viernes, enero 19, 2007

Ismael Medina, Gana el terrorismo y pierde España

viernes 19 de enero de 2007
Gana el terrorismo y pierde España
Ismael Medina
E L espectáculo del debate sobre el atentado criminal del 30 de diciembre y sus posteriores recuelos me produjeron bochorno y acrecentada preocupación. Explicaré las causas de ese doble y enroscado estado de ánimo a comenzar por el bochorno. El debate, tardíamente realizado, demostró una vez más que todavía no se ha rapado la estructura partitocrática el pelo de la dehesa asamblearia. Y que sólo los seguidistas pueden hacer suya a estas alturas la falsedad de las apelaciones a la democracia. Nuestros diputados no se comportan como representantes legítimos de la voluntad popular, tópico insostenible, sino como una cla del partido, al estilo de las que, pagadas por la empresa o el autor, aplaudían desde los anfiteatros cada vez que lo señalaba el bien instruido jefe de filas. Sólo que a la cla de partido la pagamos todos los españoles vía impuestos. No cabe entender de otra manera que la bancada socialista aplaudiera frenéticamente cada sandez, evasiva o fantochada retórica del presidente Rodríguez, cuyas intervenciones fueron más hueras que un huevo pasado de fecha. Los de la bancada popular, por el contrario, tenían motivos sobrados para sentirse satisfechos por las bien trabadas y enéregicas intervenciones de Rajoy. Pero, como es costumbre en este parlamento, que no lo es, se dejaron llevar por una instintiva necesidad de contrarrestar con el propio el aplausómetro de la bancada sociata. La cla de los minoritarios fue patética. Y expresiva de la trastienda de un debate amañado en su formas y tiempos las palmadas efusivas de los peseoteros cada vez que escuchaban de sus chantajistas coaligados un refrendo al "proceso de paz" con el terrorismo emprendido por Rodríguez o una diatriba contra el PP. LLEGAMOS TARDE Y MAL AL MODELO ITALIANO DE TOTALITARISMO PARTITOCRÁTICO ME recordaba el teatro político de la Carrera de San Jerónimo las sesiones de las dos cámaras a las que asistí durante mi corresponsalía en Roma, allá por segunda mitad de los sesenta, en las que incluso se llegaba a las manos en algunas ocasiones. Mera escenificación. Más de una vez sorprendí comiendo o cenando amigablemente a los que tan ardorosamente se enfrentaban pocas horas antes. Se reían de sí mismos con un cinismo que en los primeros tiempos me desconcertaba. Pero no tardé en comprender la verdadera entraña de la democracia partitocrática. Un sistema en el que la democracia es sólo fachada y en el que las decisiones e intercambios de beneficios se pactan en los subterráneos para luego escenificarlos con encubridores alardes retóricos en sede parlamentaria. Añadiré un dato más respecto de esa falsificación democrática a la italiana. La DCI financiaba bajo cuerda al MSI (el neofascista Movimiento Social Italiano que en Giorgio Almirante tenía al más brillante parlamentariode la época) para ganar en credibilidad democrática. Y lo mismo perseguía el PCI con la creación y alimentación financiera a su izquierda del PSIUC y de su órgano mediático "Paese Sera" del que, por cierto era asiduo colaborador el canónigo malagueño González Ruiz, al que se uniría Juan Arias aún antes de colgar los habitos. Ahora la DCI, rota en sus entrañas, ha desembocado en El Olivo, un singular amancebamiento de arribistas cuyo reflejo en España podría ser la creación de un nuevo partido que, bajo la denominación de La Paloma, agruparía al P(SOE) y a los partidillos que lo apoyan en su confederalismo "pacificador" y republicano. El PCI siguió parejo transformismo, virando hacia la socialdemocracia tras el hundimiento de la URSS, su barco nodriza. Pero dejando a su izquierda, para justificar el cambio, un reducido partido comunista, bajo la batuta de Ingrao, que había llegado al comunismo tras militar en las juventudes mussolinianas. Algo así como la IU de Llamazares, un recuelo comunita sin cepillar. Escribí entonces (1968) una carta impertinente a Manuel Fraga. Le decía que la democracia para el posfranquismo, sobre la que ya se trabajaba en las rebóticas del régimen, debería eludir cualquier tentación de tomar como modelo el totalitarismo partitocrático italiano. Y no sólo por lo que el sistema tenía de fraudulento. También por que, a diferencia de los italianos, cuyo escepticismo les permite cabalgar sin riesgo sobre el tigre de la farsa, los españoles somos proclives a transmutar en dogma nuestras opiniones por ocasionales o absurdas que sean. Es el caso de Rodríguez que ha convertido en razón de Estado sus romos delirios de grandeza. LA FICCIÓN PARLAMENTARIA DE LA PARTITOCRACIA ESPAÑOLA RECIÉN retornado de una estancia de tres semanas en