martes, enero 02, 2007

Valentin Puig, Aprender historia o repetirla

martes 2 de enero de 2007
Aprender historia o repetirla

VALENTÍ PUIG
POR VALENTÍ PUIG
EL empeño de la memoria histórica tiene algo de vieja cucaña, de pim-pam-pum en el túnel de las brujas. En sentido contrario, extraer lecciones de la Historia, siendo un material a veces obsceno y no siempre tolerado para menores, es lo que puede evitar el riesgo de repetirla, ya sea en su versión trágica o como parodia de sí misma. Es un aprendizaje que países como Francia, Italia o Alemania, por ejemplo, no han tenido fácil; es más, las lecciones no siempre han sido plenamente asumidas. El dilema está entre aprender Historia o repetirla en su peor vertiente. En otra perspectiva, sucede con el pasado comunista en países que como Hungría o Polonia han accedido luego a la libertad en el gran marco de la Alianza Atlántica o de la Unión Europea.
En el caso de España, las incógnitas a menudo son falaces y abundantemente sesgadas. Uno se pregunta hasta qué punto Rodríguez Zapatero asume en su percepción histórica lo que significa estar en el pacto de la Alianza Atlántica o si no lo ve más bien como un mal menor y definitivamente vergonzante. De hecho, una claudicación fruto de esa transición que tampoco le gusta demasiado porque consistió en trazar, no una arquitectura conciliadora, no de desmemoria sino de perdón. No es una pregunta trivial si consideramos el trato dado por el presidente del Gobierno a un aliado preferente como es Norteamérica.
Edouard Balladur, ex primer ministro de Francia y gran «seigneur» de la política francesa, acaba de publicar un breve ensayo, «!Dejemos a De Gaulle en paz!», de argumentación tan clara como astuta. Se trata de que reconocer lo mucho que significó el gaullismo exija prolongar una ortodoxia que la evolución histórica ha trastocado. Balladur recuerda que De Gaulle no aceptaba que Francia fuese culpable de las persecuciones antisemitas organizadas por el Gobierno de Vichy; para él, Francia estaba en Londres -frente a la Francia ocupada- y no en Vichy, simple autoridad de hecho, ilegítima y por tanto incapaz de simbolizarla. Es decir, De Gaulle era el médico del alma francesa, curando el complejo de inferioridad que el país había heredado de la guerra. Ese es un matiz sustancial porque los lideratos políticos -y, en definitiva, morales- se basan en reconciliar y no en dividir. En el caso de la reivindicación actual de la memoria histórica en España, vemos que eso contribuye a la división y no a la unión. En fin, es la consecuencia de pretender un aprendizaje que dimane de la ideología y no de la Historia. Es una vía imposible para unir en lugar de dividir.
La contrición selectiva -dice Balladur- apenas tiene valor moral. Eso es un eufemismo; de hecho, es inmoral. Edouard Balladur practica con el ejemplo. En su día hizo saber que si el tratado de amistad con Argelia debía ir precedido del reconocimiento por parte de Francia de las faltas cometidas, él votaría contra la ratificación del tratado a menos que Argelia, por su parte, no reconociera las suyas. Es una actitud de coraje por parte de un político que ha sido caricaturizado por llevar calcetines de cardenal. En España quién sabe si estamos en fase de utilitarismo electoral, de demagogia de «lifting» o si vamos a un estadio de contrición selectiva. Lo cierto es que progresa en términos políticos y mediáticos también una institucionalización de la memoria histórica, selectiva por definición, y por una deliberada estrategia de devaluar las lecciones de la Historia. Hay pocos modos más directos de desorientar la conciencia pública y sus virtudes. No es casual que quienes vivieron la guerra y el exilio sean los más asombrados por una reivindicación de la memoria histórica que en cambio cala en sectores juveniles, profundamente ignorantes de la Historia por su inmersión en un sistema educativo estéril. No hay otra manera de estar a la altura de los tiempos que no sea profundizando en la Historia. Es así como los países recargan energías, extraen modelos de prudencia o advierten cuando ha llegado la oportunidad de la grandeza. En la contrición selectiva, en la confrontación entre buenos y malos, ocurre a la inversa: se derrochan energías, depreciamos la prudencia e imposibilitamos la grandeza.
vpuig@abc.es

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