenvolverse en sociedad sin que nadie sospechara sus andanzas delictivas. Como 'El Santo'. Como 'El Zorro'. Como Arsenio Lupin. Como Rocambole. Como el mismísimo Robin Hood. Pero a su vez, todos ellos tenían también un lado justiciero que los hacía simpáticos. Es curioso, viendo aquellas películas o leyendo aquellas fantásticas novelas, observar cómo nos identificábamos antes con el intrépido bandido que con los representantes de la ley. Qué tiempos aquellos. En todo caso, este solitario de Las Rozas, no da la talla para el mito. Ha resultado ser un tipo ególatra y brutal. Un pájaro jactancioso, fácil de olvidar.
jueves, julio 26, 2007
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