miércoles, enero 10, 2007

Jose Luis Zubizarreta, Pantomima y escarnio

miercoles 10 de enero de 2007
Pantomima y escarnio
JOSÉ LUIS ZUBIZARRETA

La pantomima que ETA y Batasuna nos han montado, dirigiéndose una a otra una serie de preguntas y respuestas previamente amañadas, no merecería el más breve comentario. Lo que han hecho no tiene nada que ver con la realidad que todo el mundo ha visto estos últimos días, sino que, esta vez sí, responde a sus propias necesidades de consumo interno. No pretende arreglar, como quieren hacer ver, el desastre que ellas mismas han causado, sino que persigue, sólo y exclusivamente, apaciguar, mediante un apaño indecente, las contradicciones que les han creado a ambas organizaciones tanto la declaración del alto el fuego como su brusca y brutal finalización. Ni la organización armada, de un lado, ni su brazo político, de otro, habían logrado fraguar entre sus respectivas militancias un acuerdo suficiente en torno a cómo salir del atolladero en que se hallan metidas, y quieren, por ello, transferir a los demás, mediante esta ridícula combinación de declaraciones y comunicados, la tremenda división que se les ha abierto a propósito del procedimiento que deben seguir para afrontar lo que ellos mismos saben que es inexorable: el abandono de la actividad terrorista como instrumento de intervención en la política.La izquierda abertzale denota, con esta última estratagema, que ha perdido el poco sentido de la realidad que todavía le quedaba. Su discurso se ha hecho abiertamente delirante. Ensimismada en sus propias contradicciones, no es capaz de admitir que reabrir ahora el mismo proceso que ETA acaba de dinamitar es exponerlo al riesgo cierto de un idéntico fracaso. No ha entendido que el atentado de Barajas, más allá de las víctimas mortales que ha causado, ha dejado de tal manera maltrecha la credibilidad de la banda terrorista que cualquier otro proceso de final dialogado que pudiera abrirse en el futuro tendría que partir de presupuestos radicalmente distintos de aquéllos que dieron pie al ahora finiquitado. Después del 30 de diciembre no es posible volver al 22 de marzo. Porque, si algo ha demostrado lo que ocurrió el 30 de diciembre, es precisamente que los planteamientos del 22 de marzo eran, por mucho que quisimos creer en ellos, absolutamente insuficientes.Con todo, y a pesar del carácter delirante de este último movimiento de la izquierda abertzales, habrá todavía quienes se empeñen en darle un margen de confianza y en proseguir con el proceso o en recomenzar uno nuevo con estas o parecidas premisas. Sería imperdonable que, entre los partidos democráticos, hubiera todavía quienes se prestaran siquiera a admitir esta posibilidad. A estas alturas de la experiencia acumulada, debería estar mucho más que claro que ni con ETA ni con la extinta Batasuna es ya posible un diálogo bienintencionado que se dirija a propiciar su desistimiento, sino que, al revés, sólo el desistimiento previo y definitivo respecto del uso de la violencia podría dar pie a un diálogo que se limitara a recomponer, en la medida de lo posible, los destrozos humanos y las consecuencias penales que ha causado este terrorismo ya demasiado prologado. En este sentido, no se puede volver a caer en el voluntarismo de apelar a una interpretación laxa de las condiciones establecidas en la resolución del 17 de mayo de 2005, sino que, por el contrario, sólo valdría mantenerlas si se entendieran con el significado más literal y restrictivo que sus mismas palabras admiten. Por eso, aspirar a repetir algún día la experiencia con la flexibilidad que se ha seguido en este último proceso no sería ya error de ingenuidad, sino auténtico escarnio.

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