jueves, julio 26, 2007

Javier Gurruchaga, El dedo y la luna

El dedo y la luna
27.07.2007 -
XABIER GURRUTXAGA

Se ha criticado a Imaz por defender en su artículo 'No imponer, no impedir' que la propuesta política que se someta a consulta popular sea necesariamente resultado de un pacto previo. Las críticas no le han venido de la izquierda abertzale, sino de sectores acomodaticios del nacionalismo gobernante que de lunes a viernes viven la política, la profesión y los negocios de una manera y el fin de semana de otra. Para estos sectores lo que interesa no es el 'acuerdo político', porque lo consideran imposible, sino el hecho de la consulta popular, expresión sin garras del término referéndum. Lo que importa no es el contenido de la consulta, sino el hecho de celebrarlo que a su entender servirá para acumular 'masa crítica'. Sin embargo la sociedad vasca lo que necesita es ratificar un acuerdo que comprometa a una mayoría cualificada de la sociedad vasca. Lo importante no es tanto efectuar una consulta cuanto ser capaz de llevar a la ratificación de la ciudadanía un acuerdo nacional que integre a la inmensa mayoría de los vascos. Ése es el reto. Sin ese acuerdo la discusión sobre la consulta se convierte en un juego, sólo dialéctico, donde el conservador de turno, apegado y beneficiario de las instituciones autonómicas durante estos casi treinta años, se convierte en un rebelde, un agitador que nunca lo fue. Necesitamos un acuerdo mayoritario que sea sinónimo de consenso, con el alcance suficiente como para implicar e integrar a las tendencias mayoritarias que se dan en nuestra sociedad. No tiene mucho sentido someter a referéndum un modelo de convivencia entre los vascos, si dicho modelo, cuando menos, no es el resultado de un consenso interno, como ejercicio práctico de la auto-limitación a la que alude Imaz, expresión del principio de la no-imposición.Sin embargo en el nacionalismo gobernante existen sectores que no están dispuestos a arriesgar nada en términos políticos ni personales, pero que sin embargo se permiten el lujo de considerar las posiciones del presidente del EBB como las propias de un nacionalista melifluo. La propuesta de Imaz empalma no sólo con la doctrina expuesta por el Supremo de Canadá sino también con los acuerdos y los consensos que sobre la materia han existido en Euskadi, particularmente con la resolución del Parlamento vasco sobre la autodeterminación. Se ha tratado de enfrentar la doctrina expuesta por el presidente del EBB con las posiciones del lehendakari, pero conviene recordar a todos estos sectores, especialmente a los disidentes jeltzales y a sus socios, que fue precisamente Ibarretxe quien en su debate de investidura condicionó, como no podía ser de otra manera, la celebración de la consulta popular a la existencia de un acuerdo político previo.Resultan ilustrativas las manifestaciones del lehendakari en su investidura cuando señala: «A este respecto, deseo manifestar formalmente a esta Cámara mi compromiso como lehendakari de que si alcanzamos un Acuerdo para la Normalización Política y la Convivencia, solicitaré autorización al Parlamento vasco para que, en ausencia de violencia y sin exclusiones, se realice la consulta popular a la sociedad vasca que ratifique el acuerdo político alcanzado». Es decir, el compromiso con la consulta es en el marco de un acuerdo político. Los disidentes miran al dedo de Imaz, cuando deberían mirar a la luna y decirle a ésta lo que le están diciendo al dedo. Si se atreven, claro.x.gurrutxaga@diario-elcorreo.com

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