jueves, enero 25, 2007

Gerald Zandstra, Salario minimo y sentido comun

jueves 25 de enero de 2007
NO AYUDA A LOS POBRES
Salario mínimo y sentido común
Por Gerald Zandstra
En primera línea de la agenda política de la nueva dirección demócrata, tanto en la Cámara de Representantes como en el Senado de Estados Unidos, está subir el salario mínimo. El plan exhorta a una serie de aumentos que culmine en una subida total de los actuales 5,15 dólares la hora a 7,25 dólares. Las encuestas muestran apoyo a la medida, lo que significa que muchos republicanos se apuntarán también. Pero, ¿aliviará la receta propuesta el problema?
¿Cómo debemos interpretar el aumento del salario mínimo? Es importante empezar con unas cuantas distinciones morales básicas, especialmente para la gente creyente. Ante todo, el cristianismo siempre ha manifestado que los seres humanos tienen dignidad y valor porque son creados a imagen y semejanza de Dios. Todos los seres humanos, sin importar sexo, raza, credo o capacidad, merecen respeto y justicia.
Segundo, los seres humanos poseen creatividad. Nuestras necesidades se cubren y nuestra humanidad se realiza cuando podemos aplicar nuestro intelecto y creatividad a la naturaleza de las cosas. En palabras de Juan Pablo II: "El trabajo es algo bueno para el hombre –algo bueno para su humanidad– porque a través del trabajo, el hombre no sólo transforma la naturaleza adecuándola a sus propias necesidades, sino que también logra su plenitud como ser humano y efectivamente, en cierto sentido, se hace más ser humano".
Que los seres humanos sean recompensados justamente por su trabajo es un principio bíblico. En efecto, somos llamados a ser productivos para así poder poseer riqueza que se use al servicio de Dios. El catecismo de Heidelberg afirma que debemos "trabajar fielmente" para "poder compartir con los que pasan necesidad".
El objetivo final de la iniciativa en favor del aumento del salario mínimo es seguramente digna de elogio. El problema surge con la eficacia de la solución propuesta y algunos de los supuestos en los que se basa.
El primer supuesto es que el grupo referido frecuentemente como "los trabajadores pobres" es un grupo estático, es decir, está compuesto por los mismos durante un largo período de tiempo. Subirles el salario mínimo aumentaría sus ingresos, algo que parece bueno.
¿Pero es un supuesto atinado? Sospecho que una amplia mayoría de quienes ahora están leyendo mis palabras ha trabajado recibiendo el salario mínimo en algún momento o quizá durante un cierto periodo. El salario mínimo no está asociado a una clase especial de gente. Presumir esto bordea el racismo, el clasismo o el sexismo, dependiendo de a qué gente se lo asocia. Los trabajos que pagan poco son, para la amplia mayoría de gente, sus primeros empleos. Es donde empezamos, no donde acabamos. El aumento del salario mínimo desmotiva a los empresarios para que contraten a más gente y, en muchas ocasiones, elimina el punto de entrada al mercado laboral, algo que daña a la misma gente que aquellos que respaldan el aumento buscan defender.
El segundo supuesto es que no tendrá ningún efecto económico. La gente que gana 5,15 dólares pronto ganará 7,15. Todo lo demás se quedará igual. Pero eso no es lo que va a suceder. Para los que quieran entender el efecto de implementar un salario mínimo más alto, es importante que entiendan esta verdad: cuando el gobierno pone en práctica alguna política pública, siempre hay alguna respuesta proveniente del mercado.
En el ámbito de la política pública, esto se denomina elasticidad. Por ejemplo, aumentar un 5% el precio de la entrada a un parque público nos llevaría a sacar la conclusión, basándonos en la lógica, de que el parque ingresará un 5% más que el año anterior. Pero, en realidad, no tiene que ser así porque aumentar el coste puede hacer que un 10% menos de gente visite el parque, sacando como resultado una reducción neta de los ingresos.
El problema con la solución del salario mínimo es que lleva a consecuencias negativas que son iguales –y a veces peores– que el problema que esta política busca solucionar. Estudios hechos durante los últimos 40 años indican que un salario mínimo deteminado de forma legal reduce los empleos disponibles, especialmente para aquella gente a la que se quiere ayudar. Los economistas laborales, por ejemplo, señalan que un aumento salarial forzado del 10% incrementaría el desempleo entre un 1% y un 3%.
Los costes extra producidos por un aumento legislado del salario mínimo no los soportarán las compañías afectadas. Las empresas trasladarán esos costes a los que compran sus productos, entre los que estarán los empleados que han recibido el aumento salarial, provocando que esos mismos sueldos sean mucho menos adecuados.
Y ya que la subcontratación de empresas extranjeras ha sido demonizada por muchos políticos, hay que recordar que un aumento en el salario mínimo sólo servirá para animar a las empresas a irse a otros países donde los costes laborales son menores.
El no estudiar detenidamente las premisas en las que se basa el aumento del salario mínimo y el desdén a los efectos económicos no le hará bien a nadie. Los legisladores deberían pensarselo largo y tendido antes de dejarse llevar por el corazón e ignorar lo que la cabeza debería estarles diciendo.
El reverendo Gerald Zandstra, pastor de la Iglesia Cristiana Reformada de Norteamérica, es miembro especialista del Instituto Acton.
*Traducido por Miryam Lindberg del original en inglés.

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