martes, enero 09, 2007

Xavier Navaza, El liderazgo es para quien lo trabaja

martes 9 de enero de 2007
POR XAVIER NAVAZA
corresponsal en galicia
El liderazgo es para quien lo trabaja
Muy buen talante se vive allí, sí, pero en la ponencia habilitada en la Casona del Hórreo para modificar el Estatuto de Autonomía no se ha hecho otra cosa que acumular focos de discrepancia en lugar de establecer puentes de concordia hacia el consenso general.
He ahí, si no, los sesenta y cinco puntos de fricción que el PPdeG ha contabilizado para desmarcarse de las posiciones del BNG y el acelerón que los nacionalistas han realizado a última hora en materia de IVA, IRPF e impuestos especiales.
Sencillamente, los lanzarotes de la gran coalición lo quieren todo, incluso sabiendo que su vindicación es un órdago en materia fiscal que Madrid -es decir, el superministro Pedro Solbes, que en cuestión de pasta tiene la última palabra- sencillamente no puede aceptar: "Lo que no puede ser, no puede ser; y además es imposible", rezaba la original sentencia de aquel torero filósofo que se hacía llamar Rafael el Gallo.
En ámbitos del PSdeG-PSOE se tiene la impresión de que el tiempo, lejos de curar las heridas, puede agravarlas cada día un poco más, hasta hacer literalmente inviable cualquier aproximación entre el PPdeG y el Bloque en materia estatutaria.
La única posibilidad de remediar este entuerto que amenaza con un callejón sin salida, según los asesores áulicos de Emilio Pérez Touriño, es que tanto Alberto Núñez Feijóo como Anxo Quintana ejerzan el liderazgo de sus respectivas fuerzas y empiecen a tomar decisiones. Sólo así tendrían sentido las reuniones tripartitas que el inquilino de Monte Pío prepara para la segunda mitad de este mes.
Ah, el liderazgo. La propuesta del presidente de la Xunta parece sencilla, pero lleva consigo el aroma de la cicuta. Pérez Touriño, después de una época de siega que se llevó consigo las cabezas de varios barones locales del PSdeG, consiguió hacerse con el liderato del socialismo gallego, poniendo fin a una larga saga de taifas y luchas intestinas. ¿Pueden decir lo mismo don Alberto y el joven Quin?
Núñez Feijóo aún debe consolidar sus posiciones y eliminar los sordos focos de disidencia local que se mantienen en duermevela, que han decidido esperar a los resultados de las próximas elecciones de mayo: según lo que suceda en las urnas municipales de la primavera, se moverán o callarán para siempre. Pero aún así, suceda lo que suceda, don Alberto depende en última instancia de los criterios de Génova, 13, sede central del PP en Madrid. Y eso duele.
En cuanto a Quintana, no lo tiene más fácil que el presidente de los populares galaicos. Su primacía está condicionada por los avatares de la asamblea del Benegá y sus decisiones deben pasar antes por al tamiz de los coroneles de la U. Además, están los críticos que han conseguido instalarse en la ejecutiva nacionalista. Ninguno de ellos le permitirá llevar a cabo el proyecto que un día pergeñó el alaricano: poner al nacionalismo en la senda de la normalidad y acabar con los ramalazos de independentismo que aún anidan en la gran coalición. Y esa ­prohibición mantiene su liderazgo bajo libertad vigilada.
CONFESIÓN EN COMPOSTELA
Los poderes fácticos del BNG
La frustrada (y frustrante) ­reunión que Anxo Quintana y Alberto Núñez Feijóo celebraron en vísperas de Nadal, fue una síntesis de sus limitaciones. El primero debe dar cuenta de cada paso a los poderes fácticos del Benegá. El segundo no puede prescindir de las directrices que emanan de Génova, 13. Su cita del 23 de diciembre en Compostela debió de ser algo parecido a la que, cinco años atrás, celebraron Manuel Fraga y Xosé Manuel Beiras: ambos deseaban pasar a la historia como arquitectos de una nueva era y se confesaron mutuamente sobre sus propias debilidades. Enseguida se vio que era demasiada fragilidad para un objetivo tan ambicioso .

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