Inglaterra era inevitable que contrastara el espectáculo parlamentario del pasado día 15 con los hábitos parlamentarios británicos. El primer ministro y los miembros de su gobierno se someten de manera asidua a las preguntas, críticas o requerimientos de los diputados de la oposición e incluso de su propio partido. Las intervenciones son breves, directas e incisivas. La diferencia con nuestro totalitarismo partitocrático no sólo estriba en su tradición parlamentaria. Radica sobre todo en el sistema electoral por circunscripciones abarcables y candidaturas personales ante cuyo cuerpo electoral y sus problemas y aspiraciones debe responder el elegido. Aquí, por el contrario, diputados y senadores han de responder ante el núcleo del partido que les ha incluido a su capricho en listas cerradas y bloqueadas. Un sistema de esta naturaleza prostituye la democracia en sus mismos fundamentos y convierte a los presuntos representantes de la voluntad popular en sumisos títeres del clan que se ha adueñado de la riendas del partido. En acomodados sujetos pasivos de la acción política. Son conscientes de que desparecerán de las candidaturas futuras -que no saldrán en la foto, cínica expresión totalitaria de Alfonso Guerra- aquellos que se desmanden, pretendan tener ideas propias o, caso insólito, defender los intereses de quienes los eligieron y no los de la camarilla dirigente del partido. El parlamentarismo de la II República reproducía en su composición una realidad social y política caracterizada por el enfrentamiento difícilmente conciliable entre una izquierda revolucionaria y una derecha fragmentada, agrupada por Angel Herrera y Gil Robles en la CEDA. El arco parlamentario se completaba con los dubitativos y fragmenados radicales republicanos, un PCE todavía minoritario pero bien asistido y engrasado por la URSS, los partidos separatistas vasco y catalán (propicios a pactar con la izquierda radical, siempre proclive a satisfacer sus ambiciones secesionistas) y los minoritarios monárquicos (borbónico y carlista), Falange Española, amén de algún otro irrelevante. Pero un parlamento vivaz, tantas veces agreste, que daba ocasión a intervenir a cualesquiera diputados en los debates, entre los cuales había un cierto número de cabezas muy bien dotadas para la oratoria y para el manejo del rigor conceptual o la demagogia desarbolada. Crecido entre periódicos, solía leer los artículos de aquellos pocos, envidiables, agudos cronistas parlamentarios con criterio propio, además de excelentes escritores, entre los que descolló Azorín. Y asimismo un mejor entendimiento de la brutal realidad que se vivía en la calle y condujo por derecho a la revolución de Asturias, prolegómeno inexorable de la segunda fase de la guerra civil. Acceder a la lectura del Diario de Sesiones de aquel perturbado tiempo no sólo permite conocer la quiebra social y política en que la izquierda sumió a la II República y la condujo a su autodestrucción. También, por contraste, la actual ficción de parlamentarismo y la superficialidad de la gran mayoría de los actuales cronistas políticos. Unos son deudos de su filiación partidista, otros asoman el plumero de rencores acumulados o de contables intereses frustrados y casi todos ellos, fieles al modelo del totalitarismo partitocrático, se enredan el juegos retóricos con lo aparente y difícilmente se asoman al balcón del trasfondo de lo que dramáticamente subyace para España en la confrontación. INSTALADOS EN LA ANTIDEMOCRACIA LA desvirtuación de la democracia, y por ende del parlamentarismo, proviene en mi opinión, de las siguientes causas encadenadas: el miedo a la democracia de los democratizadores; una constitución en clave antifranquista, construida con retazos de constituciones ajenas, contradictorias entre sí, y condicionada por el reconocimiento impuesto de los secesionismos; una desdichada ley electoral de listas cerradas y bloqueadas que eludió la existencia de un colegio nacional y primaba las disidencias separatistas; y un reglamento parlamentario aviesamente encorsetado que trunca la esencia misma del parlamentarismo, distribuye discriminatoriamente los tiempos de intervención, otorga al presidente del gobierno una posición privilegiada, hace espasmódicos los debates según convenga al gobierno, convierte a los diputados y senadores en convidados de piedra y apenas da opción a los segundones para hacer preguntas por escrito y que presidente y ministros lleven preparada la respuesta sin que al preguntador de turno le quepa otra opción que una réplica contrareloj. Puro y duro totalitarismo partitocrático, siempre ventajoso para la mayoría aposentada en el poder, sea absoluta o conchabada. Estamos instalados en la antidemocracia. Me