jueves, enero 25, 2007

Miguel Martinez, Ligeras e incluso ingenuas reflexiones en trono al racismo

viernes 26 de enero de 2007
Ligeras e incluso ingenuas reflexiones en torno al racismo
Miguel Martínez
S I a cualquiera de nosotros nos preguntaran si nos consideramos racistas, la práctica totalidad responderíamos que no, que ni muchísimo menos. Alguno incluso alegará tener un compañero de gimnasio marroquí y/o un vecino gitano con el que se lleva estupendamente. Y aunque que el tema es harto complicado y hay mil y un matices distintos a considerar, lo cierto es que de un tiempo a esta parte se vienen sucediendo actitudes cada vez más racistas, y los más diversos comentarios que pretenden justificar dichas actitudes. Es evidente que este aumento no es casual, sino que responde al crecimiento del número de inmigrantes con escasos recursos –y ahora les comento el matiz de los recursos- con los que nos toca convivir. Y les hacía referencia a los recursos de los inmigrantes porque un servidor se atrevería a concluir que, generalmente, somos más clasistas que racistas. Nadie tiene el más mínimo gesto racista hacia el célebre oculista egipcio que pasa consulta en esa prestigiosa clínica privada, ni hacia sus hijos que estudian en un selecto y exclusivo colegio de pago, sólo al alcance de los más privilegiados. De la misma manera, un jeque veraneando en Marbella es un árabe mientras que el marroquí que barre la misma calle por la que acaba de pasar el jeque no es más que un moro, y, eso con suerte, que no pocas veces el vocablo “moro” lleva aparejada una coletilla escatológica que un servidor no va a citar pero que ustedes, mis queridos reincidentes, ya habrán adivinado. El racismo es -según el diccionario- la exacerbación del sentido racial de un grupo étnico, especialmente cuando convive con otro u otros, o, en su segunda acepción, la doctrina antropológica o política basada en este sentimiento, que en ocasiones ha motivado la persecución de un grupo étnico considerado como inferior. Ningún partido, entidad o colectivo democrático defiende este tipo de doctrina. La diferencia entre unos y otros de esos partidos o colectivos reside en los cupos de inmigrantes que propugnan han de ser contratados o en cómo resuelven ciertos aspectos sociales y en sus políticas de inmigración, pero, en definitiva, y salvando algunos grupúsculos de cenutrios de ideología nazi, todos coincidiríamos en que ésta, nuestra sociedad, no es en absoluto racista, si bien es cierto que, de vez en cuando y de forma puntual, nos surgen brotes racistas que, como la mayoría de los tumores malignos, deben de ser analizados, tratados y, en cualquier caso, extirpados. O eso, o cualquier día nos aparece gobernando un iluminado al estilo Le Pen considerando que tal o cual raza es superior a la otra y que, por tanto, esta última ha de estar sometida a la anterior. Y si ya eso, de por sí, ha de calificarse negativamente, imagínense que es a su raza a la que le toca jugar el papel de sometida… Analizando los incidentes ocurridos recientemente en Alcorcón observamos que una reyerta que tiene como origen una pelea anterior entre dos individuos, acaba enfrentando a un centenar de jóvenes, de entre dieciséis y veintitantos años, que acuden a la cita con bates de béisbol, catanas, cadenas, calcetines conteniendo bolas de billar y artilugios similares de indudable peligrosidad, produciéndose una batalla campal que se salda con varios heridos. Uno de los bandos estaba compuesto por chavales de origen latinoamericano y el otro por mozos indígenas, o sea, españoles. No sé qué opinarán ustedes, mis queridos reincidentes, pero a un servidor le parecería de un cínico supino intentar justificar la actitud de los que acuden a “defenderse” cuando dicha defensa se organiza movilizando personal mediante SMS, constituyendo un grupo de asalto que, con premeditación, nocturnidad y alevosía, aparece cual comando guerrillero portando todo tipo de armas prohibidas y agrediendo a todo el que tenga aspecto latinoamericano. Según parece, alguno de los heridos ni pertenecía al colectivo de jóvenes protagonista de la primitiva pelea, ni era miembro de ninguna de las bandas latinas -Latin Kings y Ñetas- habituales en la zona. O sea que el chaval recibió, ni más ni menos, por ser sudamericano y estar en el sitio equivocado. Si eso no es racismo que alguien me explique qué es. Parece que, según apuntan los vecinos, un grupo de inmigrantes que se concentraban en la zona tenían atemorizado al vecindario, se emborrachaban a menudo y la emprendían a golpes con los coches, el mobiliario urbano o incluso con cualquiera que por allí pasara; pero incluso dando por ciertas estas afirmaciones y partiendo de la base de que los integrantes de ese grupo –fueran de aquí o de allí- eran y siguen siendo unos indeseables de mucho cuidado, cabe preguntarnos cuántos grupos de jóvenes patrios se adueñan de espacios públicos, haciéndolos suyos, se ponen hasta las trancas de alcohol y de drogas, destrozan parques y jardines y le amargan la existencia a