jueves, enero 11, 2007

Caminando hacia la cita de Monte Pio

viernes 12 de enero de 2007
Caminando hacia la cita de Monte Pío
Se quejan, los lanzarotes del Benegá, de que a ellos les ha correspondido asumir el mayor grado de renuncia en el proceso que -en ocasiones a trancas, muchas veces a barrancas- conduce a la modificación del Estatuto de Autonomía. Y mientras Francisco Rodríguez -coronel de la U y primus inter pares de la gran coalición- guarda un sorprendente e inexplicable silencio sepulcral, Anxo Quintana, Francisco Jorquera y Carlos Aymerich comienzan a poner cara de cordero degollado mientras día a día se acerca la cita trilateral de Monte Pío.
Y sin embargo, no puede ser de otro modo. Porque, en puridad democrática, el nivel de la renuncia a los idearios originales de cada uno debe aplicarse en proporción inversa al peso específico que cada organización tiene en la Cámara: al Benegá, por tanto, con sólo trece escaños en la Casona del Hórreo, le corresponde el sacrificio más acentuado y sangrante. Al PPdeG y a su líder, Alberto Núñez Feijóo, por la misma razón, debe reconocérsele un mayor margen de maniobrabilidad que a sus dos adversarios naturales: el joven Quin y el presidente Emilio Pérez Touriño.
Este razonamiento es el que explica la posición de Núñez Feijóo y el sinuoso comportamiento del premier galaico, obligado, éste, a ejercer de árbitro en una competición que -desde el mismo momento en que la reforma autonómica saltó a la yerba de la nación- le obliga a pitar todos los fuera de juego que su socio nacionalista cometa y a ser más condescendiente con su adversario popular. También explica el creciente enfado de los patricios del Benegá, que esta misma semana acusaban tanto a Feijóo como a don Emilio de haber pactado en secreto "la gestión del fracaso" de una reforma que, debido a la composición del Parlamento de Galicia, está resultando ser la más compleja y ardua de cuantas se han ido elaborando en los dos últimos años sobre el laberinto autonómico de España.
Dicho todo esto, tanto don Alberto como Pérez Touriño tienen sobre sus espaldas una fortísima responsabilidad que el tiempo, si no la historia, medirá de una u otra forma según el trato que le den ahora al BNG. Si lo que quieren es que los nacionalistas sigan adelante en la nada fácil misión emprendida por Quintana -poner al Bloque en el mapa constitucional y autonómico, dejando a un lado la vindicación de la autodeterminación como catalizador de la acción política del nacionalismo en nuestro país- están obligados a ser generosos y a actuar con mucho tacto y comprensión.
Eso exige coraje y una buena dosis de valentía, tal y como le recomienda estos días el líder del PPdeG a su homólogo del PSdeG... pero al revés: en vez de utilizar el ardor guerrero y la calculadora electoral para castigar a los nacionalistas, ambos están obligados a darles razones para seguir adelante en una tarea que al joven Quin puede traerle muchos y muy serios problemas entre los suyos. Y Galicia no se puede permitir el dudoso lujo de prescindir del Benegá en el diseño del futuro autonómico de nuestra tierra.
UN CLÁSICO
La teoría del junco era de Castelao
Entre tanto, mientras Paco Rodríguez se somete a una implacable disciplina de silencio, los lanzarotes del Benegá en Compostela recurren a los clásicos de la nación para identificar sus posiciones. Es lo que se llama voluntad de estilo. Estos días, Carlos Aymerich recibió elogios en la Cámara por su utilización de la metáfora del junco para explicar la generosa y firme flexibilidad de los nacionalistas en sus posiciones sobre la reforma autonómica. Lástima que la frase no fuese suya, sino de Castelao .

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