trae sin cuidado la forma retórica del debate y si Rajoy dejó de abatir por K.O. a Rodríguez cuando estaba sonado, si se pasó de duro y si éste se demostró buen fajador o si tiene un colchón por cerebro. De todo ello han escrito los cronistas parlamentarios y los columnistas, los más haciendo suyo lo uno y lo otro, según apuntara la veleta del día. No me importa la hojarasca sino lo que de válido tuvo el rifirrafe. A saber: que Rajoy enumeró con claridad las veleidades de Rodríguez, del P(SOE) y de quienes le prestan su apoyo y sacan provecho de su incurable ineptitud y de su proclividad concesiva; que Rajoy enumeró una batería de propuestas para una eficiante lucha contra el terrorismo; que Rodríguez eludió cualquier compromiso de Estado con la oposición mayoritaria, confirmó su decisión a claudicar a toda costa frente a ETA y sus coberturas política y que esa misma disposición la comparten los minoritarios en que se apoya, con particular énfasis los secesionistas. En definitiva, que para él y su cuadrilla el enemigo es el Partido Popular y no el terrorismo ni los afines independentistas, vascongados y no vascongados. Rajoy no se amilanó y anunció la inmediata presentación de proposiciones no de ley encaminadas a restablecer la vigencia del Pacto Antiterrorista traicionado por Rodríguez y de medidas coherentes para asediar, constreñir, aislar y forzar a ETA a la entrega de las armas y a la rendición. Lo mismo que ha hecho el francés Sarkozy desde el ministerio de Interior galo y anuncia que hará aún con superior energía si es elegido presidente de la República. Y lo que sostienen la mayoría de los presidentes de gobierno europeos, no sólo de tinte conservador. Blair declaró no hace muchos días que al terrorismo se le derrota con la fuerza militar. Bien es cierto que Blair le había echado un capote a Rodríguez con anterioridad. Pero a cambio de esa ocasional ayuda dialéctica consiguió de Rodríguez un segundo Tratado de Utrech que aleja cualquier posibilidad de rescate del nido de piratería gibraltareña, ahora financiera. Una vez conseguida esa baza Blair deja a Rodríguez en evidencia y ratifica la actitud antiterrorista de los gobiernos de Su Graciosa Majestad británica. La respuesta de Rodríguez al anuncio de Rajoy, llegó de inmediato por boca de López Garrido, el antiguo tosco comunista que no ha dejado de ser ni lo uno ni lo otro. Me refiero a la decisión del P(SOE) y sus añadidos de impedir el debate parlamentario de las propuestas de Rajoy, de hacer rabona, de dejar en soledad al PP y de aislarlo como si se tratara de un lazareto de leprosos. Rodríguez y sus sicarios han propinado el golletazo totalitario al ya endeble y viciado parlamentarismo de una espectral España y los escasos visos de democracia que todavía restaban. ¿Las causas de ese comportamiento, remedo del castrismo y del chavismo pseudobolivariano? Fundamentalmente éstas: una irrefrenable cobardía, acorde con miedo cerval a quedar aún más en evidencia su tramposo recorrido; y que su permanencia en el poder está a merced del terrorismo y de sus aliados independentistas vascongados y catalanes. Todo iba bien mientras Rajoy se avino a la trapacería de la moderación que le reclamaban el gobierno y concretos columnistas de vaivén. Pero todo cambió cuando Rajoy y la línea medular del PP se escabulleron de la trampa y decidieron plantar cara a la sórdida deriva de Rodríguez. Este, junto a sus torticeras huestes, se encontró entrampillado entre la aplastante denuncia de Rajoy y los compromisos adquiridos con el PNV y ETA-Batasuna, los cuales ratificaban los comunicados de la banda terrorista, las amenazas a través de "Gara" de hacer públicas las actas de las negociaciones y la insistencia pública de Ibarreche en mantener inalterables sus exigencias independentistas, a despecho del atentado del 30 de diciembre en la T-4 de Barajas..Es el motivo de que en el debate pseudoparlamentario del 15 de enero eludiera anunciar una ruptura definitiva con ETA-Batasuna, pretendiera desvirtuar el Pacto Antiterrorista mediante su sustitución por un engendro ectoplásmico en el que cupieran todos sus afines y subvencionados, que el 31 de diciembre enviara desesperadamente a la Fernández de la Vogue a Ginebra para encontrarse con los negociadores del PSOE y con Ternera y de que el jueves último llamara a Ibarreche a la Moncloa para pedirle árnica. LA TENEBROSA TRASTIENDA DEL ATENTADO DE BARAJAS ¿QUÉ se esconde realmente tras el atentado del 30 de diciembre? Puestos todos los datos anteriores y posteriores sobre la mesa hay muchas piezas que no casan. ETA-Batasuna había anunciado una acción de fuerza si el gobierno no ponía en marcha de inmediato todas las concesiones acordadas en el curso de las