los vecinos de esa zona, sin que se organicen batidas vecinales convocadas a golpe de SMS a la caza y captura del gamberro patrio con bates de béisbol y catanas. En estos casos nos resignamos a sabiendas de que tenemos las leyes que tenemos, que, a menos que haya sangre de por medio, permiten gamberrear y fastidiarle la vida al prójimo con una impunidad casi absoluta, y pacientemente esperamos a que los gamberros de turno o bien se cansen de su punto de reunión y se vayan a jorobar la existencia a otros lares y vecinos, o bien se les vaya la mano en alguna de sus gansadas lo suficiente como para que la justicia pueda hincarles el diente. No acaba ahí el culebrón de Alcorcón. Un grupo de autodenominados “Jóvenes de Alcorcón” –como si los latinoamericanos que viven en Alcorcón no lo fueran- convocan otra vez y a través del siguiente SMS: “A las 6 todo Alcorcón en las canchas, donde el centro joven. Gente del barrio está muriendo y Alcorcón unido jamás será vencido", a una concentración que congrega un millar de jóvenes, de entre ellos un numeroso grupo otra vez armado con bates de béisbol, cadenas, etc… que profiere gritos racistas que incitan a “matar a los que no se vayan”, queman contenedores y lanzan piedras contra la policía. Afortunadamente los latinoamericanos residentes en la zona tuvieron la prudencia de quedarse escondidos en casa. Bonita forma de protestar contra la violencia la de esos jóvenes de Alcorcón. Al más puro estilo “noche de los cuchillos largos”. Ahora les ha dado por los inmigrantes. Dios quiera que a un servidor no le pille allí el día que les toque a los columnistas. Y como habrá quien se esfuerce en justificar estos actos racistas fundamentándose en los tópicos de siempre, un servidor se propone pasar el tamiz del sentido común a los tópicos más utilizados como argumentos. Argumento-tópico 1: Es que vienen de fuera y nos quitan el trabajo. Efectivamente. Todos los españoles que estábamos trabajando plácidamente en los servicios municipales de recogida de basura hemos sido despedidos y hemos tenido que irnos a trabajar a aburridas oficinas, insulsas fábricas, ociosos bancos, desagradecidas Administraciones Públicas o –incluso- en la redacción de algún que otro periódico. Y no satisfechos con eso, a los españoles nos aparecen vetadas -y eso que nos gustaban enormemente- otras tareas con mucho más contacto con la naturaleza como lo son la recogida de frutas en Lleida, de flores en el Maresme, de fresas en Huelva, los invernaderos de Almería o el alquitranado de nuestra magnífica red de carreteras secundarias. Argumento-tópico 2: Si yo voy a su país he de seguir sus costumbres, ellos vienen aquí y hacen lo que les sale del níspero. Efectivamente. Nuestra concepción tolerante de la religión y las costumbres nos lleva derechitos a la debacle moral y, consecuentemente a la ruina política. Hemos de retroceder 400 años y reinstaurar la Santa Inquisición. Muerte al infiel y a la hoguera con el hereje. A partir de ahora todas nuestras mujeres –y desde luego las de los inmigrantes- con velo en misa. Hemos de copiar los modelos reaccionarios de otros países y ser más integristas que nadie para que no nos pillen en ningún renuncio. Lo que ellos hagan mal, nosotros lo haremos peor –buen argumento para educar a nuestros hijos-, pero de lo que en definitiva se trata es de que si a nuestras mujeres les hacen ponerse un velo en una mezquita en El Cairo –en este punto mejor omitir que también es obligatorio el velo en algunas iglesias de Roma- aquí nos vengamos crudamente y les obligamos a comer jamón serrano y a renegar del Islam si quieren obtener el permiso de residencia. Argumento-tópico 3: Yo no soy racista, pero es que los inmigrantes vienen a delinquir. Efectivamente. Todos y cada uno de los inmigrantes que vienen a España no lo hacen para trabajar sino para vivir del delito, el fraude y la extorsión. Esos negritos que ve usted asfaltando carreteras son en realidad señores de Cuenca disfrazados, y los que trabajan en los invernaderos con aspecto magrebí son todos de Bilbao, que ya se sabe que de toda la vida de Dios los de Bilbao nacen donde les sale de las narices, incluso en el norte de África. A la contra, en nuestras cárceles, todos aquellos con apariencia y DNI españoles son en realidad inmigrantes, que se contratan en origen en sus países, para ejercer de presos españoles, habida cuenta del déficit de los mismos, que de sobra es sabida la bondad innata de todo ciudadano español que le impide, tanto por genética como por consciencia, cometer delito alguno. Argumento-tópico 4: Ganan el dinero aquí pero no lo gastan en España, sino que lo remiten a su país, lo que supone una importante fuga de divisas. Efectivamente. Los inmigrantes que viven en España se mantienen del aire. No gastan en ropa porque van casi desnudos y prácticamente descalzos por la calle; ni en comida porque se la mandan en paquetes desde su tierra. Los pisos alquilados que habitan son tan birriosos que apenas pagan por ellos. Gastan menos que un monje en preservativos. Además