martes, enero 23, 2007

Xavier Navaza, La frontera de la autodeterminacion

martes 23 de enero de 2007
POR XAVIER NAVAZA
corresponsal en galicia
La frontera de la autodeterminación
Habrán observado que, de un tiempo a esta parte, no se oye la palabra "autodeterminación", que en otras épocas no lejanas formaba parte del breviario de los nacionalistas en nuestro país. Y esa ausencia, créanlo, es motivo de algunos de los envenenados dardos interiores que hasta hace unos días cruzaban la fronda en busca de Anxo Quintana.
Pero hubo días, en el finisterre de la UE, en que casi nadie se rasgaba las vestiduras por el mero hecho de oírla en público: se aceptaba o se rechazaba sin paliativos, pero no era objeto de anatema y excomunión.
Hoy no sucede así: hoy, las palabras se transforman en dagas en cuanto alguien se interesa en ello y a menudo la disidencia y la ruptura del diálogo dependen del finísimo hilo de un solo vocablo. He ahí la idea de "nación", sin ir más lejos, cuya mención inocente ha sido la coartada que le ha permitido a Alberto Núñez Feijóo echar por la borda la modificación estatutaria de nuestra tierra.
No siempre fue así. Hagan memoria y recordarán aquella escena de finales de junio de 1993, a mediodía y en la cima del monte Faro.
Se ponía en marcha la primera edición de la romería del PPdeG -una idea de vocación populista, aderezada con algunos de los mimbres más intensos y llamativos del folklore galleguista- que Xosé Cuiña diseñó al estilo de las puestas en escena de los nacionalistas vascos y catalanes. Manuel Fraga, aquel día, no tuvo reparos en señalar al barón de Lalín para decir de él que representaba el futuro; y Cuiña, en presencia de José María Aznar, no dudó en denunciar "los olvidos del centralismo" hacia Galicia, antes de definir al PPdeG como "un partido galleguista comprometido con su tierra" frente a las incomprensiones de Madrid.
Desde la secretaría general del partido instalado en el poder autonómico, Cuiña impulsó -con el beneplácito del veterano león de Vilalba- el asentamiento de una corriente galleguista, sin complejos, que enseguida causó preocupación entre los centuriones de Génova, 13, sede central del Partido Popular.
La cosa venía de lejos. Nada más hacerse cargo del aparato organizativo del PPdeG, a comienzos de 1990, Cuiña llegó a afirmar urbi et orbi que la remozada formación popular "está cerca de la frontera de la autodeterminación, pero sin llegar a ella". Y poco después, como invitado a la clausura de un congreso de Esquerda Galega -el partido que lideró el nacionalista Camilo Nogueira- confesó públicamente que "si yo fuese de izquierdas" sería compañero de don Camilo.
Demasiado para el cuerpo de Aznar. Uno de sus objetivos, cuando tres años más tarde (1996) llegó a La Moncloa como presidente del Gobierno central, fue cargarse a Cuiña y a quienes se situaban en su órbita, en el contexto de una renovación diseñada en profundidad y destinada a barrer la tentación abertzale de las filas del Partido Popular. Todo aquello explica hoy que el PPdeG rehúya, como gato escaldado, de cualquier flirteo ocasional con la palabra "nación" aplicada a nuestra tierra.
EL 50.2 UNA VEZ MÁS
Los secretos de la Carta Magna
Alberto Núñez Feijóo dice que el motivo de la ruptura del diálogo estatutario no se debió sólo a la propuesta -realizada por Emilio Pérez Touriño y aceptada por Anxo Quintana- de incluir la palabra "nación" en el preámbulo de la Carta autonómica de Galicia. Don Alberto afirma que hubo más, mucho más. Y tiene razón. Lo que sucede es que todas sus disidencias se cubrirían con creces con la simple aplicación a fondo de la Constitución y del Estatuto de Autonomía actual; de modo especial con la aplicación del artículo 50.2 de la Carta Magna española, que contempla la posibilidad de transferir a Galicia numerosas competencias que hoy son de exclusiva competencia estatal .

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