negociaciones; el CNI, la Policía Nacional y la Guardia Civil habían advertido a Rodríguez con al menos dos semanas de antelación al atentado de Barajas que los terroristas preparaban una espectacular acción; Rodríguez se las prometía muy felices, sin embargo, la misma víspera de la explosión, insistía en el tópico de que hacía tres años que ETA no mataba, que era una buena señal para el logro de la ansiada paz, que 2006 fue un año estupendo y que 2007 sería aún mejor. ¿Una demostración más de estulticia o una consciente asunción de que el previsible atentado le favorecería puesto que ETA se había comprometido a que no pondría nuevos muertos sobre la mesa? ¿Radicó sólo en la inesperada existencia de dos víctimas la angustia y la escapatoria de Rodríguez de sus responsabilidades como presidente del gobierno, amén de las contradicciones de Pepino Blanco y de Rubalcaba, así como la dimisión del tercer mando del CNI, su mejor experto en terrorismo desde hacía años? El miércoles mantuve una sustanciosa conversación con un excelente conocedor de las entrañas de los más eficientes servicios de inteligencia europeos y norteamericano. Me espetó de entrada: "El atentado de Barajas es de libro". Su explicación confirmó las suspicacias que yo albergaba. Para mi interlocutor, cuyo encuentro perseguía desde hacía tiempo, me dijo que ni la actual dirección del terrorismo etarra ni Ternera, su instrumento negociador, eran capaces de montar un operativo tan sutil y sofisticado, sólo atribuible a un avezado servicio secreto. El atentado no perseguía atribular y quebrantar a Rodríguez, sino fortalecerlo y hacer creíble la necesidad imperativa de la negociación con ETA, aún a costa de onerosas concesiones para la unidad y el futuro de España. Pero la muerte "accidental" de dos personas, y además inmigrantes, desconcertó a Rodríguez e incluso a Pérez Rubalcaba, les metió el miedo en el cuerpo, les empujó a desembarazarse apresuradamente de los muertos, les aconsejó aplazar el exigido debate parlamentario, ganar tiempo, recomponer la estrategia de la claudicación con ETA-Batasuna, el PNV, ERC y sus otros partidos compinches, amén de aislar al PP, culpándolo de obstruir la vía de la paz, de provocar el atentado y del posible retorno terrorista a su etapa más sanguinaria. Rodríguez insistió en estas procaces acusaciones durante su sus intervenciones en el debate. Quienes tramaron el plan y lo insuflaron a ETA conocían muy bien la actual y fomentada desmoralización de la sociedad española. Y para acentuar aún más su miedo fue necesario inventar el artificioso alijo de explosivos en Vascongadas por su policía autónoma y favorecer la detención por la francesa de los que hicieron el paripé del acopio, amén de exonerarlos presto de su posible vinculación con el atentado de Barajas. Las provocadoras risas de esos dos etarras tras su detención, los desplantes de los terroristas ante los jueces, la actitud solidaria de sus presos, la impunidad de los dirigentes de la ilegalizada Batasuna en sus manifestaciones públicas y los insistentes chantajes de ETA a través de "Gara", su órganos oficial, ponen sobradamente de manifiesto que el terrorismo se sabe triunfante, pero que necesita de la permanencia en el poder de Rodríguez para consolidar su victoria sobre un Estado vcilante.. Queda por desollar el rabo del explosivo utilizado en la voladura del estacionamiento D de la Terminal T-4 de Barajas Lo notificado con rebuscada tardanza por el ministerio de Interior es sospechosamente evasivo. Pero los especialistas en la materia no sólo deducen por los ingredientes enumerados, por el profundo cono provocado por la explosión y sus espectaculares efectos verticales, los cuales no afectaron a los estacionamientos colindantes, que se trató de un potente explosivo igual o similar al C-4, cuyo componente más virulento pudo adquirir ETA del islámico terrorismo checheno. Esa calculada ambigüedad del comunicado oficial podría deberse al temor de que, una vez concretada su composición, apareciera una inquietante analogía con los explosivos que mayores daños provocaron en los trenes de la matanza del 11 de marzo de 2004, la cual conduciría a fortalecer la tesis de connivencia entre ETA y los islamistas sobre los que recae de manera exclusiva desde el poder la autoría de aquella salvajada. La conclusión es obvia: el totalitarismo frentepopulista ha dado la puntilla a los últimos atisbos de democracia; y Rodríguez está en manos de los independentistas y muy cerca de satisfacer su propósito de destruir la unidad y el ser de España. Es el encargado de satisfacer finalmente la venganza del iluminismo, una y otra vez frustrada.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Gran artículo