jueves 4 de enero de 2007
CARLOS LUIS RODRÍGUEZ
a bordo
La Nasa forestal
Nace una nueva estrella en el firmamento administrativo de Galicia. Se llama Servizos Agrarios Galegos, se va a encargar de los incendios y pertenece a una tradición oriunda de los Estados Unidos, donde proliferan las agencias mestizas, a medio camino entre lo público y lo privado. Así que nuestra SAG se une a la NASA, NSA, CIA, DEA, FDA y demás artilugios made in USA.
La idea de semiprivatizar las tareas de prevención y extinción es tan buena que no debiera limitarse a esa parcela, sino aplicarse poco a poco en toda la Consellería del señor Suárez Canal. Veamos. Se supone que la decisión se ha tomado tras llegarse a la conclusión de que la Administración clásica es peor que este tipo de organismo.
¿Por qué no aplicar entonces la misma fórmula a montes, ganadería o calidad agroalimentaria? Si los servicios se prestan mejor fuera que dentro, habrá que externalizarlos todos, sin descartar que entre en el lote el propio conselleiro. No está claro para qué se le necesita, cuando parte de las responsabilidades que le entrega el pueblo soberano las descarga en una Administración paralela similar a la que tenía Manuel Fraga, y parecida a la que tiene Bush.
La peculiaridad de la versión galaica de los organismos híbridos es que aquí no suponen un adelgazamiento de la Administración. Qué va; la Administración se duplica, de manera que una parte queda en la superficie y otra, sumergida, al margen de los engorrosos controles del Parlamento. O sea, que el SAG pasa a ser algo así como la CIA yanqui, pero en plan forestal.
Es como si el responsable político, en este caso don Alfredo, hubiera decidido repartir los papeles entre una Administración aparente, que se surte de políticos afines, y otra eficaz y en la sombra, que es la destinada a trabajar en serio. De ahí que no sobre nadie en esta subcontratación de trabajos aplicada al Gobierno. Es de suponer que la UPG, a la que pertenece Suárez Canal, en pura coherencia con esto, apoye en su próximo congreso las subcontrataciones efectuadas por las grandes empresas.
Además de esta limitación de la fórmula al asunto incendiario, hay otro aspecto que produce perplejidad. Puestos ya en el camino de la privatización, lo lógico sería permitir que cada propietario o comunidad de montes contratara su propio servicio, renovando o rescindiendo el contrato según la eficacia demostrada.
La única forma de rebatir esta privatización total de la defensa del monte del fuego es teniendo una Administración capaz, pero con la creación de los Servizos el conselleiro admite que esa Administración no existe, o ha fracasado. Tendría que dársele, entonces, una oportunidad a la autogestión, en vez de parir una criatura que don Alfredo seguirá tutelando a distancia.
Ha sido un compañero de partido del conselleiro el que, en otra de sus iniciativas felices, reclama una galleguización de los apellidos que los libere del yugo españolizante, si bien, haciendo gala de un encomiable liberalismo, deja que cada uno lo consulte con su conciencia. Pero, al mismo tiempo, se dan pasos en la Administración rural para americanizarla. ¿No sería mejor dejar tranquilos los apellidos y buscar un modelo administrativo más acorde con el país?
Se copian los modelos foráneos de agencias paralelas, y se pone en cuestión de paso la eterna cantinela de reclamar más y más competencias. ¿Para qué las queremos si después se las damos a estos Servizos? Que nos los diga este conselleiro, alumno aplicado de don Manuel y de Mr. Bush.
jueves, enero 04, 2007
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