jueves, enero 25, 2007

Villacañas, Apuntaciones en torno a lo bien que va España

viernes 26 de enero de 2007
Apuntaciones en torno a lo bien que va España
Antonio Castro Villacañas
A L reanudar mis viejas "apuntaciones" en torno a las cosas que afectan al modo en que vivimos los españoles estos primeros años del siglo XXI, interrumpidas en 2006 para dar cuenta de las conversaciones que a diario mantengo con media docena de amigos sobre lo más relevante de cuanto ha sucedido el día anterior en España y en el mundo, quiero primero agradecer de todo corazón el interés que algunos lectores han dedicado a inquirir cuál ha sido la razón de que desde hace más de un mes no haya aparecido mi firma en estas páginas. Muy sencillo: a principios de Diciembre enfermó mi mujer de algún cuidado (todavía no está restablecida del todo) y diez días después fui yo quien tuve que someterme a esa incómoda peregrinación que significa una revisión médica. Gracias a Dios, el matrimonio -que este mes celebra sus primeros cincuenta años de conocimiento e inmediato noviazgo- ha vuelto a su casa, porque como sin duda ya saben mis lectores si conocen lo que le dijo el cura de Getafe al Obispo de Madrid-Alcalá que trataba de confortarle en un trance análogo con la seguridad de que por sus acreditadas virtudes iría directo al Paraíso, "como en la casa de uno, desengáñese Sr. Obispo, no se está en ninguna parte"... Las "conversaciones", pues, no se han interrumpido a causa de su contenido más o menos monárquico. Tampoco me he enfadado con José Luis Navas o con cualquier otro responsable de este "Vistazo". Ellos tampoco se han enfadado conmigo. Hace ya mucho tiempo que yo no riño con nadie, porque si alguien me cae mal por sus dichos o por sus hechos, me aparto de él en cuanto puedo y procuro no volver a verle o hablarle. Dicho cuanto antecede, lo que hoy pretendo puntualizar es la crisis de la educación de nuestros niños y de nuestros jóvenes, sobre todo la de quienes reciben su enseñanza en centros públicos. He leído estos días que el 31 por 100 de esos alumnos abandonan la escuela al término de la etapa obligatoria, lo que nos sitúa en el penúltimo puesto entre los Estados miembros de la Unión Europea, y que otro 34 por 100 ni siquiera acaban esa etapa, lo que nos coloca en el cuarto puesto -empezando por la cola- de la clasificación de los países desarrollados... Si a ello añadimos que los centros docentes españoles y los lugares de recreo y común diversión se están convirtiendo a marchas forzadas en verdaderos campos de batalla, y que no pasa un solo día sin que tengamos alguna noticia de violencia escolar o juvenil, la verdad es que no comprendemos como nuestras autoridades, del Rey para abajo, nos dicen en cuanto pueden que vivimos -gracias a la Constitución y a sus intérpretes- el mejor periodo de toda la historia de España... Los datos son elocuentes. Uno de cada cuatro alumnos españoles, si tiene entre 7 y 17 años, ha sufrido ya algún acto violento, de carácter psicológico o físico, de mayor o menor grado. Un 13 por 100 de sus maestros o profesores reconoce haber sido agredido alguna vez en el ejercicio de su menester laboral. Un 3 por 100 de ellos dice que es agredido a diario... España va bien, muy bien, dicen nuestros políticos, mientras recuentan en sus cómodos despachos o salones los generosos sueldos y las golosas gratificaciones que reciben por lo poco que hacen en nuestro provecho, el de nuestros hijos y el de nuestros nietos. Ellos sí que van bien, demasiado bien, y contra ellos escribo esta apuntación de hoy, dejando para otro momento el tomar en cuenta -como índice de bienestar- lo que ha crecido entre nosotros, durante el último cuarto de siglo, la inmoralidad, la prostitución, el número de asesinatos y robos, las estafas, las prevaricaciones, los sobornos...

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