viernes, enero 19, 2007

Ladron de Guevara, Estancamiento

viernes 19 de enero de 2007
Estancamiento
Ernesto Ladrón de Guevara
N O nos equivoquemos. Quien esté tras ETA, que es una cuestión que aún nadie se ha planteado con seriedad, ha logrado su objetivo después del atentado de Barajas. Esa bomba ha producido dos asesinatos y daños catastróficos que nos van a costar millones de euros, pero lo peor está aún por ver. Ha conseguido poner de relieve, como nunca, la destrucción de la España constitucional basada en la lealtad a la soberanía nacional, fundamentada en la concordia y el entendimiento básico. Ha quedado dinamitado el consenso entre los dos principales partidos de España, sobre el que se articula la vida política y la vertebración de la Nación. Por culpa de Zapatero. Nadie duda de que la interpretación de la Constitución ya no va a ser unívoca, sino oportunista y ligada a los intereses y cosmovisión de cada uno de los dos partidos españoles que arrastran tras de si las resoluciones judiciales al no haber una real independencia de las jurisdicciones. Volvemos claramente a las dos españas. Volvemos a las españas de la II República, enfrentadas, divididas, incapaces de articular políticas generosas en virtud del interés general; sin visión de Estado, sin perspectiva duradera, sin actitud de servicio al conjunto de los españoles. Y eso es dramático. Lo vimos en el debate parlamentario sobre el terrorismo. Rajoy ganó el lance por goleada, con razones profundas y abrumadora lógica, con legitimad, y con el aval de los efectos de una política de Zapatero basada en el falaz supuesto de que ETA es una organización angelical dispuesta al diálogo con la supremacía de los valores éticos. ¿Es ingenuidad o es otra cosa inconfesable? ¿Por qué esa errática compostura de Zapatero cuando había multitud de voces, entre otras las de varias organizaciones cívicas y de víctimas que le advertían lo que ya está demostrado, admitido por el Presidente como error? Pero ETA sabe que Zapatero no va a rectificar, que se va a ver abocado a someterse a un giro de tuerca en la descomposición de España con la ayuda inestimable de los nacionalistas, y que, finalmente, salvo que el PSOE lo remedie, se plegará a las exigencias chantajistas, a los requisitos mínimos que plantea la Organización terrorista. Estamos, pues, en la segunda fase del proceso llamado de “paz”, que no es tal sino de volatilización de la soberanía nacional en la que tiene su fundamento la existencia constitucional. ETA, pese a quien pese, ha conseguido encauzar la situación hacia su perverso propósito, y tiene atrapado a Zapatero en sus propias torpezas, sin posibilidad de salir de la trampa, salvo que hubiera una rectificación que reconstituyera el Pacto por las libertades y contra el terrorismo con el Partido Popular y quienes se quieran sumar. En ese supuesto, por el bien de los españoles, Rajoy, con luz y taquígrafos, debiera posibilitar la recomposición del escenario. Pero no parece que las cosas vayan por ahí, tal como Zapatero manifestó ante el Congreso de los Diputados. Zapatero va a formar piña con quienes quieren destruir la unidad de los españoles y el marco constitucional, y nos llevará a situaciones que habrá que arreglar cuando esa parte de nuestros compatriotas ensimismados por la hipnotización bobalicona de una izquierda falsa se de cuenta de que habrá que taponar las vías de agua en el casco de ese barco común en el que navegamos, que se llama España. Porque no es de izquierdas cambiar derechos ciudadanos por derechos de los territorios o de las identidades, ni renunciar a algo tan fundamental en democracia como es la soberanía nacional para conseguir que los individuos sean iguales y libres, y, en la medida de lo posible, inteligentes.

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