al sistema de pensiones español -que goza, dicho sea de paso, de una salud envidiable- maldita la falta que le hace que haya dos nuevos millones largos de inmigrantes cotizando. Y esa fuga de divisas es el verdadero motivo de que en España haya en circulación más billetes de 500 que de 5 €, por mucho que la progresía quiera hacer creer que son los fraudes inmobiliarios y la corrupción urbanística los responsables de tanto billete gordo suelto y perdido. Argumento-tópico 5. Su cultura los hace especialmente ruidosos. Es imposible convivir con ellos. Efectivamente. Ellos son los únicos responsables de que en este país las leyes y ordenanzas que han de garantizar los derechos y deberes de los ciudadanos sean totalmente ineficaces. En cambio cuando es un español el ruidoso y mete escándalo de madrugada las leyes sí funcionan a la perfección y se le calla de inmediato, de manera que sólo son ruidosos los inmigrantes. Argumento-tópico 6. Una vez un musulmán me dijo que me iba a echar de mi país, que esto fue Al Andalus y volverá a serlo. Otros musulmanes celebraron el atentado del 11-S. Efectivamente. Cualquier manifestación llevada a cabo por cualquier individuo de cualquier colectivo debe ser tomada como si esa afrenta la llevase a cabo todo el colectivo o nación con sus responsables políticos y religiosos al frente. Si tienen individuos a los que no son capaces de controlar, que apechuguen con sus errores. Merecen venganza. Trae el móvil que vamos a poner unos cuantos SMS. Se van a enterar. Santiago, cierra España. Podría un servidor extenderse con un montón más de tópicos-argumentos pero tampoco es cuestión de aburrirles más de lo estrictamente necesario. En cualquier caso, y para aquellos que no hayan detectado la ironía de estos últimos párrafos, me van a permitir apuntar brevemente unos pocos detalles en correspondencia con los anteriores argumentos-tópicos: 1) Los inmigrantes trabajan, muchísimas veces, donde los españoles no queremos trabajar. Numerosos oficios y profesiones, de los que son ocupados casi exclusivamente por mano de obra inmigrada, tienen colgado permanentemente el cartelito de “Falta personal” y la consiguiente bromita añadida en boli que reza: “Que la tire Gasol”. 2) Gracias a Dios vivimos en un país demócrata donde nos son garantizados -al igual que a los inmigrantes- una serie de derechos fundamentales. Tomar como ejemplo a seguir a los que no lo hacen, no dice mucho en favor de nuestro sentido común. “Tú compárate con el que saca mejores notas y no con el que las saca peores”, le decía a un servidor su madre cuando quien les escribe, siendo un mocoso de pantalón corto y gafas de pitagorín, pretendía justificar sus “cinco pelao” propios con “cuatro y medio” ajenos. 3) El delito no tiene nacionalidad. Dentro de todos los colectivos marginales hay delincuentes. Cuanto más marginado esté un colectivo, sea de la raza que sea, más delincuentes producirá. ¿O acaso creen que en los países donde no hay inmigración no hay delincuencia? 4) Nuestro actual sistema de pensiones sólo está garantizado con ese aporte extra que prestan los inmigrantes. Esta reciente tendencia alcista en las cotizaciones propicia un mejor equilibrio en la balanza de pensiones/pensionistas consiguiendo que, a día de hoy, haya bastantes más productores que beneficiarios, lo que nos asegura a unas cuantas generaciones más, una merecida jubilación. 5) El problema del ruido urbano doméstico no es patrimonio exclusivo de ningún grupo étnico. Sí se evidencia una falta total de eficacia en las herramientas de las que disponen las Administraciones Locales para solucionar este tipo de problemas, ya los cree uno de Cuba, de Cáceres o de Saturno. 6) Sin comentarios. Un servidor conoce el caso de un militante del Partido Popular que confesó haber abierto una botella de cava para celebrar el último atentado de ETA, suponiendo que el fin de la tregua haría perder las próximas elecciones al PSOE. Esa cruel anécdota no hace menos honorables al resto de militantes del PP que no tienen por qué compartir las estúpidas tesis de ese ignorante que, anecdóticamente, tiene un carné del PP como probablemente lo tenga de la biblioteca del barrio como lo tiene un servidor y, les garantizo que no me siento para nada compañero de biblioteca –ni de barrio, ni de nada de nada- de ese ser zafio, mezquino y desalmado. Las gilipolleces que puntualmente pueda llevar a cabo un individuo califican, exclusivamente, al sujeto que las lleva a cabo, jamás al colectivo en el que se halle integrado. En definitiva, y para terminar, querría expresarles que, en opinión de quien les escribe, justificar actitudes racistas como las de estos días en Alcorcón nos convierte en una sociedad racista. Y no sé ustedes, mis queridos reincidentes, pero un servidor se niega a ser considerado racista por nadie. Amén de repatearme las tripas, me daría asco y vergüenza, y, lo peor de todo, hace que uno sienta un pellizco horrible y brutal justo aquí, a la altura del alma.

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