miércoles, enero 17, 2007

Luis Pousa, En la proxima legislatura

jueves 18 de enero de 2007
LUIS POUSA
CELTAS SIn FILTRO
En la próxima legislatura
Ha sido que no. La cumbre de Monte Pío tenía suma importancia, al margen de las interpretaciones colaterales, porque en ella se dirimía, nada menos, si la reforma del Estatuto de Autonomía de Galicia obtendría el consenso necesario, de los tres principales actores de la política gallega, para salir adelante o si, por el contrario, quedaría definitivamente aparcada hasta la próxima legislatura autonómica.
En realidad, por muchas vueltas que se le diese al asunto y tomando como referencia el horizonte del calendario electoral previsible, no había más opciones que esas dos. Al margen, claro está, del número de reuniones que, en caso de haber logrado ayer el acuerdo, pudiesen precisar en días posteriores los interlocutores para ir desbrozando el camino hasta alcanzar ese círculo virtuoso en el que la fusión de sus respectivas aportaciones alumbraría una nueva carta autonómica. Infelizmente, esa reacción química, que haría posible un Estatuto de todos y de nadie en exclusiva, no se ha producido.
En esta tesitura, dejar para después de las elecciones municipales, a las que pocos meses más tarde seguirán las generales y luego las autonómicas, equivale, como ya apuntábamos al inicio, a posponer la reforma hasta la próxima legislatura. Visto lo visto, no hay razones para suponer que los criterios considerados ayer inamovibles puedan ser modificados en apenas cinco meses o, más difícil aún, en el transcurso de la durísima precampaña que se avecina para las generales.
Cuando ayer se reunieron en Monte Pío, Touriño, Feijóo y Quintana sabían de antemano a lo que se exponían, individual y colectivamente, de no conseguir el acuerdo: al fracaso. Y ese fracaso perjudica a Galicia, y le merma protagonismo en el concierto de un Estado de las Autonomías que está acentuando su carácter federal por la propia dinámica de las reformas estatutarias.
Por eso mismo, también, y así hay que subrayarlo, tampoco sirve cualquier reforma, sino aquélla que tanto en el plano real como en el simbólico sitúe a Galicia al mismo nivel que Cataluña y el País Vasco. En ese sentido, tal y como se han desarrollado las negociaciones en los últimos meses, incluida la de ayer, los populares gallegos apenas han variado su posición respecto a la que han venido explicitando a través de los medios de comunicación. Y no por capricho, y sí presumiblemente porque Núñez Feijóo no podía moverse un centímetro más allá del férreo límite marcado por Génova 13 sin poner en peligro su cargo en el PPdeG.
La alusión vergonzante, en la propuesta de los populares, al "sentimiento nacional, de los nacionalistas", mediante una formulacion que ni siquiera llega a la altura de la que el texto andaluz hace de Andalucía como "realidad nacional", aunque liberada de redundancias ya recogidas en la Constitución, no podía ser aceptada por Quintana sin haber perdido antes el sentido del ridículo, pero tampoco por un presidente de la Xunta con un mínimo sentido de responsabilidad. Con tales condicionantes, la voluntad de poder difícilmente podía imponerse a los designios de quienes instrumentalizan su poder. Pero la cosa no concluye aquí, y serán los ciudadanos quienes finalmente decidirán en las urnas la correlación de fuerzas que ellos estimen más conveniente para que Galicia se dote de un Estatuto de primera.

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